El Gobernador Rubén Rocha Moya peca de sincero, le gusta explicar a detalle cuáles son sus limitaciones como titular del Ejecutivo, nos explica cuáles son las áreas donde puede actuar y cuáles no, y termina aceptando cosas que no deberían ser, simplemente porque así han sido siempre.
También se contradice, por ejemplo, cuando señala que los otros poderes son completamente independientes, mientras esos poderes trabajan para él, descaradamente.
Lo primero que negoció al llegar a la Gubernatura, incluso antes, fue la salida del Fiscal General de Sinaloa, quien debería haber permanecido otros tres años en su puesto, para evitar específicamente que fuera designado por el Gobernador en turno.
También ha declarado en varias ocasiones que el otro gran poder en Sinaloa, el Congreso del Estado es independiente y debe tomar decisiones por sí mismo, sin embargo, el Congreso de mayoría morenista ha actuado, una y otra vez, apoyando en bloque al Mandatario, lo que los regresa a la época del PRI.
Y hablando de lo que siempre ha sido, el Gobernador se refirió hace unos días a los autogobiernos que operan en las cárceles de Sinaloa, donde encontraron un millón de pesos, armas largas y cajas con droga, donde aceptó que hay un autogobierno.
Hay que aplaudir que reconoció el problema que existe en nuestras cárceles, ningún otro Gobernador mexicano se atreve a hacerlo, y todos lo padecen, pero aquí lo importante es decidir qué se va a hacer con ese problema, da la impresión de que lo aceptó como algo irremediable.
Es cierto, el Gobernador tiene límites en su función, pero se le olvida algo muy importante, el sistema que preside fue construido para que el hombre que estuviera en su silla controlara todo con puño de hierro y cambiar eso significa cambiar un sistema, no se consigue simplemente con el discurso.
El reto no solo consiste en detectar los errores, hay que solucionarlos.