‘Otis’: la veloz transformación de una tormenta tropical a un devastador huracán
Por Astrid Arellano
En menos de 12 horas, una tormenta tropical se transformó en el huracán más intenso que ha tocado el Pacífico mexicano. En un tiempo récord, Otis, como fue llamado este evento, alcanzó la categoría 5, la más alta en la escala de Saffir-Simpson. Con esa fuerza golpeó el puerto turístico de Acapulco, en el estado de Guerrero, al sureste de México, dejando un escenario de devastación: más de 20 personas fallecidas, miles de personas aisladas, incomunicadas y sin acceso a alimentos ni servicios básicos.
Los científicos intentan descifrar con cautela el origen de la veloz transformación de Otis, hasta ahora atribuida a la temporada de El Niño y el aumento de temperaturas del océano, de acuerdo con investigadores de instituciones como el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (Cicese) y el Instituto de Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“En estos momentos, no se puede atribuir al cambio climático, pero tampoco lo podría negar. Hacen falta datos. En el Pacífico, la información data desde 1950, pero para cuestiones de cambio climático se necesitan muchos más años, por lo menos unos 100 o 120 para poder tener tendencias observadas”, explica Christian Domínguez, investigadora del Instituto de Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La especialista en hidroclimatología tropical resalta lo que hasta hoy se conoce gracias a la ciencia: “A nivel mundial, no sólo para el Pacífico, bajo condiciones de cambio climático está habiendo una reducción en el número de ciclones tropicales, pero se están volviendo cada vez más intensos”.
Al mediodía del martes 24 de octubre, Otis era una tormenta tropical. La cronología presentada por la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana narró que bastaron nueve horas para que su intensidad alcanzara el punto máximo y se convirtiera en un huracán categoría 5. Para la medianoche, el centro del huracán tocó tierra en la costa central de Acapulco, en el estado de Guerrero, y sus vientos de 270 kilómetros por hora y rachas de hasta 330 arrasaron con todo a su paso.
“Rompió récord de intensificación. El anterior lo tenía el huracán Patricia en el año 2015. De hecho, de 1966 a la fecha, solamente dos huracanes se han intensificado de esa manera. El agua del mar, en el momento que se estuvo desarrollando, tenía 30 grados centígrados. Con 27 grados un huracán ya puede empezar a desarrollarse; ahora tenía tres grados más”, explica a Mongabay Latam Alejandra Méndez Girón, coordinadora general del Sistema Meteorológico Nacional (SMN).
Desde la tarde del lunes 23 de octubre, el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos alertó que Otis era potencialmente catastrófico. Ese día, este organismo avisó que la tormenta tropical tenía potencial de convertirse en huracán antes de alcanzar las costas mexicanas, por lo que mantuvo sus actualizaciones sobre sus posibles impactos.
Para la tarde del martes 24 de octubre, el Centro ya advertía que el huracán —en ese momento en categoría 4— era “extremadamente peligroso” y “potencialmente mortal” por lo que debían acelerarse las acciones para proteger la vida de las personas, pues ya se predecían “significativas inundaciones costeras” y “olas grandes y destructivas”.
“Los modelos numéricos no indicaban que se podía intensificar rápidamente, sino que era un huracán que podía impactar como categoría 4. Sin embargo, se hizo un vuelo de reconocimiento de un avión cazahuracanes, del Centro Nacional de Huracanes (de Estados Unidos). Posterior a ese vuelo, se indicó que había mucho potencial para que el huracán se siguiera intensificando, de tal manera que podía alcanzar la categoría 5 y que el impacto podía ser de categoría 5”, agregó Méndez Girón.
El Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, que a su vez es el Centro Meteorológico Regional Especializado de la agencia de la ONU, afirmó que “Otis se ha intensificado explosivamente durante las últimas 24 horas, una marca sólo superada en tiempos modernos por el huracán Patricia en 2015”.
