Un día sí y al otro también, en algún lugar de la República se suscitan actos atribuidos a la delincuencia organizada.
Sin embargo, el tema de la impunidad llama la atención por la implicación que representa para todo el panorama que desde hace décadas vive el País y que en esta administración de la llamada Cuarta Transformación no se ha podido o no se ha querido combatir.
Allí entran las acusaciones y declaraciones de políticos como el ex candidado presidencial Francisco Labastida, que señala al Presidente López Obrador de pactos con un cártel del narcotráfico, o la advertencia del decano político Porfirio Muñoz Ledo, quien afirma que la negociación con el narco no es heredable de esta administración a la siguiente.
A ello se suman las acusaciones desde Estados Unidos, precisamente el país anfitrión de la Cumbre de las Américas, donde dos congresistas estadounidenses acusan al Presidente mexicano de acuerdos con grupos criminales.
Ante eso, es hora que Andrés Manuel López Obrador continúa con bravatas en vez de tomar una postura que aclare todos esos señalamientos.
Al Presidente se le ha criticado por sus declaraciones simplistas de “abrazos, no balazos” para combatir a la delincuencia, o por la más reciente donde dijo que los criminales también deben ser protegidos o por sus acercamientos con la madre de Joaquín Guzmán Loera.
Independientemente del continuo golpeteo a que es sometido el Presidente por parte de sus adversarios, o el ambiente poselectoral en el país del norte, es urgente que el titular del Ejecutivo federal salga a asumir su papel de Mandatario y despeje de una vez por todas esas dudas que ponen en entredicho el estado de derecho de toda la nación.