La línea dura y el nuevo Embajador del Tío Sam

    En nuestra entidad se jugará el éxito o el fracaso de las estrategias de Claudia Sheinbaum y Donald Trump frente al narcotráfico, en particular, ante el fentanilo, y, a la vez, se estará jugando la suerte del Cártel de Sinaloa, o por lo menos, de una de sus facciones principales.

    Hasta donde se alcanza a ver, las dos facciones en pugna del Cártel de Sinaloa ignoran o no han reaccionado a las amenazas de Donald Trump para enfrentarlos cuando éste inicie su segundo mandato. O quizá están esperando a que los hechos hablen.

    En contraste, Claudia Sheinbaum ha reaccionado de inmediato con un gran decomiso de fentanilo y acorralando en serio a Mayos y Chapos.

    El hombre de la cabellera naranja no parece estar blofeando, como opinan no pocos comentaristas, cuando habla de migración, aranceles y tráfico de drogas en sus relaciones con México y vemos los nombramientos que ha hecho para su Gabinete y el que ha apuntado para dirigir la Embajada de Estados Unidos en nuestro País. Todos son de línea dura, unos verdaderos halcones.

    Ron Johnson, el hombre que ha propuesto Trump para que lo represente en México es, antes que nada, un militar y agente de inteligencia. Su única experiencia diplomática fue en El Salvador, donde, dicen analistas políticos de esa nación centroamericana, fue el verdadero artífice de la política de seguridad contra las pandillas que azotaron por décadas al llamado Pulgarcito de América Latina. El Presidente Bukele parece haber sido simplemente el instrumento de Johnson en una estrategia exitosa pero con un enorme costo en derechos humanos y civiles.

    No sería exagerado decir que Trump pretende que Johnson, respaldado desde la Secretaría de Estado, la CIA, la DEA, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, el FBI y otras agencias del Gobierno de Estados Unidos, quiera impulsar en México una estrategia migratoria y antidrogas de dureza extrema como la que aplicó en El Salvador contra las pandillas.

    La Presidenta Sheinbaum ha dicho que a México se le respeta y que a su soberanía nadie la viola, lo cual desafortunadamente a lo largo de la historia no ha sido cierto en decenas de casos (ampliamente documentadas por el escritor Gastón García Cantú), como lo fue recientemente en la intervención estadounidense para secuestrar a “El Mayo” Zambada. Lo que habría que ver en esta coyuntura es hasta dónde puede México aguantar las cada vez más graves y concretas amenazas del próximo inquilino de la Casa Blanca.

    Las facciones de la guerra narca están tan enfrascadas en el día a día, que no parecen estar tomando decisiones con una visión de más largo plazo para ver qué hacen ante Donald Trump y Claudia Sheinbaum. Quizá piensen que al Gobierno mexicano lo pueden resistir en su cambio de estrategia, en el que se han abandonado los abrazos a cambio de inteligencia policial y más vigilancia militar, pero sería muy ingenuo pensar que, si los gringos van en serio y con mano dura como hicieron en El Salvador, sólo es cuestión de aguantar para que una de las dos facciones salga adelante y se quede con todo el negocio.

    Es probable que Trump no acabe con el tráfico de fentanilo de México hacia Estados Unidos, lo cual es una verdadera y creciente tragedia humana, por cierto, cada vez más amenazante para nuestra población, y que sólo logre interrumpirlo temporalmente, pero lo que sí se ve como más probable es que logre descabezar tanto al conjunto del hoy revuelto Cártel de Sinaloa como al Cártel Jalisco Nueva Generación. Trump no va a parar hasta apresar a los principales capos. De no hacerlo, sus votantes lo verían como una promesa incumplida, como un fracaso en materia de seguridad. Y para que eso no pase viene Ron Johnson.

    Trump ya tiene definidos sus objetivos en México y los hombres que buscarán concretarlos. Claudia Sheinbaum ya ha dado algunos pasos para decirle a Trump que, en el caso de tráfico de fentanilo, ya se está actuando, pero tendremos que esperar al 20 de enero para observar cómo van a iniciar su ofensiva los halcones de la Casa Blanca.

    En Sinaloa debemos estar atentos a lo que suceda porque nuestro estado va a ser escenario o, por lo menos, tema de muchas discusiones y decisiones del Gobierno estadounidense en materia de seguridad. En nuestra entidad se jugará el éxito o el fracaso de las estrategias de Claudia Sheinbaum y Donald Trump frente al narcotráfico, en particular, ante el fentanilo, y, a la vez, se estará jugando la suerte del Cártel de Sinaloa, o por lo menos, de una de sus facciones principales.

    Posdata

    El historiador Froylán Enciso, nacido en Mazatlán, avecindado en la Ciudad de México y quien realizó su doctorado en la Ciudad de Nueva York, acaba de dar a luz al que quizá sea el libro más rigurosamente documentado sobre los inicios del narcotráfico en Sinaloa. Lo ha llamado “De Sinaloa para el Mundo. Economía Política del Narcotráfico”. En la página 77 revela cómo ya en 1931 se veía a Sinaloa como uno de los ejes del tráfico internacional de drogas, tal y como lo es hoy:

    “El 23 de junio de 1931, el doctor Luis G. Cervantes, delegado sanitario federal en Mazatlán, denunció el ‘muy sucio’ tráfico de drogas en Sinaloa en una carta a Francisco Valenzuela, director del Departamento de Salubridad federal. Sinaloa, ‘vergüenza nacional’, servía como centro mundial del ‘repugnante’ tráfico de drogas... precisamente -cita Enciso a Cervantes-, porque a ciencia y paciencia de nuestras autoridades políticas y militares, se ha convertido al estado de Sinaloa en uno de los principales centros mundiales donde impunemente se trafica con toda clase de drogas heroicas, desde Culiacán y Mazatlán hasta los pueblos de mucho menos importancia”.

    Nada nuevo. Y así llevamos un siglo.