Tiempo de espera

    Acostumbrada ya a soportar la carga anímica que late aciaga con cada nueva ola del Covid-19, esta vez la sociedad no logró mantenerse escéptica ante los sostenidos reportes diarios de salud que reflejaban un supuesto abatimiento de la influencia pandémica, y en importante proporción dio rienda suelta a las expectativas más venturosas, las cuales vuelven a estrellarse contra una realidad que sigue invalidando todo tipo de esperanza

    La inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles fue un acto con intención justificante y alarde pomposo en torno a una obra en proceso de terminación para cuyo desarrollo se desestimaron los planteamientos de organismos internacionales que, al descalificar las condiciones de esa obra en construcción, advirtieron que a su vez desestimarían esa oferta aeroportuaria por considerarla muy riesgosa.

    Actualmente la realidad cobra vigencia al revelar la limitadísima operación que rinde el AIFA, y que nada está aportando para aminorar la crítica sobresaturación en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez, de la Ciudad de México, ante lo cual se contempló la opción del Aeropuerto de Toluca cuyo rendimiento está en veremos. Esa es hasta hoy la realidad en torno al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles.

    Otra acción en extremo prematura ha sido la inauguración de la refinería Olmeca, en Dos Bocas, Tabasco, que empezará a producir hasta dentro de uno o dos años, pero había que dar cumplimiento a la fecha prefijada con base en una optimista expectativa presidencial. Y la ceremonia de apertura se realizó en medio del correspondiente boato en torno a una obra en proceso de construcción.

    El ámbito estatal registra dos casos de obras supuestamente concluidas a cabalidad, y que iniciarían sus funciones en octubre del 2021, pero que a la fecha permanecen inoperantes por carecer del equipamiento esencial. Así los edificios del Hospital General de Culiacán y del Hospital Pediátrico de Sinaloa permanecen flamantes e inhabilitados, reducidos a una suerte de cascarones de un huevo sin clara ni yema, en tanto los pacientes y sus familias seguirán esperando, ¿hasta cuándo?

    El Covid-19 sigue jugando con nuestros sentimientos, pues, cuando los registros de la ruta crítica mantenían una muy alentadora tendencia a la baja, y todo indicaba la inminencia de un cambio a permanecer como una pandemia controlada, ese mal vuelve a la carga en toda su dimensión de epidemia con patentes visos de incremento por cuanto al poder de contaminación.

    Acostumbrada ya a soportar la carga anímica que late aciaga con cada nueva ola del Covid-19, esta vez la sociedad no logró mantenerse escéptica ante los sostenidos reportes diarios de salud que reflejaban un supuesto abatimiento de la influencia pandémica, y en importante proporción dio rienda suelta a las expectativas más venturosas, las cuales vuelven a estrellarse contra una realidad que sigue invalidando todo tipo de esperanza. Pero faltaba la cereza negra en el tétrico pastel del desaliento y la Organización Mundial de la Salud la coloca al advertir sobre el registro de algunos incipientes casos que revelan la aparición de una nueva cepa del Omicron, cuya fuerza contaminante se anuncia superior a todo antecedente, y cuyos efectos podrían ser invulnerables ante la acción de las vacunas actualmente en aplicación, Mejor aquí le paramos, no sin hacer votos porque ese anuncio no cobre realidad.

    La reciente entrevista entre los Presidentes Andrés Manuel López Obrador y Joe Biden cumplió con una agenda que a juicio de varios comentaristas fue formal y amistosa, pero distó de promover cordialidad, pues no incluyó actos de acercamiento humano, sin embargo, la más somera observación de los compromisos establecidos por los mandatarios permite considerar que este tercer encuentro distó de ser infructuoso.

    Entre las propuestas del presidente López Obrador, acreditadas ya como acuerdos, destacaron las enfocadas a buscar formas de solución a los problemas que plantea la migración hacia Estados Unidos, y una de esas ponencias contempla la creación y operación de un programa tendiente a aprovechar la fuerza laboral migrante.

    Conmueve considerar los momentos de extrema angustia que vivió Luis Enrique Ramírez Ramos, cuando al parecer ya herido en una pierna realizó un corto recorrido en infructuosa búsqueda de refugio para escapar a la acción del que había de ser su captor y su asesino. En torno a ese trance la Fiscalía General del Estado acumuló decenas de testimonios, pero el caso sigue en tiempo de espera