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Literatura

Emprenden su vuelo los cuentos de Irene Montijo

Rosa María Robles presentó ‘Un pan para Van Gogh’, como un homenaje a su madre; la acompañaron Elizabeth Moreno y José Celso Garza

Su intuición aguda, su lucidez mental y su gran amor por la literatura, impulsaron a Irene Montijo (1928-2020) a escribir. Lectora apasionada, ganó el Premio de Cuento Inés Arredondo que otorga la UAS y a dos años de haber partido, se publicó su libro de cuentos Un pan para Van Gogh.

Su hija, la artista visual Rosa María Robles, rescató esos escritos en los que plasmó las historias de su infancia y su juventud, rodeada de la sabiduría de las abuelas y las tías, en los territorios de Sonora.

En el Centro Sinaloa de las Artes Centenario, Rosa María Robles recreó aquella sala de terciopelo ocre donde se sentaba su madre, desde donde la observaba a la distancia.

Al inicio, la artista apareció vestida de blanco y con una andadera, caminó entre el público y llegó al escenario, tomó el lugar, recreando así la presencia de Irene Montijo en la presentación de su libro.

“Mi madre ha permanecido a mi lado durante el tiempo que transcribí sus cuentos que contiene este libro, que finalmente hace justicia a su memoria”, dijo.

“Las hebras de su escritora se entrelazaron por años creando nuevos mundos por los que iba y venía silenciosa”.

Aquellas historias que estaban en un baúl de mimbre, en el suelo, bajo un escritorio de madera, naufragaron un día por el pasillo de un arroyo que se formó dentro de la casa durante una tormenta que embistió a la ciudad. Los cuentos se salvaron porque estaban dentro de una bolsa de plástico. Leerlos fue para ella un viaje doloroso y fascinante al mismo tiempo.

“En noviembre de 2020 los traje conmigo y durante días, semanas y meses, con ojos curiosos y manos temblorosas, hoja por hoja, los extendí en mi escritorio hambriento de historias y los fui ordenando y separando de aquella maraña de manuscritos y textos mecanografiados, a los que finalmente les salieron alas, después de estar por años engarruñados”.

Los comentaristas fueron el periodista y editor Celso José Garza y la Doctora en Letras Elizabeth Moreno Rojas.

Garza comentó que Un pan para Van Gogh es muy significativo porque en la literatura regional, que se escribe desde diversas geografías existen precursores que abren brechas y sientan precedentes, pero de pronto son ofuscados por diversos factores y quedan al margen de la literatura nacional.

“Quedan al margen por las modas, tendencias predominantes o por ignorancia y solo se les menciona pero requieren mayor estudio de manera más permanente y porque las nuevas generaciones deben conocer el origen de sus tradiciones literarias, es el caso de Irene Montijo”, apuntó.

“Ella escribió con una intuición genuina, sin estudios propiamente, pero sí con una pasión por la lectura, por escribir de una manera sincera y honesta, muy contundente, de la mano de maestros como Élmer Mendoza”.

Los suyos son relatos de la propia existencia, aseguró, y cuando esos testimonios son producto de la sensibilidad, la creatividad, la imaginación, están en el ámbito del arte.

Elizabeth Moreno recordó que conoció a Irene Montijo justamente cuando ganó el primer lugar del concurso literario Inés Arredondo con el cuento El mandadero, texto con el que abre el libro Entre dos mundos (1992) porque ella fue parte del jurado y posteriormente la invitaron a prologar su primer libro.

“Por ese entonces, Irene era una mujer madura donde se hacía presente su gran fortaleza y firme carácter, sólo así puedo explicarme su labor creativa junto a la crianza de nueve hijos, sin embargo tenía también una mirada suave y acogedora que expresaba un trato gentil”.

Aseguró que la autora es un eslabón entre una figura enorme como Inés Arredondo y las actuales narradoras del estado.

Y junto con Rosa María Peraza, Cecilia Pablos, Rosy Paláu y Josefina Rayas, Martha Sánchez, Martha Castro Cohn, Juana A. Cifuentes y Maricruz Espinoza, Irene Montijo fue una de las pocas mujeres que escribía o publicaba en los ochenta.

Al final, Rosa María Robles cerró la presentación con otro performance en el que recreó a su madre, y al son de música de Vivaldi lanzó las páginas, que tomaron su propio vuelo.

La autora

Irene Montijo nació en Culiacán en 1928, su niñez y adolescencia transcurrieron en Hermosillo. Desde muy joven manifestó su interés por la literatura y escribió su primer poema a los 5 años. A los 12 ya colaboraba en revistas y periódicos locales con crónicas. Y más adelante escribió pensamientos y narraciones breves.

Se casó con Jesús Robles Araujo y se trasladaron a Culiacán, donde nacieron sus nueve hijos. Siguió escribiendo y en 1988 recibió el Premio de cuento Inés Arredondo, otorgado por la UAS, por su cuento El Mandadero.

Algunos de sus cuentos

El mandadero

Mi tía Cuca

Mi abuela y sus hermanas

Entre dos mundos

La cocina de mi abuela

Los Trujillo

Bucles de oro

La mujer que escribía cuentos

Un pan para Van Gogh

Participación musical

La presentación tuvo una interpretación musical a cargo del cuarteto de cuerdas Belén, integrado por Olena Bogaychuc, Oleksandr Taslytskyl, David Alonso y Laurentiu Gafton, pertenecientes todos ellos a la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes.