Parecería repetitivo, pero la realidad es que es insistencia, el tratar el tema de las desapariciones, cada vez más sensible entre la población sinaloense.
El clamor de la influencer Samantha Guzmán a través de sus redes sociales, por el regreso de su padre, debe mover hasta la fibra más honda de cada ser humano.
Llama la atención el caso, no porque sea único, sino porque se sale de lo común en edad y en características del empresario mazatleco, que más asemeja a un secuestro por dinero que a una desaparición por reclutamiento o por venganza contra una facción del grupo criminal.
El secuestro como tal es una criminalidad que casi ha sido erradicada de Sinaloa, un poco por el actuar de las autoridades y un poco por las dinámicas de los grupos locales del crimen organizado, por eso inquieta el caso del empresario Guzman.
¿Es el caso de que están de vuelta los secuestros de objetivos de alto perfil? ¿Saben las autoridades de qué naturaleza será este caso y otros similares? ¿Tendrán alguna idea de lo que está pasando? ¿Estarán dando la atención necesaria a éste y otro caso?
Lo dicho, es una situación que inquieta y atemoriza.
Desde que inició la actual crisis de seguridad, en septiembre, se acumulan ya casi 900 casos con denuncia de privación de la libertad en el estado, más las que pueden sumarse porque no son denunciados.
Alrededor del 10 por ciento de esos desaparecidos han sido hallados sin vida, y más o menos el 30 por ciento han vuelto con vida.
Pero más de 600 de esas personas continúan desaparecidas.
El flagelo de las desapariciones nos mantiene en vilo a la sociedad sinaloense.