Una carrera política a contracorriente de los partidos: ella es Xóchitl Gálvez
Por: Ernesto Núñez Albarrán
En agosto de 2000, un grupo de head hunters puso el nombre de Xóchitl Gálvez Ruiz en la oficina del presidente electo, Vicente Fox. De entonces 37 años, la empresaria hidalguense tenía una trayectoria que impresionó al guanajuatense.
Ingeniera en Computación egresada de la UNAM; fundadora de dos empresas de tecnología y mantenimiento de infraestructuras inteligentes (High Tech Services, en 1992, y OMEI, años más tarde); creadora y presidenta de la fundación Porvenir, dedicada a apoyar comunidades marginadas; premiada por organizaciones y revistas internacionales; reconocida por el Foro Económico de Davos como líder global del futuro; empresaria del año...
Un currículum que contrastaba con su origen indígena y humilde. Oriunda de un municipio de raíces otomíes ubicado en el Valle del Mezquital llamado Tepatepec, en Hidalgo, Xóchitl creció acarreando leña y pudo acceder a los estudios hasta los nueve años de edad.
En aquel año 2000, ya se habían publicado reportajes en la prensa económica en los que se relataba la historia de una empresaria de tecnología que salió adelante vendiendo gelatinas y que, de joven, le hacía la parada al Metro cuando se transportaba a Ciudad Universitaria.
Para el foxismo, la hidalguense era el perfil perfecto para el gabinete del cambio por el que 16 millones de mexicanos habían votado en la elección del 2 de julio de 2000.
Sin embargo, para el panismo, la futura coordinadora de la oficina presidencial para la atención de los pueblos indígenas fue una figura incómoda desde el inicio.
Malhablada, indigenista, declarada como una mujer de izquierdas y madre de dos hijos a los que veía poco para atender su trabajo, Gálvez no encajaba en los cánones conservadores del panismo.
Muy pronto, la nueva funcionaria chocó con los panistas doctrinarios y los coordinadores parlamentarios con los que el propio Fox tuvo constantes diferencias: el senador Diego Fernández de Cevallos, el diputado Felipe Calderón y el dirigente Luis Felipe Bravo Mena, quienes desde el Congreso ejercían una recalcitrante defensa de las posturas más conservadoras de Acción Nacional.
En los primeros meses de la administración, mientras Gálvez generaba diagnósticos sobre la “preocupante miseria” de millones de mexicanos indígenas y la doble discriminación de las mujeres pertenecientes a alguna etnia, los líderes panistas le ponían obstáculos a la agenda social del foxismo.
No solo fue su negativa a que el gobierno aprobara una reforma indígena que cumpliera los Acuerdos de San Andrés firmados con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, sino su censura a la marcha zapatista de 2001 y su rechazo absoluto a que los encapuchados —especialmente el Subcomandante Marcos— hablaran a la nación desde la tribuna del Palacio Legislativo de San Lázaro.
Con ello, el “jefe” Diego y Calderón no solo impidieron que Fox resolviera el conflicto zapatista “en 15 minutos”, como había prometido en campaña, sino que iniciaron una especie de cacería de los cuadros menos panistas del gobierno federal, entre quienes figuraba, desde luego, la mujer indígena que ocupaba una oficina en Los Pinos.
Pese a todo, en 2003 la oficina de Xóchitl Gálvez se transformó en la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), gracias a una reforma legal impulsada por ella. El despacho burocrático se transformó en una comisión con una junta de gobierno integrada por 13 secretarios de Estado y un consejo consultivo con representantes de 62 pueblos originarios.
Con esa proyección, se llegó a hablar de Gálvez como probable candidata del PAN a la presidencia municipal de Pachuca o a la gubernatura de Hidalgo en los comicios locales de 2005, pero el panismo le cerró el paso.
Un año más tarde, cuando Felipe Calderón llegó a la Presidencia de la República tras su polémica elección, Xóchitl Gálvez volvió a enfrentarse al panismo: el 6 de diciembre de ese año, en el quinto día del sexenio calderonista, la titular de la CDI denunció que la nueva administración había hecho un recorte de más de 900 millones de pesos a la comisión, y renunció al cargo.
“Posiblemente no ha dado tiempo de ver las prioridades que se tienen con las comunidades indígenas, probablemente se piense que con los recursos que tienen las secretarías es suficiente. Escuché del secretario de Hacienda que hay que apretarse el cinturón, pero me parece que a lo largo de la historia los que se han apretado el cinturón son los pueblos y las comunidades indígenas”, dijo unos cuantos días antes de entregar la oficina.
El 16 de diciembre de 2006, Calderón sustituyó a Gálvez por el veterano panista Luis H. Álvarez, quien se fue del gobierno en 2009, enterrando la promesa panista de atender los rezagos de las comunidades indígenas.
