Entre las cinco personas más ricas del mundo se encuentran tres que apuestan directamente a moldear el futuro de la humanidad a su gusto, a partir de su poder económico, a partir de sus lecturas infantiles y juveniles de ciencia ficción. Esta situación, que un puñado de individuos puedan influir sobre el destino del resto de la humanidad parece ser sacada también de una novela de ciencia ficción, de una distopia impulsada por personajes que han amasado inmensas fortunas, muy por encima de gran parte de las naciones del mundo, mostrando una total inmadurez y claros delirios de grandeza, de omnipotencia y claros rasgos sociópatas. Jeff Bezos y Elon Musk con sus proyectos de llevar a la humanidad a habitar otros planetas y Zuckerberg con su anuncio de volver realidad el Metaverso, una “realidad” virtual donde los individuos podrán “vivir” varias horas al día en una “realidad” paralela, son manifestación clara de una civilización perdida.
Lectores de novelas de ciencia ficción en sus infancias y juventudes, han tomado conceptos de ellas, para explicar el mundo al que quieren llevarnos. Mientras el mundo enfrenta el avance del cambio climático, la desaparición masiva de especies, y una humanidad enfrentando desigualdades cada vez más profundas, los multibillonarios buscan una salida a otros planetas o sumergirnos en realidades virtuales.
Tanto Musk como Zuckerberg son admiradores de la saga de novelas “La Cultura” del escritor escoces Iain M. Banks. Su admiración por la saga es superflua, no la entienden en el fondo, no comprenden su denuncia contra los poderes políticos y económicos, propios del pensamiento izquierdista de Banks, totalmente contrario a sus aspiraciones y a la locura que les lleva su riqueza y ansias de poder.
De estos tres, el que claramente está demostrando ya tener un impacto directo sobre la conformación de la conciencia o inconciencia de la humanidad, como quiera llamársele, es Zuckerberg. Los miles de documentos internos que salieron a la luz de los sótanos de Facebook, demuestran el poder de los algoritmos que ha elegido esa empresa para agudizar las confrontaciones, las polarizaciones, las teorías conspirativas, etc. Esos documentos muestran cómo varios expertos trabajaron dentro de FB para desarrollar algoritmos que pudieran debilitar los mensajes discriminatorios, la violencia y que lograran una mayor protección a las mujeres. Sin embargo, los documentos y los testimonios demuestran que FB, teniendo la opción de tomar estos algoritmos, decidió no hacerlo y mantener los contrarios.
La razón de estas prácticas ha sido la ganancia, ya que la experiencia les demostraba que los mensajes violentos, los conspirativos y los polarizadores, entre otros, eran los más compartidos y los que más tiempo mantienen a los usuarios conectados. Y más tiempo es más publicidad, mayor ganancia. En la balanza de FB la ganancia no considera el daño social, las externalidades. El capitalismos salvaje en el que vivimos no considera las externalidades, y este es el principio y fin de la destrucción ambiental y social, de la decadencia civilizatoria. Todo enmarcado en una simulación de democracias donde el bien común está borrado de la consciencia de las masas por una ideología de la usura que ha penetrado a fondo la cultura.
Ante el escándalo generado por los documentos internos de FB, tanto demócratas como republicanos, respondieron en el Congreso de los Estados Unidos coincidiendo en la necesidad de regular estas prácticas. Zuckerberg, de 37 años, acudió ante el Congreso para responder a las acusaciones, a las críticas. Como si nada hubiera pasado, un par de semanas después anunció su nuevo proyecto “Metaverso”, un mundo virtual, en el que pretende que la humanidad pase un tiempo importante de su existencia relacionándonos con otros, donde podamos entretenernos, trabajar, estudiar y realizar deportes. Bastará montarse unas gafas de realidad virtual y diferentes accesorios que irán desarrollándose, para sumirnos en esa otra “realidad”.
