Cuando el aula se congeló. Seguridad ciudadana y aprendizaje

    Cuando el aula se congeló recibimos un golpe de realidad que al parecer nos enseñó una pequeña muestra de la distancia que puede haber entre nuestra propuesta pedagógica orientada a la acción y la práctica orientada a la inacción.

    Fue en octubre pasado. El Programa de Seguridad Ciudadana de la Ibero CDMX (PSC) había sido invitado a exponer su diagnóstico y propuestas a un aula donde convergían estudiantes de múltiples licenciaturas. Hacemos esto cada vez con más frecuencia porque estamos construyendo una casa universitaria donde las y los estudiantes, el personal académico y administrativo tomemos conciencia crítica y acción propositiva a favor de políticas de seguridad con derechos humanos.

    Así que era un encuentro más a donde llevábamos la noticia de la crisis de violencias, delincuencia e impunidad e invitábamos a reflexionar, conversar y construir ideas para superarla, todo esto con fundamento en la amplia evidencia que el PSC y otras entidades independientes y oficiales han construido.

    Como siempre hacemos, invitamos al diálogo desde el inicio de la sesión, pero algo parecía no ir muy bien. Las dos personas que representábamos ahí al Programa y el profesor de la materia comenzamos a sentir el peso del silencio del grupo porque nuestras invitaciones a responder preguntas y opinar sobre la información proyectada en pantalla parecían no ser escuchadas. Primero, debo confesarlo, sentí un poco de molestia, luego empezó a sacudirme una fuerte impresión, porque si bien hemos tenido experiencias similares, no recuerdo haber vivido tal extremo de inacción prolongada en prácticamente la totalidad de las y los estudiantes en un aula.

    Vaya paradoja, justamente en ese mes de octubre pusimos en marcha el experimento llamado Aula en acción, donde hemos comenzado a recibir personas que vienen precisamente a conversar y problematizar en torno a la seguridad ciudadana. Pero este otro ejercicio que les cuento, lejos de ser un aula en acción, era más bien algo así como un aula congelada.

    Viene a cuento un breve paréntesis: todos los martes a las 16:00 horas en Ibero 90.9 FM transmitimos el programa Ni plata ni plomo, y hace unos meses una persona responsable de un medio de comunicación opinó, palabras más palabras menos: divulgan bien lo que nadie quiere saber.

    En efecto, en algunas elaboraciones teóricas hace tiempo encontré que quienes hablamos de los problemas sociales merecemos la etiqueta de “portadores de malas noticias”; supe de esto cuando estudié el fracaso de campañas globales de concientización ante la emergencia climática.

    El PSC es un programa de incidencia. No es un programa académico en estricto sentido, tampoco es una organización de la sociedad civil, más bien es un híbrido que utiliza los saberes científicos y comunitarios para construir estrategias que impacten entre audiencias internas y externas a la Ibero CDMX a favor de la seguridad ciudadana. Nuestra tarea es, parafraseando pedagogías alternativas, pensar para transformar.

    Cuando el aula se congeló recibimos un golpe de realidad que al parecer nos enseñó una pequeña muestra de la distancia que puede haber entre nuestra propuesta pedagógica orientada a la acción y la práctica orientada a la inacción.

    En el libro Nexus, de Yuval Noah Harari, haciendo historia de la relación entre la información y la verdad, el autor habla de los “mecanismos de autocorrección”, es decir, “lo que una entidad emplea para autocorregirse”; eso sucede en el cuerpo humano y en las instituciones y en ambos casos, si no funcionan, tanto aquel como estas mueren, explica el afamado historiador. Harari me recordó la teoría de la rendición de cuentas que hemos promovido desde la propuesta de reforma policial democrática y la seguridad ciudadana por décadas, porque hemos enfatizado una y mil veces la relevancia de construir sistemas de auto observación y aprendizaje a partir de la experiencia. En Nexus aprendemos sobre la diferencia entre los relatos auto proclamados infalibles (las religiones) frente a los que ponen en el centro justamente su falibilidad (la ciencia).

    En los últimos dos años de operaciones, cada evento del PSC ha merecido una asistencia promedio superior a las 300 personas (durante o en visita posterior al registro grabado). En efecto, el crecimiento ha sido inusitado en el periodo 2023-2024, pero nuestra visión y nuestra misión de incidencia transformativa se enfoca principalmente en el quizá más difícil de todos los impactos: el cambio conductual. Nada menos. Por eso, en el 2025 profundizaremos nuestras indagaciones y ampliaremos nuestras alianzas con quienes en la Ibero CDMX y en otras entidades están en la frontera del conocimiento en materia de innovación educativa.

    Ayer entrevisté a uno de mis hermanos, quien ha sido profesor y tallerista en Biología por 25 años y me regaló fascinantes relatos sobre la manera como, si se tienen las metodologías y herramientas adecuadas, las niñas, niños y adolescentes se apropian del aprendizaje a través de la creatividad y la autogestión -yo mismo tuve el privilegio de vivirlo así en esas edades-. Y antes de eso, él habló de la diversión, recordándome a aquella neurocientífica que también me habló de la importancia de esta en la educación a cualquier edad.

    Alguien desde Sinaloa me dijo hace poco “ya no sabemos qué hacer”. Lo he escuchado a lo largo del País durante todo este siglo cuando hablamos de las violencias. Mirándonos en el PSC y aprendiendo de nuestra experiencia y de la historia, debemos revisar y corregir, a la manera de esos “bucles de retroalimentación internos” del cuerpo humano que leemos en la obra citada.

    Esa aula congelada acaso representa en mucho a buena parte de este país. Invitamos a la autocorrección para descongelar.