"FACTOR HUMANO: ¿Qué nos hace más felices y sanos?"
Las cosas que nos quitan el aliento no se olvidan.
¿Qué tan seguido hacemos algo significativo para alguien?
Una buena pregunta que hay que hacernos con frecuencia, en lo personal me sacude. Indiscutiblemente lo que hacemos a favor de los demás cuenta y cuenta demasiado.
Las mejores y las peores noticias que recibimos en la vida, las que más nos conmueven, vienen o se refieren a las personas. Menos que a las cosas y los eventos. Y esto confirma que nuestras relaciones tienen un peso insospechado. Son las personas las que le dan valor y sentido a los eventos de la vida, a esos momentos que nos alegran o nos sacan lágrimas, los que se escriben con fuego en la memoria imborrables en el tiempo.
Si tu amor, canta un poeta, fue corto y no lo olvidas, fue amor.
¿Vivimos cosificados?
Sin embargo vivimos inmersos, cosificados sin darnos cuenta, metidos en nuestros asuntos, tanto que las relaciones se sacrifican o se supeditan al interés, al egoísmo, a lo sensual, a lo material, ya sea de buena o mala manera. Donde ponemos esfuerzo y le dedicamos tiempo y creatividad es donde está nuestro corazón. Sin quererlo o queriéndolo se dañan las relaciones, se instrumentaliza a los amigos y conocidos.
Y esto por supuesto cobra altísimas facturas. Pero todos necesitamos amistades, cualquier tipo de festejo necesita compañía, incluyendo los infortunios.
Un delicioso encuentro
La tarde noche del jueves fue maravillosa, me encontré fortuitamente a un amigo de la infancia muy querido que nos hemos visto poco en los últimos años, nos frecuentábamos siempre. Nunca se podrán reponer las amistades entrañables, dejan un hueco irrellenable. De ese encuentro surgió la conversación y fuimos más tarde a cenar. Ahí sentados en la tranquilidad de la noche en una mesa en la banqueta disfrutamos escuchándonos. Corría un viento fresco que alegraba más el encuentro, avivando los corazones como el carbón encendido y llevándose consigo todo aquello que nos distanció sin querer.
El afecto ordena todo
Las reuniones con quienes estimamos nutren el alma, la perfuman con un aroma que perdura borrando las distorsiones, y de pronto, con buena actitud, las cosas vuelven a acomodarse porque el afecto las ordena. Cuando sale el afecto entra la incomprensión, el juicio, el distanciamiento, el interés. Ahí se anida el egoísmo y la indiferencia.
El afecto es la mejor medicina para todos, hace milagros que mil razonamientos ni intereses juntos pueden lograr. Además, sin buscarlo tiene un gran efecto terapéutico, reír juntos, compartir, darse, escucharse, todo eso y más, sana. La magia del encuentro sucede también con los desconocidos, surge cuando los corazones salen de su escondite y convergen sin distancias, con naturalidad.
¿Qué hace más feliz a la gente?
Hace un lustro el psiquiatra de Harvard Robert Waldinger encargado de una investigación iniciada ahí desde 1938 les preguntó a los estudiantes ¿Qué les haría más felices? Casi un 80 por ciento respondió que ganar mucho dinero, tener éxito, viajar y tener lujos; el 20 por ciento dijo que ser famosos y respetados. El psiquiatra ante esas espontáneas respuestas calló sonriendo.
Para validar y comparar sus resultados incluyeron a no alumnos y a marginados de Boston. Al ir muriendo se investigaron a sus descendientes que tan saludables y felices se encontraban y empezaron las sorpresas.
La carrera del éxito
En la vertiginosa carrera del éxito en el que la dicha parece besar la frente a quienes les sonríen y los hace verse más atractivos y parecer mejor personas, el ideal de vida, el distintivo social por el que merece cualquier sacrificio con tal de conseguirlo, la aprobación social pesa tanto como para despreciarla que el éxito es una forma de lucirse y ser admirado. Una moneda para comprar afecto quizás. Algo que muestra la supuesta valía personal.
Tener dinero y ser despreciado no llena a nadie, la gente busca el respeto a como dé lugar, al menos ser temido que ignorado. Aparecer en las portadas de las revistas son los mejores diplomas obtenidos. Sin embargo a nadie se le oculta que hay mucho vacío personal vestido de éxito decía un sagaz empresario.
¿Qué descubrieron?
La investigación arrojó su conclusión como el payaso que salta de la caja al abrirse: la fama y el dinero NO es lo que hace a la gente más feliz. Son las buenas relaciones con las personas.
Incluso hay un trinomio: las relaciones, la felicidad y la salud se necesitan como hermanas. Si separas una de ellas hay problemas por más ejercicio, dietas, tratamientos, éxito, dinero y prestigio tengas. "El hallazgo sorprendente es que nuestras relaciones y lo felices que somos en ellas tiene una poderosa influencia en nuestra salud" explica el psiquiatra.
“Los beneficios de crear vínculos personales plenos son enormes: ayuda a retrasar el deterioro mental, mantiene la capacidad memorística, controla el estrés y ayuda a dormir mejor. Es más, la felicidad es un indicador más seguro que la predisposición genética cuando se trata de longevidad. Las personas que estaban más satisfechas con sus relaciones con 50 años, estaban más sanos con 80".
La soledad mata
“Es igual de poderosa que fumar o que el alcoholismo". Las personas que están o se sienten solas aunque estén acompañadas, tienen más riesgos en su salud. Una institución de psicología declaró que la soledad es tan peligrosa como la obesidad.
No es fácil
Waldinger agrega “construir relaciones profundas y plenas no es sencillo”, pasa por filtros. Subraya "es importante tender un lazo hacia otras personas, especialmente con quienes hay algún conflicto. Los conflictos realmente minan nuestra energía. Y quiebran nuestra salud". Demostró que aunque las parejas discutan mucho el mero hecho de saber que cuentan con el otro es suficiente.
G. Vaillant otro psiquiatra se unió a esta investigación en 1966, publicó un libro en 2012 sobre que mejora la salud al envejecer insistiendo "cuando comenzó este estudio sobre la felicidad, a nadie le importaba la empatía o el apego, pero la clave para un envejecimiento saludable son las relaciones, las relaciones y las relaciones".
El encuentro
Al tratar y hacer sentir bien al otro surge el afecto. Todos absolutamente necesitamos ser queridos y comprendidos. Una de las mayores delicias en la vida es disfrutar a la gente en su bendita sencillez y naturalidad.
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