Luego de la jornada electoral correspondiente a 2022, donde seis estados renovaron gubernaturas y en algunos también alcaldías, los partidos políticos se preparan para la justa grande, para la madre de todas las elecciones, esto es, la elección presidencial de 2024.
Decir que se preparan es más que subjetivo, porque ninguna de las fuerzas políticas están realmente ofreciendo un escenario digno de ser apreciado por los electores.
Empecemos con la Oposición, el conglomerado de partidos aglutinados, más por conveniencia que por convicción, en la agrupación Va por México.
En el Partido Revolucionario Institucional se vive una crisis que pone en riesgo el segundo apellido del tricolor, lo Institucional, con el disgusto de legisladores y ex presidentes del partido hacia la dirigencia encabezada por Alejandro Moreno, donde el popular “Alito” les contesta que fue electo por un periodo y no se va sin concluirlo.
En el Partido Acción Nacional se levantan voces contra el liderazgo de Marko Cortés, ante la pérdida de cuatro estados en las elecciones del 5 de junio.
Del Partido de la Revolución Democrática no hay mucho qué decir, el otrora brillante sol azteca se ha convertido en una enana blanca girando en torno a la constelación de Va por México.
Y Morena, el partidazo que sigue todos los pasos del PRI para convertirse en un ente corporativo a la vieja usanza; el aparato oficial se vive en fanfarrias triunfalistas que provocan desconcierto en el electorado, casi todos los aspirantes se juntan en un mitin que llaman de unidad pero en cuanto se separan lanzan diatribas a sus competidores y se erigen como los mejor posicionados, es el caso del Canciller Marcelo Ebrard y la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum; más moderado pero no menos interesado se muestra el Secretario de Gobernación, Adán Augusto López.
En el movimiento naranja parece que observan hacia donde se mueven los astros para definir su camino.
Pero ni en la Oposición, perdida en descalificar todo lo que provenga de la administración llamada la Cuarta Transformación, ni en el aparato oficial llamado Morena y sus discursos avasallantes presentan un verdadero proyecto de nación con rumbo al segundo cuarto del siglo.