Hay partidos políticos que no niegan la cruz de su parroquia, entre otros destaca el PAN que mantiene una ideología de derecha y, además, cobija en su seno a organizaciones ultras como el Yunque, que desde las penumbras tratan de minar las posturas progresistas de la sociedad, son además homofóbicos delirantes y se oponen a que las mujeres sean dueñas de su cuerpo.
Lo anterior viene a colación por la presencia, en México, de Santiago Abascal, dirigente del Vox, partido ultraderechista de España. En su visita, en días pasados, un grupo de senadores del PAN lo invitó al recinto de Senado de la República, en una violación fragante a la soberanía y donde, sin ningún recato, los senadores panistas firmaron la Carta de Madrid, un dechado de medidas ultraconservadoras. Ante la protesta airada de la opinión pública del País, algunos senadores firmantes se deslindaron. Entre la ciudadanía prevalece la idea de que ese deslinde es una simulación, tratando de calmar las fuertes críticas de los ciudadanos, pronto se va a saber la verdadera complacencia panista con el ultraconservador Vox español.
Sostenemos que fue una soberana metida de pata de los senadores panistas el firmar la citada carta, promovida por el español Abascal, conocido en España como un redomado franquista y reconocido fascista. En algunas regiones de Europa esos grupos ultraderechistas han empezado a manifestarse con plataformas anti-inmigrantes, tratando de volver a la palestra política, lo cual sería una vuelta al franquismo y una negación de la democracia.
Por fortuna vivimos en México y en este país no se tolera la discriminación racial ni la intolerancia religiosa. Además, hay una sana separación entre el Estado laico y el clero. El pueblo mexicano es un pueblo amante de la paz y la libertad, esos principios prevalecen inamovibles. Los derechos humanos y todas las libertades inherentes a esta condición están consagradas en la Constitución del pueblo mexicano.
Por salvaguardar esas libertades los ciudadanos de este País son capases de las acciones más intrépidas, el País es celoso de sus libertades democráticas y lucha denodadamente por conservarlas y ampliarlas, lejos de permitir su menoscabo; por lo mismo, no tolera el intervencionismo de extranjeros en asuntos que incumbe resolver únicamente a sus ciudadanos, sin tutela de ningún partido extranjero, esos principios se mantienen inalterables.
Con el avance de la politización del pueblo mexicano es más difícil que partidos o grupos abiertamente de ideas derechistas logren hacer mella en la conciencia de los ciudadanos. El pueblo mexicano conoce bien el tipo de gobierno que representan, su proclividad a denegar derechos y libertades y su exacerbado autoritarismo. Son intentos desesperados de la derecha, así como formaron en lo interno la alianza prianista, para tratar de arrebatarle la mayoría del Congreso a Morena, se alían con partidos afines a su ideario facho en el exterior.
Pero el conservadurismo autoritario se ha estrellado con la ciudadanía, que ha optado por el camino del cambio, la tolerancia, la igualdad, la justicia y la democracia, que son valores muy opuestos al ideario del prianismo y de Vox. Y, cada vez, va a ser más difícil que vuelvan a gobernar esta gran Nación; lo hemos dicho y lo repetimos: el Partido Morena tiene fuerza suficiente para gobernar, sin ningún contratiempo, cuando menos por dos sexenios más después del 2024, no cabe la menor duda.
Los ciudadanos están muy claros en sus expectativas y no van a aflojar el paso, el ambiente político que prevalece marca esa infalible tendencia que señalamos. Los agoreros del pasado no tienen bases que den sustento a sus proyecciones torcidas que esparcen en los medios, menos a sus rumores o “fake news”. Los ciudadanos son mucha pieza para permitir que trunquen el futuro promisorio que vislumbran en el horizonte político del país y, por un periodo como el que señalamos, será imposible que regresen los nostálgicos del pasado, derrotados moral y cuantitativamente, los ciudadanos están sumamente despiertos como para permitir semejante hecatombe.
Los habitantes de este gran país no están dispuestos a perder lo ganado en el avance de la democracia y en su bienestar alcanzados en el actual sexenio. Su decisión es definitiva frente a las acechanzas de los retrógrados.