Jorge Zavala Hidalgo, director e investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático en la UNAM, señaló a Wired que Otis “fue categoría 5 y los fenómenos de este nivel son pocos, raros. El ciclón tocó tierra con la más alta clasificación, cuando lo usual es que estos fenómenos alcancen la máxima categoría lejos de las costas y se debiliten al entrar al continente, pero sin duda su rasgo más memorable será haber cambiado tanto en tan poco tiempo”.
Hasta el 26 de octubre, las autoridades reportaron 27 personas fallecidas y cuatro desaparecidas a causa del huracán. El resultado material ha sido miles de destrozos en viviendas, edificios dañados —con un 80 % de hoteles afectados—, interrupción en telecomunicaciones, inundaciones y deslaves en carreteras no sólo en Acapulco, uno de los mayores centros turísticos del país, sino en comunidades más pequeñas y vulnerables.
Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, afirmó que “se hará un censo, casa por casa, para ver las viviendas afectadas y pequeños negocios”, y adelantó que se apoyará con un programa de construcción y mejoramiento de vivienda para los afectados. “Hubo milpas de maíz afectadas por la lluvia y el viento, se arrancaron árboles, fue muy fuerte el impacto. Se va a apoyar a pequeños productores que perdieron sus cosechas”, agregó el mandatario.
De acuerdo con información del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), los modelos de pronósticos internacionales no preveían en un inicio que el huracán evolucionara como lo hizo. En Acapulco, lo más común era registrar huracanes categoría 1. El huracán Pauline, de 1997 tuvo esa intensidad, pero con lluvias más fuertes, que provocaron inundaciones. El huracán más potente registrado en Guerrero y Michoacán fue el Madeleine, de categoría 4, en 1976. De acuerdo con el SMN, en los últimos 50 años, 270 ciclones han impactado a México, lo que lo convierte en uno de los países más afectados por estos fenómenos naturales.
“Lo que ocurrió el martes 24 de octubre fue algo atípico y un escenario poco probable. Se rompió el récord histórico de intensificación en México, que era de 24 horas con el huracán Patricia, en 2015”, confirmó Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, durante la conferencia de prensa matutina del gobierno mexicano realizada el jueves 26 de octubre.
Los huracanes en el futuro
La rapidez con la que Otis se intensificó y se convirtió en huracán fue insólita. Aunque científicos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) afirman que existe una relación directa entre la fuerza de los huracanes y el cambio climático, la comunidad científica en México aún no puede confirmarlo completamente. Lo que sí puede decirse es que la temperatura del océano Pacífico ecuatorial oscila entre un estado cálido y frío de manera natural por la presencia de los fenómenos de El Niño y La Niña.
Este año, El Niño ha transportado corrientes submarinas con el calor proveniente desde los trópicos hasta las costas del Pacífico mexicano. Este evento común ha provocado que el océano Pacífico —que normalmente oscila entre los 23 y los 29 grados centígrados— esté más caliente de lo normal, con temperaturas arriba de los 30 grados, lo que tiene consecuencia en los ciclones. Es decir, entre más caliente esté el mar, hay más energía disponible para alimentar estos eventos.
“Es muy difícil atribuir el hecho de la intensificación súbita del fenómeno al calentamiento global. Es algo contraintuitivo. Sabemos que la energía que alimenta a las tormentas proviene del océano y, mientras más caliente sea el agua superficial, más intenso es el fenómeno. Uno podría pensar que si el clima a futuro va a ser más cálido, suena lógico que los ciclones van a ser más intensos. Pero resulta que esa historia está incompleta: no sólo es la temperatura superficial del mar el único factor que afecta la intensidad de los ciclones, también importa cómo están distribuidos los vientos en la atmósfera”, explica Cuauhtémoc Turrent, investigador del laboratorio de pronóstico meteorológico del departamento Oceanografía Física del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (Cicese), en Baja California.
Es decir, para que un ciclón se intensifique como ocurrió con Otis, los vientos a diferentes alturas tienen que estar más o menos alineados en la misma dirección, apunta Turrent.
Los resultados de investigación científica sobre cómo van a ser los ciclones en el futuro, con un clima caliente —agrega Turrent— no son concluyentes en el sentido de que todos van a ser más intensos, más frecuentes y más devastadores. Aunque hay algunos resultados científicos que van en ese sentido, existen otros que acotan esa conclusión.
