Después de un largo proceso de reflexión, el EZLN volvió a emitir una serie de comunicados. En uno de ellos que lleva el título de “Octava parte: P.D. Que hay que leer para saber de qué trata”, plantea la oscuridad que vivimos como humanidad.
No se trata de algo local o nacional, la oscuridad nos cubre en todo el mundo. La crisis civilizatoria es un diagnóstico compartido por varios: en este espacio escribí al respecto e incluso el fiscal de la Corte Penal Internacional y el secretario general de Naciones Unidas han hablado al respecto.
El comunicado del EZLN plantea una ruta inicial de salida. Ruta que será larga y dolorosa, pero que tiene que ser buscada “en común”, es decir “buscar juntos el camino”. Para ello “hay que reponer la luz. Pero para reponerla, tenemos que encontrarla. Y para encontrarla, tenemos que saber dónde buscarla. Y para saber dónde buscarla, tenemos que saber mero qué pasó”. Ese es el camino.
Saber y asimilar lo que pasó y sigue pasando es el primer paso, requiere dialogar y escucharnos. Una de las herramientas para encontrarlo son las Comisiones de la Verdad. Se trata de órganos creados para investigar y divulgar los procesos de violencias, reivindicar y reparar a las víctimas, realizar recomendaciones para la no repetición de los hechos. Para abonar a los procesos de justicia y comenzar, desde la verdad, a buscar la paz y la reconciliación de la sociedad.
Estas comisiones toman en cuenta factores históricos, sociales, psicológicos, económicos, políticos y cualquier otro relevante. Cada Comisión de la Verdad ha tenido mandatos y objetivos distintos, pero siempre centrándose en la investigación de patrones de violencias y no en hechos ni casos concretos. Se nutren de información pública, testimonios de miles y miles de víctimas, testigos y victimarios, fuentes periodísticas y académicas y cualquier otra que pueda generar contexto. Se busca comprender causas y consecuencias de las violencias, entornos, patrones, responsabilidades institucionales y, en algunos casos personales, impacto de la corrupción-impunidad en la violencia, y afectaciones a víctimas y colectivos.
Los trabajos suelen durar algunos años. Al concluir presentan un informe que tiene por objeto mostrar los patrones de las violencias por región y temporalidad para poder enfrentar el pasado y desde ahí construir el futuro. Por lo regular estos informes son fundamentales para los procesos de justicia que suelen llegar tiempo después. Sin verdad es imposible la reconciliación. No hay reparación suficiente sin verdad. Las garantías de no repetición solo se pueden construir desde la verdad de los hechos, la paz se sustenta en la verdad.
No hay una receta mágica ni única para las Comisiones de la Verdad. Con mucho cuidado deben definirse el mandato, los objetivos, la conformación, la temporalidad, la estructura, los protocolos y el financiamiento de la Comisión de la Verdad que le urge a nuestro país.
Estos procesos pueden ser realizados fuera de las instituciones del Estado. Desde una amplia articulación ciudadana que incluya a organizaciones sociales como las iglesias y/o universidades.
Una gran Comisión de la Verdad es una forma de “saber mero qué pasó”.