Una idea del impacto que puede dar esta iniciativa del Metaverso es el tiempo que ya pasan los niños y niñas, jóvenes y parte importante de adultos, en las redes sociales y, en especial, el que dedican a los videojuegos. ¿Qué pasará cuando en estas realidades virtuales, que serán una especie de videojuegos a la décima potencia, la “realidad” que se presente al individuo esté dirigida de manera muy especializada al perfil que se ha obtenido de él o ella por su seguimiento minucioso en las redes y que, por ejemplo, si tiene inclinaciones a la violencia de cierto tipo, a las teorías conspirativas, a una ideología autoritaria, etcétera, etcétera, el algoritmo lo lleve a hundirse más en esos comportamientos antisociales? ¿qué pasará en la sociedad cuando esto ocurra de manera masiva?
No hablamos de elucubraciones. En un artículo anterior (Facebook y su algoritmo criminal), citamos que Frances Haugen, la ex empleada de FB que divulgó las decenas de miles de documentos internos de la empresa, ingresó a esa corporación en reacción a lo que le había pasado a su mejor amigo. Frances señaló que lo “perdió” en las teorías conspirativas en las que se ahogó en esa plataforma. Su amigo comenzó con interés en alguna de estas teorías y el algoritmo lo detectó y le dirigió cada vez más información en esa línea. Lo mismo que ha sucedido con personas inclinadas a la violencia, al abuso de género, al racismo, etcétera. Los registros de sus búsquedas en las redes sociales van marcando el perfil del individuo que es alimentado por el algoritmo para recibir lo que le “gusta” y de esa forma se van generando los extremismos. Si FB y Twitter han tenido este poder, que no podrá hacer una “realidad” virtual aumentada como el Metaverso.
Mientras tanto Musk y Bezos hablan de poblar otros mundos como una forma de escape a la destrucción del planeta. Los multibillonarios creen ciegamente en que la tecnología nos salvará, que resolverá los problemas de la humanidad, en un sentido contrario a la propia evidencia científica que muestra el absurdo y la imposibilidad de tratar de colonizar otros planetas cuando no hay la capacidad de equilibrar y restaurar la vida en la Tierra, en el único planeta que se conoce con condiciones para la vida. Zuckerberg, Musk y Bezos son la expresión de un sistema que ha creado el problema global que enfrentamos, un sistema carente de ética, de conciencia de especie, que ha concentrado la riqueza en cada vez menos manos.
Toda esta ideología definida como el “muskismo” es la máxima expresión de la decadencia civilizatoria, no resuelve nada, ahonda los problemas. Mientras, en las calles jóvenes se manifiestan para que las naciones lleguen a compromisos reales frente al cambio climático, miles y cientos de miles de personas buscan restaurar la tierra con sistemas agroecológicos, se cuestiona el hiperconsumo, la obsolescencia programada, los desechos de los productos de consumo, se demanda una democracia real que ponga el interés común por encima del privado, que las grandes corporaciones y los más ricos paguen impuestos, se exige la regulación de los algoritmos bajo principios éticos, hay millones conectados con la realidad real, encaminados a resolver los problemas.
Antonio Guterres, secretario general de la Organización de Naciones Unidas, escribió en septiembre pasado un texto titulado: “La humanidad se enfrenta a una dura y urgente elección entre ruptura y avance”. Tomo uno párrafos de su texto para terminar el mío:
“Desde la crisis climática hasta nuestra guerra suicida contra la naturaleza y el colapso de la biodiversidad, nuestra respuesta global ha sido demasiado escasa y tardía.
La desigualdad desenfrenada está socavando la cohesión social, creando fragilidades que nos afectan a todos. La tecnología avanza sin barandillas que nos protejan de sus consecuencias imprevistas.
La toma de decisiones a nivel mundial se fija en el beneficio inmediato, ignorando las consecuencias a largo plazo de las decisiones -o la indecisión.
Las instituciones multilaterales han demostrado ser demasiado débiles y fragmentadas de cara a los retos y riesgos globales actuales.
Como resultado, nos arriesgamos a un futuro de grave inestabilidad y al caos climático...
Debemos sacar la cabeza de la arena y hacer frente a las futuras crisis sanitarias, a los choques financieros y a la triple emergencia planetaria del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación.
Necesitamos un salto cualitativo para fortalecer el multilateralismo y hacerlo apto para el propósito”.