A Leoncio Daniel, de 18 años, se lo llevaron el pasado 13 de diciembre en Culiacán, cuando iba a la Fiscalía a recoger un documento junto a su hermano. A Marcos Eduardo, de 27, lo persiguieron a balazos junto con su familia y lo raptaron el pasado 9 de enero.
Ambos fueron rescatados por el Ejército hace unos días, en un operativo en Zapotillo, Mocorito, a 80 kilómetros de Culiacán. Estaban en la batea de una camioneta, atados de pies y manos y heridos de bala. Ninguno tenía ficha de desaparición y no sabemos si se interpuso denuncia por sus casos.
Cuando alguien es asesinado, el delito se persigue de oficio: el cuerpo está ahí. Pero cuando alguien desaparece es mucho más complicado: ahí donde se llevaron a una persona contra su voluntad casi nunca queda nada; acaso el testimonio de alguien que vio o escuchó algo, el carro en el que iba, alguna prenda tirada, pero en general sólo queda el vacío.
Por eso es tan difícil investigar la desaparición de personas, es como cazar fantasmas. Pero las personas que se llevan no son fantasmas ni entes etéreos, sino seres humanos de carne y hueso con historias de vida, familias, amigos, compañeros.
Aunque a ningún gobierno le gustan, las denuncias (que son las menos) y las fichas que se crean oficialmente en las Comisiones de Búsqueda y, extraoficialmente, en los colectivos de buscadoras, terminan por ser el mejor registro público que tenemos para consignar que alguien desapareció y para contar con estadísticas medianamente confiables sobre cuántas son, cómo son, a qué hora y de dónde se las llevaron.
Pero sabemos que no todas las personas que desaparecen logran tener una ficha o una denuncia, muchas quedan en el limbo por variadas y comprensibles razones de sus familias, quienes prefieren callar e intentar recuperar a sus seres queridos de maneras alternativas, porque no confían en la autoridad, tienen miedo a represalias o, simplemente, porque resultan revictimizadas y extorsionadas a diario por criminales y hasta por funcionarios públicos.
En Sinaloa, desde que la guerra empezó el 25 de julio de 2024, el día del secuestro de “El Mayo” Zambada, han privado de la libertad a casi mil personas, según la base de datos que hemos construido en Noroeste. Más de 600 de ellas siguen desaparecidas.
Pero hay otros, como Leoncio Daniel y Marcos Eduardo, que no estaban en esa base de datos porque nunca tuvieron una ficha. Si conocemos de sus casos es gracias a que, en una excepción a la regla, fueron rescatados por las autoridades.
¿Cuántos ausentes más hay de este tipo en Sinaloa? Es triste, pero la verdad es que no sabemos... y eso no significa que no existan.