“Para poder decir que este evento trágico se puede atribuir al calentamiento global, es necesario llevar a cabo una serie de estudios que no hay manera de que se hayan hecho en apenas estas 48 horas que han pasado”, sostiene el especialista.
Para Turrent, el mensaje debe ser que el clima está cambiando de una manera acelerada y que este tipo de fenómenos pueden ocurrir con más frecuencia en el futuro.
La investigadora Christian Domínguez, de la UNAM, señala que en las próximas décadas se puede esperar que los huracanes sean más destructivos, no solamente en términos de viento —a lo que se refiere el sistema de categorías— sino también en cuestiones de precipitación. “Se pueden producir más precipitaciones y podrían alcanzar categorías más altas —de 3, 4 y 5—, pero también una reducción en el número, que sean menos de los actualmente tenemos”, explica.
La urgencia de acciones climáticas
El pasado miércoles, al menos 20 organizaciones civiles mexicanas como la Alianza Mexicana contra el Fracking, el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda) y Greenpeace México lanzaron un comunicado exigiendo al gobierno de México “acciones climáticas claras, inmediatas y contundentes” y denunciaron la ausencia de políticas para la prevención y reducción de riesgos frente a estos desastres.
“Este tipo de fenómenos no son fortuitos y su magnitud y frecuencia se incrementarán en caso de no hacer frente al incremento de temperatura global. La crisis climática y sus impactos, como el huracán Otis, son consecuencia directa de la extracción y quema de combustibles fósiles y de la degradación de los ecosistemas que hacen posible la vida como la conocemos”, escribieron las organizaciones firmantes.
La inversión del presupuesto del Estado mexicano “sigue dirigida a fortalecer y perpetuar un modelo fósil que alimenta la crisis, en detrimento de los compromisos y acciones climáticas necesarias. Apostar por este modelo significa sacrificar territorios y poblaciones con desastres como el que esta semana impactó la costa de Guerrero”, agregaron.
El desorden territorial y la vulnerabilidad climática
Los daños se potencian cuando la suma de errores humanos aumenta. Para Octavio Klimek, doctor en ciencias forestales y especialista en conservación de la naturaleza por la Universidad Técnica de Dresden, Alemania, el desorden territorial que se propicia con la construcción de grandes complejos hoteleros y turísticos frente al mar o zonas cercanas, y viviendas en zonas inundables, “va contra toda lógica”.
El analista ambiental originario de Guerrero sostiene que los efectos catastróficos de Otis se potencializaron debido a que en el municipio de Acapulco “el desorden ha sido propiciado por las autoridades; fue un desastre socialmente construido por malas políticas públicas y malas decisiones”.
La vulnerabilidad climática de Guerrero ha sido un asunto que no se ha tomado en serio, dice el especialista, por lo que se necesita pensar hacia el futuro y trabajar en un urbanismo ecológico. En la región se ha alterado totalmente el sistema lagunar costero y zonas de manglares se han perdido históricamente al ser rellenadas para construir encima.
“La naturaleza llamó a cuentas. Esos sitios se vuelven a inundar porque están en zonas frágiles, por algo estaban esos manglares ahí. Este tipo de desarrollos y centros turísticos de alta densidad evidentemente no son lo que se requiere en tiempos de cambio climático”, sostiene Klimek.
Y agrega: “No podemos seguir diseñando edificios prácticamente frente a la zona costera, porque van a ser rebasados por las tormentas, como ahora se observa”.
Ahora se debe reflexionar sobre los temas que vulneran a Acapulco y pensar hacia adelante, dice Klimek, “lo esencial es unir los puentes entre la ciencia y las políticas públicas, porque están rotos”.
El investigador resalta que si se va a invertir miles de millones de pesos, “que no sea sobre las ruinas, sino en reconstruir de manera efectiva sobre qué es lo que queremos como proyecto de desarrollo del territorio en estas regiones costeras. Esto es Acapulco, pero puede ser cualquier lado”.