En 2007, Gálvez buscó integrarse al Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de la Organización de las Naciones Unidas, pero el gobierno de Calderón no apoyó su postulación.
La campaña de Hidalgo
Salió del reflector y, hasta octubre de 2009, Xóchitl Gálvez reapareció como precandidata a la gubernatura de Hidalgo. El calderonismo estaba en crisis tras su derrota en las elecciones intermedias, y la dirigencia nacional del PAN impulsó una estrategia de alianzas con el PRD para tratar de frenar el avance del PRI.
En 2010 fue la candidata de la alianza PAN-PRD-PT-Convergencia a la gubernatura de Hidalgo, en una dura campaña en la que denunció acoso, amenazas e incluso un asalto a sus oficinas, acusando al gobernador priista Miguel Ángel Osorio Chong de organizar una elección de Estado para imponer a su sucesor.
Su campaña fue coordinada por Jesús Zambrano, líder perredista con quien la une una sólida amistad hasta la fecha. Obtuvo el 45% de los votos, pero fue derrotada por el priista Francisco Olvera, quien se llevó más del 50% de la votación.
Después de esa incursión, Gálvez volvió a alejarse de la política partidista, a la que solo volvía para hacer apuestas en favor del equipo de sus amores, el Cruz Azul. Apuestas que casi siempre perdía y que la llevaban a donar cobijas, computadoras y enseres a comunidades indígenas. Eso le permitió mantener su presencia mediática.
En 2011, apareció un día en la campaña de Luisa María Calderón, hermana del entonces presidente y candidata a la gubernatura de Michoacán, a quien le dio un solo consejo: “No pongas en tu gabinete ni a rateros, ni a huevones, ni a pendejos”. Al igual que Xóchitl, ‘Cocoa’ Calderón perdió la gubernatura.
Un año después, cuando el PRI ya había vuelto a Los Pinos, Xóchitl Gálvez anunció un proyecto para el uso de software aplicado a transparencia y rendición de cuentas, y se declaró decepcionada de la política partidista.
“No se pudo desde la vía de los partidos, donde hay gente de pedigrí. Yo no soy pedigrí, ahora vamos a trabajar en espacios ciudadanos. Voy a comenzar en Hidalgo dando a los chavos herramientas para vigilar que, por ejemplo, las obras se lleven a cabo. La política partidista queda en el olvido. Nunca me afilié a ningún partido, y no es que haya perdido, simplemente me doy cuenta que mi estructura mental no me da para hacer cosas que no debo”, expuso en una entrevista con el diario Reforma, a finales de 2012.
En ese año, su “impecable” biografía se vio manchada por la detención de su hermana, Jacqueline Malinali Gálvez, acusada de pertenecer a una banda de secuestradores. Tras 11 años en prisión, sigue presa en el penal de Santa Martha Acatitla. Recientemente, Xóchitl Gálvez dijo en una entrevista radiofónica con el periodista Ciro Gómez Leyva que su hermana menor sigue esperando sentencia y que su caso debe ser revisado, pues cumple con las condiciones para continuar el proceso en prisión domiciliaria.
Jefa delegacional y senadora: el regreso al PAN
En 2015, con Gustavo Madero como dirigente nacional del PAN, Xóchitl Gálvez volvió al partido. En enero, se apuntó para ser candidata a diputada federal por el estado de Hidalgo, pero dos meses después fue postulada como candidata a la jefatura delegacional de la Miguel Hidalgo.
Cuando un sector del PRD cuestionó su residencia hidalguense, Xóchitl mostró boletas prediales para demostrar que tenía 17 años viviendo en la delegación, aunque su credencial del INE era de su estado natal.
En las elecciones de junio tuvo que ir a Pachuca a votar por presidente y legisladores federales. No pudo votar por ella misma, pero aun así derrotó al perredista David Razú, quien era impulsado por el delegado Víctor Hugo Romo.
Durante la campaña, la candidata lamentó que sus antiguos aliados del PRD recurrieran a “prácticas priistas” para tratar de retener el territorio, y finalmente derrotó a la dupla Romo-Razú con apenas 4 mil votos (2% de diferencia).
El PAN recuperó varias delegaciones en aquellas elecciones, pero el triunfo de Miguel Hidalgo destacó por el perfil de la candidata, quien fue postulada sin ser militante del blanquiazul.
Su administración no estuvo exenta de polémicas: redujo la burocracia delegacional y generó ahorros para invertir en obra social y servicios urbanos, pero enfrentó múltiples quejas de dueños de antros y algunas denuncias por el otorgamiento irregular de licencias. Recorrió el territorio en bicicleta, prometió que no aceptaría “moches” a cambio de licencias de construcción, pero enfrentó duras críticas por las polémicas acciones de su colaborador Arne Aus den Ruthen, a quien nombró su city manager y le otorgó el poder de encabezar vistosos operativos en la vía pública que generaban abusos y quejas de los ciudadanos afectados.
