La Presidenta Claudia Sheimbaum enfrenta al inicio de su gestión desafíos como pocos mandatarios mexicanos los han tenido.
El más grande es Donald Trump con sus políticas comerciales, migratorias y anti narco. Imbricado con los tres mencionados está la lucha contra el crimen organizado y más particularmente con el hegemónico en Sinaloa. Un tercero son las divisiones internas al seno de Morena. Empecemos comentando este último.
No deja de sorprender y causar indignación que, en una coyuntura sumamente crítica no tan sólo para el gobierno de la doctora Sheinbaum, sino también para el conjunto de la sociedad mexicana, dos prominentes integrantes del partido hegemónico y líderes de las dos ramas del Poder Legislativo, como lo son Adán Augusto López y Ricardo Monreal, se enfrenten abiertamente por intereses que no están del todo claros. Si no fuera porque ambos son políticos con una larga trayectoria se diría que exhiben falta de oficio, pero esta no puede ser la razón del enfrentamiento, sino oscuras maniobras, sobre todo por parte de Adán Augusto, quien inició el enfrentamiento, que deben tener intenciones de fondo. Según interpretan varios columnistas, Andrés Manuel López Obrador podría estar animando a su paisano en el desencuentro con Monreal, pero esto sería incomprensible en un momento sumamente difícil para el País y no tan sólo para Claudia Sheinbaum. Además de absurdo, sería mezquino, casi infantil que, para demostrar su poder político, el tabasqueño quiera sujetar, a través de Adán Augusto, a la nueva inquilina de Palacio Nacional, provocando rispideces entre los dos líderes camarales, algo que él jamás permitió en su sexenio.
Al margen de la causa del enfrentamiento intrapartidario, lo cierto es que ambos dejan mal parada a la Presidenta Sheimbaum, cuando la unidad nacional es imprescindible ante los embates de Donald Trump.
La que parece inminente es la primera etapa del pogromo en contra de los inmigrantes indocumentados, particularmente contra los mexicanos, en cuanto se inicie la segunda versión de Donald Trump en la Casa Blanca, tal y como lo ha anunciado Tom Homan, encargado de la política migratoria de Estados Unidos a partir del 20 de enero. A pesar de los enormes costos y dificultades que tiene un programa de deportaciones masivas, Trump tiene la necesidad políticas de hacerlo, al menos en los inicios de su cuatrienio. Sus bases electorales racistas y anti inmigrantes se lo exigen.
De igual manera, el magnate naranja insiste en aplicar altas tarifas arancelarias a las mercancías que Canadá y México exportan a Estados Unidos, para acabar lo que Trump absurdamente define como “subsidios” a ambos países. Aunque Trump y su equipo no le han puesto fecha al inicio de la imposición de aranceles, como si lo ha hecho con el programa de deportaciones, no es descartable que lo haga en las primeras semanas de su gobierno cuando vemos que esa amenaza está ligada a las acciones de México en política migratoria y en el combate a los cárteles de la droga.
Si Trump no está satisfecho con lo que haga Claudia Sheinbaum para contener la migración indocumentada que cruza por México proveniente del Caribe, Centro y Sudamérica, e incluso de África y Asia, y en la lucha contra el tráfico de fentanilo, tendrá los pretextos perfectos para imponer altos aranceles a numerosos e importantes bienes que se producen en México, sin importar que muchos de ellos sean manufacturados por empresas estadounidenses.
La migración de paso y la propia que nace en México son de dimensiones colosales y la lucha contra los cárteles de la droga es igualmente colosal, extraordinariamente complejas en muchos sentidos.
Ambas son causadas por condiciones estructurales e históricas de larga data y, por lo mismo, no se eliminan simplemente con políticas de gobierno, por más efectivas que estas puedan ser.
Quizá Donald Trump piense que sí, porque muchos de sus razonamientos, o al menos sus declaraciones, son muy simplistas, pero independientemente de ello, lo cierto es que él está pidiendo resultados inmediatos. Ante ello, Claudia Sheinbaum se ve obligada a responder, y el primer caso para hacerlo es, precisamente, detener la guerra narca que se lleva a cabo en Sinaloa y con ello reducir al máximo el tráfico de pastillas de fentanilo que salen de los laboratorios establecidos en nuestro estado.
Hasta donde alcanzamos a ver, Omar García Harfuch está combatiendo a las dos facciones principales del Cártel de Sinaloa, pero una de ellas, al parecer la de los Chapitos, dio el paso desafiante de responder al gobierno de la doctora Sheinbaum eliminando a uno de los hombres del Secretario de Seguridad. Esta ejecución implícitamente también es un desafío a Donald Trump, porque se está enviando la señal de que no se rendirán ante nadie.
Quienes hayan tomado la decisión de matar al policía de investigación están jugando con fuego, porque tanto el Gobierno Mexicano como el de Estados Unidos están demostrando que van a combatir en serio y a fondo el tráfico de fentanilo. La respuesta inmediata de la Presidenta fue enviar de regreso a Sinaloa a García Harfuch y celebrar la próxima junta de seguridad del Gobierno federal en Mazatlán.
Y si Trump actúa con la misma premura que está tomando contra los inmigrantes, no es nada descartable que lo veamos actuando pronto contra los cárteles mexicanos de la droga.