Todos valoramos mucho a los amigos, pero ¿Qué tan dispuestos estamos en realidad a hacer amigos verdaderos y a conservarlos?
¿Qué nos hace más felices?
Los jóvenes son felices porque comparten, dedican tiempo a sus amigos y a socializar; en los mayores los amigos se reducen y se vuelven más preciados, unos se adelantan dejando un hueco irremplazable, los hijos se van y los nietos bendicen gratamente.
La Universidad de Harvard se preguntó ¿Qué hace que la gente prospere? En 1938 empezaron a investigar a sus egresados incluyendo a pobres de Boston para balancearlo y en 85 años, 3 generaciones y a 1,300 personas concluyeron que...
Frecuentar amigos y mantener lazos afectuosos sanos ayuda más a ser feliz y a mantenerse saludable, más que hacer deporte, llevar una dieta sana, checarse con el médico, pasearse, tener éxito, títulos y una buena posición económica. (Dr. Robert Waldinger, “The good life.”)
El amor y el servicio que damos y recibimos de los amigos, vecinos y compañeros no tiene sustituto para mejorar nuestra calidad de vida y longevidad, el estudio redefinió qué es realmente la prosperidad.
La soledad
El encierro de la pandemia y sus crisis nos puso una dura prueba, pero la gente venció sus miedos y salió corriendo a socializar, a estar cerca de los suyos y a estar en la naturaleza.
La soledad mostró su rostro oscuro y por otro, la estrecha cercanía provocó crisis, las consultas psicológicas se dispararon hasta la fecha.
“Si este año quieres hacer algo para asegurar tu propia salud y felicidad, dedícale tiempo a nutrir y desarrollar relaciones” (Dr. Waldinger.)
Eros y Cáritas
Todos queremos tener amigos, son indispensables, pero ¿qué podemos hacer y evitar?
Partamos de las dos fuerzas más poderosas que influyen en el individuo: el egoísmo y el amor. S. Agustín lo sintetizó diciendo que hay amores y amigos que se buscan por el gozo y el interés, el eros y otros que buscan el bien del otro la cáritas.
En las parejas la armonía de ambos cuenta mucho, el problema es cuando el ego perdura desbalanceando y puede llevarnos a buscar amigos por complacencia, esos que buscamos en las buenas pero desaparecemos en las malas, buscarles por interés o por compartir aficiones y grupos.
Pero ¿por qué podemos tener pocos amigos auténticos?
Examinémonos
La amistad es un don y requiere de un proceso respetuoso, los amigos se ganan pero ponemos trabas, vemos las ajenas y no las propias.
¿Con qué rectitud de intención los buscamos? ¿Buscamos su bien o el interés propio?
La afinidad, la empatía y caerse bien cuentan mucho, forzarla crea sospechas. ¿Les damos su espacio?
Sentirse víctima, tenerse lástima, ser orgulloso, imponerse, manipular, alejan.
¿Somos sinceros? El quedar bien da desconfianza, ¿nuestro sí es sí y nuestro no es no? ¿Lo decimos con tacto? el pedagogo Quintiliano decía suaviter in modo, fortiter in re, suave en el modo, claro en el decir, sin ofender. La asertividad es una virtud que no abunda en los latinos por miedo a ofender.
La franqueza suele alejar cuando decimos las cosas sin pensar y sin piedad. La gente se nos acerca porque busca algo, aceptación, reconocimiento, compañía, compartir, un beneficio y lo hace de mil formas, tolerar esto avanza pero no es suficiente.
Los filtros
Hay filtros que impiden la genuina amistad: 1. Juzgar al otro en vez de comprenderlo, la gente sufre sus propias batallas sin saberlo, salir de las propias por el otro avanza. 2. Hablar mal de alguien ausente en las reuniones mina la confianza. 3. Los grupitos, las reuniones anuales de compañeros del colegio son deliciosas ¿acudimos a presumir o a interesarnos por ellos y a disfrutarlos? ¿Hay envidias?
Los defectos
Tarde o temprano nos sale el cobre, ¿Cómo reaccionamos ante los defectos del otro? Esto nos proyecta. ¿Somos empáticos, humildes y pedimos disculpas?
Aceptar al otro es una gracia que podemos otorgar o negar, nadie puede forzarnos.
Nuestros defectos son puntos de quiebre: alejan o acercan. Pueden ser motivo de gracia o de pesar. No hay amistad sin perdón.
El problema no es que haya pocos amigos: es reducir nuestro mundo. Puede dar pereza hablarles, buscarles y esos silencios y distancias pueden malinterpretarse. Nos vamos haciendo egoístas, cómodos, orgullosos, esperando que el otro tome la iniciativa.
El buen samaritano
Convivir ayuda pero acompañar al otro sin sermonearlo, escucharlo, ayudarle sin buscar recompensa, dedicarle tiempo, crea fuertes lazos si sabemos agradecer.
El amor que más necesitamos es el que menos merecemos, cuando alguien nos ayuda sin deberlo y desinteresadamente, nos trata como amigo verdadero.
Una vinícola grababa en las botellas “Domecq Oblige”, o sea, “quien se proclame noble debe conducirse como tal”.
¿Qué predomina en uno, el eros o la cáritas? Esperar perfección donde no la hay frustra, justo es lo hermoso de la amistad. Nadie mejora ni es feliz sin amigos.
Recomiendo “El reto de la felicidad en 7 días, N.Y. Times, Jansee Dunn”