Recientemente, Víctor Hugo Romo —quien regresó a la demarcación en 2018, pero ahora postulado por Morena— denunció que, durante la gestión de Gálvez como jefa delegacional, sus empresas se vieron beneficiadas con contratos en edificios construidos con permisos que otorgó su administración.
Gálvez ha negado esas acusaciones, por las que Romo interpuso denuncias ante la Fiscalía General de la República por presunto conflicto de interés y corrupción.
En marzo de 2018, cuando aún le quedaban seis meses en el cargo, Gálvez renunció al cargo para postularse como senadora de la alianza PAN-PRD-MC en la Ciudad de México, en fórmula con Emilio Álvarez Icaza.
Al dejar el cargo tuvo que pagar una apuesta: la de irse hasta el último día de gestión. Vendió su departamento de Las Lomas de Chapultepec para crear un fideicomiso de 6 millones de pesos para becar a niños de colonias populares de la demarcación.
Tras una campaña marcada por la derrota del panista Ricardo Anaya en la elección presidencial y la perredista Alejandra Barrales en la Ciudad de México, Gálvez fue de las pocas candidatas de la coalición Por México al Frente que aseguraron un lugar en el Senado.
De inmediato se adscribió al grupo parlamentario del PAN y fue nombrada presidenta de la Comisión de Asuntos Indígenas, con pocas reformas relevantes durante los cinco años de su gestión.
Según el portal del Senado, ha presentado 186 iniciativas y 162 proposiciones. En 304 sesiones, lleva apenas cuatro inasistencias justificadas y 11 por comisión oficial.
Desde la tribuna, ha sido una crítica intensa de las políticas del Gobierno de la Ciudad de México y en diversas ocasiones demandó información detallada sobre el accidente ocurrido en 2021 en la Línea 12 del Metro.
Desde 2020 fue mencionada como probable candidata del PAN en la CDMX en los comicios de 2024, pero en diciembre de 2022 una mención del presidente Andrés Manuel López Obrador, acusándola en la conferencia mañanera de pretender eliminar los programas sociales de la llamada 4T, la colocó en la agenda nacional.
La senadora hizo una petición formal de derecho de réplica en la conferencia del presidente y, cuando Presidencia se la negó, se fue a tribunales.
Mientras litigaba ese asunto, Gálvez aumentó su estridencia: en diciembre de 2022, durante la aprobación del llamado “plan B” de reforma electoral, se paseó por los escaños vestida con una botarga de dinosaurio. Y, en abril de este año, cuando Morena usaba su mayoría para aprobar múltiples reformas mientras bloqueaba el nombramiento de comisionados del INAI, se encadenó en la mesa directiva de la sede alterna del Senado para impedir que la mayoría utilizara ese recinto.
Pocas semanas después, un juez le dio la razón y ordenó a Presidencia garantizar su derecho de réplica. El 12 de junio de 2023, Xóchitl Gálvez se presentó en Palacio Nacional con la orden del juez para que se le permitiera pasar al Salón Tesorería a intervenir en la mañanera, pero le fue negado el acceso.
Eso la puso en la órbita de los dirigentes partidistas, de empresarios y de los grupos promotores del frente opositor, como UNIDOS, dirigido por el empresario Claudio X. González, y el Frente Cívico Nacional, del experredista Guadalupe Acosta Naranjo.
Todos ellos le pidieron abandonar la carrera por la Jefatura de Gobierno y subirse al ring nacional. Finalmente, el 27 de junio, Gálvez regresó al Zócalo, pero ya no para tocar la puerta de Palacio Nacional, sino para anunciar su intención de ser candidata presidencial en 2024.
Desde entonces, el presidente López Obrador la ha colocado en el centro de su crítica e incluso le ha dado pie para ser denunciado por violencia política en contra de las mujeres en razón de género, en un caso que Gálvez ha ganado, tanto en el Instituto Nacional Electoral como en el Tribunal Electoral.
El pulso con el presidente la convirtió en la favorita dentro del proceso del Frente Amplio por México, del que surgirá la candidatura presidencial de la coalición PAN-PRI-PRD y los grupos ciudadanos que impulsan un frente antilopezobradorista.
La “señora X”, como la ha llamado el presidente en las mañaneras, aún debe derrotar a dos políticos de larga trayectoria en el proceso del frente opositor (el panista Santiago Creel y la priista Beatriz Paredes), antes de ser proclamada candidata.
Xóchitl Gálvez aún no se afilia al PAN, sigue siendo malhablada y le irá por siempre al Cruz Azul.