No mires arriba...
ni a ningún lado

    La película ‘No mires arriba’ ha logrado su éxito por ser una comedia negra que, justamente, presenta una serie de elementos que se asemejan a la incapacidad actual de la humanidad para enfrentar el calentamiento global. Como un meteoro que se acerca a la tierra de forma, al parecer, inevitable, la humanidad ve avanzar el calentamiento global que la llevará a un umbral de destrucción irreversible, sin tomar las acciones para evitarlo.

    El meteoro que se acerca a la tierra y que en unos meses la impactará y que tendrá como consecuencia la extinción de la población humana, es una alegoría del calentamiento global del planeta y sus consecuencias. La película No mires arriba ha logrado su éxito por ser una comedia negra que, justamente, presenta una serie de elementos que se asemejan a la incapacidad actual de la humanidad para enfrentar el calentamiento global. Como un meteoro que se acerca a la tierra de forma, al parecer, inevitable, la humanidad ve avanzar el calentamiento global que la llevará a un umbral de destrucción irreversible, sin tomar las acciones para evitarlo.

    Los excesos de la comedia no están lejos de la realidad, al presentar a la Presidenta de los Estados Unidos -Meryl Streep como Janie Orlea- evaluando cómo responder a la información que ha recibido sobre el meteoro que impactará la tierra, preocupada más en que no le afecte en el siguiente periodo electoral, es decir, en su carrera política y la de su partido. La reacción no está lejos de la del Presidente G. Bush que advirtió que no asistiría a la Cumbre de la Tierra de 1992 en Río de Janeiro si se proponía un acuerdo de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. La comunidad internacional dobló las manos ante la amenaza de los Estados Unidos, el mayor consumidor de combustibles fósiles en el mundo en ese momento, y no se firmó ningún compromiso de reducción de emisiones. En ese contexto, el vocero de la Casa Blanca declaró que no se atentaría contra el derecho de los ciudadanos estadounidenses a utilizar su auto tanto como quisieran.

    No solamente no se redujeron emisiones de 1992 a la fecha, se calcula que han aumentado en más de 60 por ciento. La realidad no está lejos de la comedia negra si consideramos que en 1992 se hablaba de la necesidad de reducir en un 80 por ciento las emisiones de gases de efecto invernadero, y no sólo no se redujeron las emisiones, se han aumentado de esa fecha ahora en alrededor de 60 por ciento. Más de 30 años perdidos, en los que mucho se podría haber hecho, como los meses que se pierden en esta comedia para lanzar una nave que haga explotar el meteorito antes de que llegue a la tierra.

    La alegoría en la película entre el meteoro y el calentamiento global del planeta/cambio climático, no sólo corresponde a la reacción del poder político, también está en el tratamiento que le dan los medios de comunicación a los temas de profundidad que cuestionan el modelo prevaleciente. Los astrónomos, el doctor Randall Mindy interpretado por Leonardo DiCaprio y su asistente Kate Diblasky interpretada por Jennifer Lawrence, que hacen el descubrimiento, asisten a uno de los programas matutinos de televisión con mayor audiencia para ser entrevistados. Los conductores, interpretados por Kate Blanchet y Tyler Perry, habituados a los contenidos vacíos, buscan evitar, una y otra vez, que los astrónomos lancen sus advertencias sobre la inminente colisión de un inmenso meteorito contra la Tierra. La situación llega al extremo en que Diblasky, desesperada, los interrumpe para lanzar a gritos su advertencia a la audiencia. Y como nota, la película no deja pasar el papel de las redes sociales donde la verdad, como es común, pierde todo sentido ante los memes de todo tipo contra la doctora Diblasky.

    No deja de haber una similitud entre su desesperación y la de los miembros de la Organización Meteorológica Mundial, del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, de científicos decanos como David Attenborough hasta activistas jóvenes como Greta Thunberg y de millones de personas más que han salido a las calles pidiendo acción a los gobiernos.

    Podemos decir que hemos llegado al momento en que ya no hay duda entre la mayor parte de la población sobre la eminente llegada del cambio climático, como en su momento en la comedia se llega a aceptar la llegada del meteorito.

    Una de las alegorías más atinadas es la que se realiza al papel y poder de las grandes corporaciones frente a la catástrofe. Es claro que las corporaciones toman el control de la situación. No es el gobierno y sus expertos, es el poder e influencia del CEO de la corporación Bash -Peter Isherwell protagonizado por Mark Rylance- quien decide cómo se enfrenta la amenaza. La omnipotente soberbia de Isherwell es una excelente caricatura de los magnates de las nuevas corporaciones. Isherwell predice el futuro de los demás y la muerte de la misma Presidenta de los Estados Unidos a partir de los algoritmos y la inmensa información que tiene de cada uno de ellos. ¿Alguna similitud con Zuckerberg y su uso de algoritmos y perfiles para determinar los gustos, inclinaciones y publicidad dirigida de forma totalmente personalizada a miles de millones de personas en el planeta?

    El omnipotente CEO de Bash se niega a la exigencia de que su plan para deshacer el meteorito antes de llegar a la tierra sea revisado por otros científicos sin conflicto de interés, que no laboren en su corporación. El plan del CEO de Bash fracasa y el meteorito se colisiona con la tierra. Pero como Bezos y Musk, ya tiene un plan para dejar la tierra, antes de su destrucción, junto con la Presidenta de los EUA y un grupo de selectos. ¿Alguna similitud con Jeff Bezos y Elon Musk con su proyecto de viajes interplanetarios?

    El final ocurre cuando quienes huyeron en la nave de Isherwell despiertan 22 mil 740 años después en otro planeta, no todos los que habían partido, pero sí la mayoría. Al descender al planeta el grupo de sobrevivientes es rodeado por varios animales y de inmediato uno devora a quien era la Presidenta de los Estados Unidos en el momento que el meteorito cayó a la Tierra, tal como Isherwell le había predicho a partir de sus algoritmos.

    No se trata de una película excelentemente realizada, tiene un excelente elenco, pero su poder radica en que se trata de un guión con un enorme y profundo simbolismo en un momento que, como humanidad, vemos ya una parte de la catástrofe climática que hemos creado, pero aún con muy poca consciencia de sus dimensiones.

    La realidad es más cruel de lo que pensamos. Sería posible, incluso, que fuera más viable destruir un meteorito camino a la Tierra que enfrentar el cambio climático evitando que llegue a extremos de retroalimentación y de no retorno.

    El reto del cambio climático es mucho mayor al que plantean las grandes corporaciones de las energías renovables que, como Isherwell, ven una gran oportunidad de negocio en la catástrofe. Isherwell calculaba los recursos minerales que podría obtener del propio meteorito si lograba partirlo en pedazos y sacar provecho de sus valiosos minerales. De manera similar, las corporaciones de las renovables ven en el cambio climático la posibilidad de dominar el futuro, presentándose como la solución. Sin embargo, no lo son, mientras se mantenga el actual modelo de consumo y derroche. La energía requerida para la construcción de las enormes centrales eólicas y solares, la energía requerida para obtener el hidrógeno como combustibles, el litio para las baterías y las enormes cantidades de minerales para transitar a esas energías, no son una salida al cambio climático.

    La crítica de No mires arriba al papel que juega la corporación, sometiendo al poder político y a la propia ciencia, llevando a la humanidad a la catástrofe, es uno de sus mayores aciertos.