Ganar el Premio Clemencia Isaura es como retornar al mar: Margarito Cuéllar
Cuando era niño, Margarito Cuéllar conoció el mar de Tampico, tenía 9 años y esa imagen perduró en su memoria e influyó, años más tarde, en su poesía.
Su primer libro publicado en 1982 se llama “Que la mar abra sus puertas para que entren los pájaros”, y a lo largo de casi 40 años de escribir y casi 20 libros publicados, por lo menos tres retoman el mar.
Y con esa misma inspiración, surgida de las olas y los mares, escribió “Un pálido reflejo en la ecuación del agua”, con el que ganó el Premio Clemencia Isaura de poesía, que le será entregado el próximo 25 de febrero, en Mazatlán, dentro del Carnaval.
“Este premio (Clemencia Isaura) es como un homenaje al mar, como retornar a un tema que he manejado siempre, desde mis inicios, empecé con el tema del mar y con este libro retorno a ese mar, ahora el del Pacífico, de Sinaloa, Mazatlán”, asegura.
“Este libro me permite el reencuentro con esa atmósfera única que tienen los puertos, el Pacífico, el agua, los océanos y específicamente Mazatlán”, reconoce vía telefónica desde Monterrey, donde radica desde 1973.
El poeta no espera un premio, solo escribe
Margarito Cuéllar nació en Ciudad del Maíz, San Luis Potosí, en junio de 1956. Es ensayista y poeta. Radica en Monterrey desde 1973.
Estudió Periodismo y una maestría en Artes en la Universidad Autónoma de Nuevo León.
A lo largo de su trayectoria ha ganado muchos premios, entre ellos el Nacional de Poesía UAZ el Pedro Garfias, el Nacional de Poesía Ramón Iván Suárez Caamal, el Nacional de Cuento, del Ayuntamiento de Campeche.
También el Premio de Poesía convocado por Radio Francia Internacional y HJCK de Bogotá; el La Universidad de Nuevo León lo distinguió con el Premio a las Artes en los rubros de poesía y ensayo, y ganó el Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada.
Los premios, dice, siempre son sorpresivos, pues un poeta por lo general no los espera.
“El poeta no espera un premio, escribe, y a veces las convocatorias coinciden, la satisfacción es muy grande sobre todo este premio (Clemencia Isaura) que es como un homenaje al mar, es como retornar a un tema que he manejado siempre, desde mis inicios, empecé con el tema del mar y con este libro retorno a ese mar, ahora el mar del pacífico, de Sinaloa, Mazatlán”, aseguró.
“Por eso es significativo para mí, porque es como un tributo a una tierra a la que tengo viajando desde hace años, además por la trayectoria del premio, que es uno de los más antiguos del país”.
Le canta al mar
“Un pálido reflejo en la ecuación del agua” empezó a escribirlo hace nueve años como
poemas sueltos, a partir de algunos viajes que había hecho a Mazatlán.
Con el paso de los años esos poemas fueron formando un libro, al que llamó en un inicio “Los cantos del escriba”, porque tiene que ver con el mar y también con el amor y la escritura. Posteriormente le puso Caligrafía, porque también reflexionaba en esos versos sobre la escritura como tal, lo que representa el lenguaje y la comunicación entre seres humanos.
Finalmente le puso este último título, un poco más largo y abstracto, reconoce, pero acorde con el tono del lenguaje marino.
“Y así se quedó con ese título y son temas que hablan justamente de Mazatlán, la atmósfera marítima y de la Isla de La Piedra... He tenido la posibilidad de ir para allá y quedarme buen tiempo, buenas temporadas y esa atmósfera me parece reflejada en la poesía de los pequeños entornos, como la Isla y los grandes como el malecón”, asegura.
“Y cómo le entras para que no se vea desde una mirada turística, sino desde una mirada como sentirte de ahí, aunque no hayas nacido ahí”.
Mazatlán, un espacio al que le gusta retornar
Mazatlán le resulta familiar a Margarito Cuéllar, pues suele pasar temporadas de 20 días hasta un mes, en época de vacaciones, en Semana Santa, en Diciembre y viene hasta tres veces al año.
Eso le ha permitido familiarizarse con su atmósfera, sobre todo en la Isla de La Piedra.
“Ese pequeño pueblo de pescadores con una vida rutinaria, donde la noche llega temprano, a las 6 ya oscureció y no hay nada, esos espacios y lugares de esa tranquilidad contrastada con la historia que tiene sobre todo el viejo Mazatlán, para alguien que no nació ahí siempre es un motivo de asombro y un encuentro y un reencuentro... Eso es lo que he tratado de plasmar en el libro”.
No quería contestar, cuando le llamaron para avisarle del premio
Cuando le llamaron para avisarle que había ganado el Premio Clemencia Isaura, se sorprendió muchísimo, pues ni siquiera había querido contestar la llamada, por no conocer el número.
“Fue muy sorpresivo, tardé en contestar porque tengo un teléfono con número de Sinaloa, el año pasado lo compré en Mazatlán y no lo cambié, se quedó con ese número y a veces me llaman para ofrecerme cambiarme de compañía telefónica o algún un servicio de algo y no contesto”, compartió con una mezcla de pena y de risa.
“Y ahora llamaron mucho y me dice mi esposa ‘contesta, a lo mejor es alguien conocido’, y contesté y era el notario y los organizadores del premio para darme la noticia... no lo tenía en la cabeza, ni me acordaba que era tan pronto, ni que era 14 de febrero”.
Luego de terminar “Un pálido reflejo en la ecuación del agua”, el poeta empezó nuevos proyectos, uno el de reordenar sus crónicas y trabajos periodísticos y otro, seguir creando poesía.
Quiere conocer más a fondo Sinaloa
Actualmente escribe en diferentes tonos cosas relacionadas con la costa, con temáticas más densas como los manglares, el pacífico, leyendo cosas relacionadas con los ecosistemas.
“Estoy muy contento de regresar y estar allá con los mazatlecos, esto me da pie para conocer Sinaloa más a fondo, que es muy grande. Estoy muy agradecido con quienes hayan encontrado que el libro podría ser valioso, estos proyectos no son posibles sin la mirada de otro, en este caso un jurado y posteriormente un lector”.