La polémica que se ha generado en torno a la reforma eléctrica propuesta por el Presidente López Obrador frente a la reforma energética que se aprobó en 2013 promovida por el entonces Presidente Peña Nieto, no expone la magnitud de la profunda crisis energética, ambiental y climática que enfrentamos. No es de extrañar que esto ocurra en nuestro País, ya que se mantiene así en gran parte del mundo. Existe miedo, ignorancia o claro ocultamiento a hablar del contexto en que nos encontramos, de a dónde nos lleva este proceso civilizatorio basado en los combustibles fósiles y el hiperconsumo.
Partamos del hecho de que no hay manera de realizar la transición energética hacia fuentes renovables manteniendo el actual nivel de hiperconsumo, así como no hay futuro con los combustibles fósiles que nos llevan al cataclismo climático. No podrá haber energía renovable suficiente para abastecer la demanda de producción de bienes, promovidos en todo el mundo, a partir del modelo de hiperconsumo estadounidense. Tampoco se podría hacer a partir de los combustibles fósiles sin llevarnos a un umbral de caos climático, además de los problemas de desabasto que ya se presentan en varias regiones del mundo.
La transición energética significa una transformación tecnológica de toda una civilización que es ya global. La energía intensiva que se requiere para extraer los minerales demandados para fabricar e instalar los aerogeneradores, las plantas de paneles solares, las plantas geotérmicas, las plantas maremotrices, etc., no podrá más que venir de los combustibles fósiles. Hay quienes proponen como opción revivir la energía nuclear a pesar de los muy graves riesgos que representa, la falta de solución a sus desechos radiactivos por miles de años, además de requerir también inmensas inversiones de energía fósil para la construcción de las plantas y la extracción del uranio.
La gran demanda de minerales escasos para esta transición tendrá muy graves impactos. Tomemos el ejemplo del litio requerido para las baterías de los automóviles eléctricos. General Motors estima una demanda de 38 mil 400 toneladas de litio en la próxima década, una cantidad aproximada también la requerirán Volkswagen y Daimler. La producción de litio requiere por cada tonelada 2 millones de litros de agua que en su mayor parte saldrán del proceso de producción contaminadas. En Nevada, a más de 240 kilómetros aguas abajo de una planta de procesamiento de litio se ha encontrado contaminación en peces. En la exploración que se proyecta en el Ártico se estima que por cada mil toneladas de litio se generarán 50 mil toneladas de desechos tóxicos. En el Ártico ya se sufren los impactos de extracción de níquel, altamente demandado en los autos eléctricos, reconociéndose la mina de Norilsk como el lugar más contaminado del planeta.
La realidad debe ser abordada tal cual es, sin conflicto con otros intereses, con el único objetivo de poder continuar como especie en este planeta en condiciones mínimas de bienestar. Las pretensiones de presentar soluciones a la crisis civilizatoria (energética, ambiental) bajo intereses puramente económicos o ideológicos, solamente agudiza el problema. Y el reto mayor es reconocer que la ideología ha penetrado a tal grado que no se reconoce que forma parte de ella la creencia en que la tecnología todo lo solucionará, que las fuerzas del mercado por sí solas resolverán nuestro devenir en el mundo, que el progreso ha sido el camino de la humanidad.
El asunto es que el reto es enorme y se prefiere, en muchos casos, ignorarse, y dejar que las cosas sigan en la misma dirección, sea con una opción de libre mercado o el control del Estado. La crisis civilizatoria está provocada no sólo por el cambio climático, se origina en un modelo de producción e hiperconsumo que se sustenta en esa ideología que tiene la característica de actuar como si el planeta y sus recursos fueran infinitos. El modelo de consumo que se promueve en todo el mundo es el estadounidense, es el que se publicita y entra a todos los hogares en cada rincón del planeta, es el que se expone en las ciudades, en las películas, en las series televisivas, es el que demuestra ascenso social y se convierte en aspiración, en un valor central.
En el pasado las clases sociales se diferenciaban muy claramente por los productos que consumían, actualmente no es así, unos consumen más y otros menos, pero el acceso a la mayor parte de los productos y servicios se ha “democratizado”: marcas de ropa, teléfonos celulares, juegos en línea, etc. La magnitud de la demanda creciente de recursos puede observarse en la demanda de energía y recursos del estadounidense promedio a mediados de los 90, de acuerdo al Worldwatch Institute era cada día de:
- 52 kilogramos de materias básicas
- 18 kilogramos de petróleo y carbón
- 13 kilogramos de otros minerales
- 12 kilogramos de productos agrícolas
- 9 kilogramos de productos forestales
La demanda de energía por individuo a lo largo de la historia de la humanidad se ha disparado a partir de la revolución industrial y, de manera especial, en la era de la tecnología actual. La gráfica muestra un estimado del consumo energético individual diario en diversas etapas de la historia de la humanidad.
La ecuación que está reventando los límites del planeta es este crecimiento del consumo energético por persona multiplicado por el aumento de la población mundial. Se estima que la población mundial en 1700 era de 600 millones y 200 años después, en el 2000, llegó a 6 mil millones, es decir, aumentó 10 veces en un periodo muy breve en el tiempo de la historia de la. Solamente del año 2000 al 2020 la población mundial aumentó en mil 870 millones de personas. Es decir, en solamente 20 años la población creció tres veces el total de la población que existía en el año 1800.
Gran parte de la demanda de energía y recursos de la sociedad de hiperconsumo no es para satisfacer las necesidades básicas de la población mundial, se destina a satisfacer una serie de necesidades creadas. Mientras, un porcentaje importante de la población mundial no tiene como satisfacer su necesidad de acceso a agua para beber, los alimentos necesarios para mantener su estado de salud, las condiciones de vivienda adecuadas, su acceso al estudio, a una vida mínimamente digna.
Sabemos que es urgente iniciar el proceso para dejar los combustibles fósiles bajo un modelo y condiciones diferentes a las que establecieron las grandes corporaciones de las renovables en contubernio con las administraciones anteriores, pero no podrá ocurrir sin un cuestionamiento profundo y cambios radicales para desmontar el hiperconsumo y sus desigualdades. De lo contrario, no habrá más que un maquillaje a las causas centrales de la destrucción y la desconección de la especie humana con el mundo viviente, con el planeta.