A tan solo dos semanas que se realizara una manifestación contra el llamado “Plan B”, la cual tenía como objetivo defender la democracia y al INE de la embestida del Gobierno Federal, el Presidente Andrés Manuel López Obrador hizo lo que le encanta hacer y volvió al lugar de sus grandes triunfos mediáticos, el Zócalo capitalino, que es el espacio que siempre le ha brindado la respuesta de la gente, no se puede negar de ninguna manera el músculo del que goza el Mandatario nacional.
Muchos podrán poner en duda de que López Obrador quería un encuentro con la gente con el pretexto de celebrar la expropiación petrolera que realizara siendo Presidente Lázaro Cárdenas del Río el 18 de marzo de 1938.
Y muchos podrán cuestionar que esta nueva ocupación del Zócalo se realiza de cara a las elecciones que tendrán lugar este año Coahuila y Estado de México.
El Estado de México es emblemático, por tener el padrón electoral más grande del país y frecuentemente referido como un espejo para predecir los resultados de las elecciones presidenciales, en este caso de 2024.
Todo se podrá cuestionar, pero no el poder de convocatoria que tiene el Presidente.
Aunque los discursos muchas veces no concuerdan con la realidad de las acciones del Mandatario, el sábado estaba gritando que México no es un protectorado de Estados Unidos.
Que los legisladores de Estados Unidos en plan propagandístico, con grilla y con fines electoreros, politiqueros, sostuvieron que si no detenía el tráfico de fentanilo hacia la frontera norte iban a utilizar a sus fuerzas armadas.
Dijo que a esos políticos hipócritas e irresponsables se les responde que México es un país independiente.
Sí, un mensaje aplaudido nacionalista, pero fue precisamente ayer domingo cuando el mismo López Obrador compartió que durante el encuentro con una docena de autoridades estadounidenses se dialogaron asuntos que, con respeto mutuo, favorecerán a ambas naciones, se habló de migración, seguridad y comercio.
Un Presidente en la plaza y otro en la chamba.