Al inicio del actual gobierno se formularon los más catastrofistas pronósticos sobre el futuro de la economía nacional, todos erraron en sus predicciones. México, en el presente, ha sorprendido a propios y extraños por la solidez de sus finanzas, pese a los estragos ocasionados por la pandemia que sin duda impacta negativamente en la economía global. Nuestro País ha sentido también los efectos de la pandemia en su economía, ha resistido mucho mejor que otros países la crisis. No paralizó las obras de infraestructura estratégicas, como el corredor ferroviario y carretero del Istmo de Tehuantepec y continuó proyectos de gran aliento como el Tren Maya, la refinería Dos Bocas de Tabasco, el nuevo aeropuerto General Felipe Ángeles, de la Ciudad de México y la presa Santa María en Sinaloa.

    Todo lo anterior, además, sin endeudar al País con un solo centavo, algo insólito, pues la constante de los gobiernos anteriores era pedir préstamos al extranjero en cualquier caso de contingencia. La verdad es que la mayoría de ese dinero se iba por el caño sin fondo de la corrupción. Por ello, durante el prianismo, la deuda externa nacional creció a niveles históricos, como nunca. Tampoco vimos realizar obras trascendentales, como las que señalamos y se construyen en el actual régimen.

    A las obras de infraestructura mencionadas, que realiza el gobierno de Andrés López Obrador, hay que agregar el plan carretero que se viene realizando en la mayoría de los estados, además los programas sociales, donde se derraman miles de millones de pesos en apoyo a la población más vulnerable.

    Esta buena conducción del País le ha traído reconocimientos de todas partes del mundo al Presidente Andrés Manuel López Obrador, expresando admiración por su política económica. Los únicos que siguen aferrados a sus dogmas e infundios son los opositores, descalificando, con sofismas que ni ellos mismos se creen, las obras y todo lo que realiza el nuevo gobierno. Esos críticos de todo siguen como si nada pasara en el país, negándose a ver las obras y acciones que viene realizando el gobierno de la Cuarta Transformación en todo el territorio nacional.

    Lo bueno es que el pueblo tiene otros datos y es receptivo a los cambios que viene operando el gobierno, cambios en muchos casos irreversibles, para fortuna de los mexicanos, porque han quedado plasmados en al Constitución y no se les va a poder dar marcha atrás, esos derechos de los ciudadanos están garantizados por Ley y esto es lo que más enfurece a los conservadores.

    El gobierno de la Cuarta Transformación va a llegar consolidado a la elección presidencial del 2024. México se va a afirmar como una potencia económica emergente a nivel mundial. Los indicadores macroeconómicos, incluso entre los más escépticos, lo reconocen. Los avances en este sexenio van a alcanzar metas sin precedentes, por lo que la ciudadanía está entusiasmada en el rumbo que está tomando el País, y su porvenir lo percibe promisorio en muchos sentidos gracias a esa buena conducción de la economía.

    De acuerdo con proyecciones de politólogos y especialistas, Morena tiene amplias posibilidades reales de ganar sin ningún problema cuando menos dos elecciones presidenciales más, lo que va a permitir que se consolide el cambio de régimen. Los hechos vienen corroborando esa tendencia mayoritaria de apoyo al programa de regeneración nacional. Cada vez para la Oposición es más difícil tener votos, no digamos para derrotar a Morena en una contienda electoral, sino para garantizar no perder sus registros como partidos políticos, ante la cada vez más deteriorada imagen que tienen en el electorado.

    Morena se perfila como el partido de los jóvenes y demás capas laboriosas de la sociedad, que han comprendido que lo logrado no puede detenerse. Por el contrario, se debe avanzar en consolidar los logros alcanzados en bienestar del pueblo. La sociedad entera está comprometida en este cambio democrático. Es imposible regresar al pasado ignominioso que prevalecía, los obreros y campesinos y las capas medias de la sociedad no permiten el retroceso y, como un río crecido, empujan hacia adelante todas estas transformaciones sociales.

    La ciudadanía percibe la llegada del tiempo político por el que luchó por largos años. Los resultados de esos afanes democráticos y de justicia social llegaron para quedarse.