Toca a Sinaloa, de nuevo, observar con impotencia cómo la vida de una mujer es arrancada con violencia.
El país vive desde hace décadas una violencia contra las mujeres que no tiene tregua y no hay sitio donde no se susciten estos actos.
Hace una semana hubo un ataque armado en una carretera de Zacatecas, donde murieron tres mujeres, una de ellas menor de edad; en un poblado de Oaxaca fue asesinada una adolescente afromexicana originaria del estado de Guerrero, por lo que colectivos han levantado la voz exigiendo justicia; luego, en Iguala, Guerrero, fue encontrado el cuerpo de una mujer de 25 años cerca de un campo deportivo.
Mientras en Nuevo León, donde en los últimos 20 días se han registrado 15 mujeres desaparecidas, se reportó el hallazgo del cuerpo de una de ellas, mientras aún se realiza la búsqueda de otra joven también desaparecida en el municipio de Escobedo.
Ahora Sinaloa vuelve a probar la amargura de un feminicidio, como ya lo clasificaron las autoridades.
La joven Itzel, de 21 años de edad, fue encontrada enterrada en el patio del lugar donde residía, en el municipio de El Fuerte.
No obstante que según la Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana presume una baja de feminicidios a nivel nacional, las cifras son frías, mientras una sola víctima provoca dolor.
Y aunque en el caso de Itzel se tiene a un detenido y el Gobernador del Estado reconoce que les ha sido difícil disminuir la violencia intrafamiliar, un mea culpa no es suficiente cuando de una vida se trata.
Mientras no haya respeto a la vida, mientras la barbarie siga campeando, las mujeres, uno de los sectores más vulnerables de la sociedad, seguirán siendo víctimas indefensas.