Osorio Chong, víctima del ‘descuartizador’. El PRI en la época AMLO: 5 años penando
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Y sigue Alejandro Moreno Cárdenas haciendo el trabajo sucio que debería estar realizando el Movimiento Regeneración Nacional para inhabilitar al Partido Revolucionario Institucional como principal competidor en la elección constitucional del 2 de junio de 2024, enésima escenificación del ciclo perpetuo donde estas siglas se destruyen a sí mismas. En igual senda que desde 2018 lo lleva a la derrota como única certidumbre, el PRI es de esos sentenciados a la horca que gustosos se colocan la soga en el cuello.
Ayer por la tarde pudo el PRI nacional dar otro paso hacia el cadalso comicial que le espera mediante la ratificación del voto de castigo, con el operativo de “Alito” y cofrades para acabar con la disidencia interna de Miguel Ángel Osorio Chong, plan que avanzaba en el Senado de la República con la entronización de Manuel Añorve para completar la corte de incondicionales del aún y todavía execrable dirigente. Léase entre líneas la voz de arranque para la estampida en la que las bases y cabecillas busquen dónde refugiarse, mandando al carajo las convicciones doctrinarias.
Moreno Cárdenas sigue desprendiéndose de sus opositores intramuros, así como la serpiente muda de piel para aparentar renovación. El nuevo Uróboros de la política a la mexicana hace suya la intolerancia que domina la escena nacional, aunque el costo final sea un PRI sin militancia y con un dirigente que ofrezca de baratijas sus ignominias en el tianguis donde se cotizan bien las deshonras, subasta que en unos meses abrirá en México para que la partidocracia se venda al mejor postor.
Allá Alejandro Moreno, sus leales y su partido. Para infortunio de los equilibrios políticos que le son a México como el pan al vino, el PRI está en fase de esclerosis crónica con la mano dura cuando debe mostrarla flexible para sumar adeptos a contracorriente de la gran desbandada de cuadros y liderazgos priistas. El que debiera irse se aferra a los despojos de partido y aquellos que desean quedarse reciben la expulsión donde la arrogancia es el único argumento.
De cualquier manera, el corolario está escrito: haga lo que haga Moreno Cárdenas, ni él ni el PRI se transforman; se arrinconan. La onomatopeya del derrumbe se oye en cada rincón del País y ocurrirá inexorablemente si la fijación por descuartizar al partido llega a tal extremo que nadie quede al último para cerrar la puerta tricolor. Desmembrar es la consigna que antes alcanzó a Quirino Ordaz, Claudia Pavlovich y Carlos Miguel Aysa González, ex gobernadores de Sinaloa, Sonora y Campeche.
El desplante déspota sería hasta cierto punto normal en la época del todopoderoso partido que disponía del mando absoluto e inclusive acudió a magnicidios hasta la fecha impunes para blindar sus intereses y codicias. Pero qué actual perturbación lo aqueja en la víspera del colapso electoral en ciernes que lo exhibe colaborando con la continuidad de la 4T en Palacio Nacional. Allí va, loco de remate, en la labor de amputarse brazos y pies nomás cuidando no cortarse la cabeza porque ya casi extinto, y además decapitado, le quedaría sólo el petate del muerto.
El problema es que el PRI nunca se enteró q+ue ya no es gobierno y desde las migajas de poder que hoy recoge trata de asustar a los opositores con un aparato de sobrevivencia que para nada se parece al monstruo de dominio que fue en las seis décadas anteriores a la alternancia del año 2000. Alguien debió avisarle del horrendo semblante con el que lo recuerda la población, rostro pavoroso que se niega a reconocer y cambiar, o al menos maquillar.
Devastado en la confianza popular, jurídicamente demolido por tribunales en materia electoral e incapaz de alzarse como alternativa en el escenario donde la izquierda empoderada se desinfla, el PRI, con “Alito” y cofrades como soldados de antemano derrotados, libra la madre de todas las batallas pírricas con el objetivo de mantener con vida artificial al Revolucionario Institucional, mínimo de aquí a la votación para elegir al próximo Presidente de México y renovar las cámaras de diputados y senadores.
Sí. El vetusto partido que llegó a bosquejar la dictadura perfecta en México quiere, por ineptitud o conveniencia, continuar distante del reclamo social urgido de organizaciones y liderazgos políticos que indiquen las rutas de evacuación en la continuidad morenista que se ve venir en la votación para Presidente. Lo poco que queda del priismo se percibe arrodillado ante el dantesco “Alito” y su infierno tricolor, tótem y calamidad a la vez, que ofrece el sacrificio de los disidentes para placer del Mesías en el poder.
Aquí comienza, otra vez, el círculo pernicioso en el cual luce atrapado el PRI durante un lustro, contado a partir de que en marzo de 2018 López Obrador registró su candidatura por Morena a la Presidencia de México. Lo extraño es que lejos de esforzarse por salir de ese bucle de derrotismo, Alejandro Moreno se hunde más en él a sabiendas de que allí puede parasitar, pero no salvarse.
Como en la jungla priista,
La cacería nunca termina,
Ya agregó el que extermina
A Osorio Chong a su lista.
Frente a la conjetura de que la 64 Legislatura el Congreso del Estado prepara el “albazo” camaral para aprobar las reformas a la Ley Orgánica de la Universidad Autónoma cuando la comunidad uaseña ande de vacaciones en Semana Santa, el Consejo Universitario subió ayer el nivel de la protesta al convocar a una manifestación en defensa de la autonomía del alma máter, para el martes 28 de marzo, tres días antes de que el campus quede solo durante dos semanas debido al asueto oficial. Cuando parecía que en el conflicto UAS-Congreso del Estado se establecía la calma que llega después de toda tempestad, todo indica que de lo que se trataba era de la víspera del trueno.
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