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Damnificados

‘¿Dónde está el gobierno?’: la ausencia de autoridad y la lenta entrega de víveres generan caos en Acapulco

Pobladores advierten que la lenta entrega de víveres y la falta de seguridad están provocando caos en Acapulco, tras el paso de ‘Otis’. Autoridades dicen que la ayuda está fluyendo y prometen llegar a todas las colonias

Por Manu Ureste


“¿Dónde está el gobierno? ¡No se vale!”.

Los gritos desesperados los da un hombre de unos 50 años, moreno, alto y fibroso, que se encuentra en la gasolinera que está a un costado del monumento de la Diana Cazadora de Acapulco.

Son las 4.30 de la tarde y hace tan solo un par de horas antes, la Secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, aseguró rotundamente desde el centro de acopio instalado por el Ejército, a un par de kilómetros del aeropuerto, que la situación tras el paso del huracán Otis estaba bajo control y que ya los víveres estaban siendo distribuidos de manera masiva.

Sin embargo, a cuatro días del impacto del huracán categoría 5, la falta de agua, comida, electricidad y combustible están haciendo mella en el ánimo de los pobladores, que claman porque la ayuda humanitaria llegue de manera mucho más rápida y fluida a todas las colonias.

“¡Es un abuso de autoridad, los policías se están llevando la gas!”, grita con las venas del cuello muy marcadas el hombre, mientras agita al aire, amenazante, el galón rojo donde pretende recargar combustible. Atrás de él, una enorme fila de personas que se extiende por kilómetros, alzan también las garrafas vacías y comienzan a increpar a un grupo de policías ministeriales del estado de Guerrero que pidieron a la población que se hicieran para atrás porque ellos iban a repostar también gasolina.

“¡Mañosos!”, se escucha entre la turba de gente, que piensa que los agentes ya no los van a dejar cargar combustible.

“¿Por qué no nos venden la gasolina? ¡La queremos comprar! Ellos se la están robando, ¡ellos son los rateros, no nosotros!”.

$!Poblador afectado por el desabasto de gasolina en Acapulco.
Poblador afectado por el desabasto de gasolina en Acapulco.


Por momentos, la tensión va incrementándose, hasta el punto de que los agentes ministeriales agarran del cuello a uno de las personas que los increpa, y se lo llevan aparte, hasta que la turba reacciona airada y sale corriendo hacia el grupo de policías ministeriales, que al percatarse de que la situación se ha tornado en un peligroso polvorín deciden soltar a la persona y meterse rápido a sus patrullas para abandonar a toda prisa la gasolinera.

“¿Dónde está el gobierno, López Obrador?”, vuelve a gritar el señor con las venas del cuello y de los brazos a punto de estallarle, que azota con furia y frustración el galón rojo contra el suelo, para volver a increpar: “¿Dónde está la autoridad?”.


Caos por víveres en Acapulco; autoridades prometen llegar a todos

En las colonias más alejadas de la zona turística de la costera, la situación también continúa siendo caótica. En la Cereso número 2, donde se encuentra el penal de Acapulco, Ricardo Flores, de 26 años, observa entre las rendijas de una cortina de hierro si aún queda algo de comida en un Oxxo. Lleva cargando a su bebé de meses.

“¡Necesitamos agua!”, grita a un convoy de militares, que le devuelven la mirada en silencio. “¡Y también alimento! ¡El huracán nos quitó todo!”, vuelve a gritar. Junto a él, sentada en una banqueta enfrente del Oxxo, una mujer adulta mayor se lleva las manos a la cara.

Está cansada, desesperada, y con hambre y sed. “Aquí hay muchos niños que no tienen nada de comer ni de beber. Se necesitan muchos pañales”, musita la mujer, que vuelve a llevarse las manos al rostro sudoroso por el intenso calor húmedo del puerto.

“No hay ni tortillas para llevarse a la boca”, lamenta por su parte Ángel, de la colonia Radio Coco. “Han pasado ya muchos días y seguimos sin ayuda. Necesitamos agua, mucha agua, y también comida. Hay gente que ya está pasando hambre y que en su casa no les quedó ni una cobija”.

En el poblado de Llano Largo, al paso del convoy de militares que está haciendo un recorrido para anotar las principales carencias de la población para, después, comenzar el reparto de las despensas que están llegando a cuentagotas al centro de acopio instalado junto al aeropuerto, hay quienes entre la población saludan a los soldados y les agradecen el apoyo, pero también muchos que los miran con cara de enojo y les increpan por la ausencia de autoridad y de alimentos.

“¡Queremos apoyo, no que vengan a tomarnos fotos!”, gritaban algunas de las personas al ver al convoy militar acompañado de periodistas.

“La situación con el agua es horrible”, apunta la señora Rufina Maldonado, que se encuentra sentada en una sombra junto a la glorieta de la Diana; tiene la esperanza de que los militares le dejen hacer una llamada para avisar a sus familiares, cuatro días después del huracán, de que ella y los suyos se encuentran bien. “Con vida, que es lo importante”.

“Y la situación de inseguridad es otra cosa que está horrible”, añade. “La delincuencia está muy fuerte. Es todo un descontrol. Quiero pensar que las autoridades no se dan abasto a controlar la ciudad, por eso debemos tener fe, pero la realidad es que la situación es muy complicada”.

$!Rufina, afectada por el huracán Otis en Acapulco, critica la respuesta de las autoridades.
Rufina, afectada por el huracán Otis en Acapulco, critica la respuesta de las autoridades.


Unas horas antes, la Secretaria Luisa Alcalde pintó un panorama de la situación radicalmente distinto. En entrevista a su llegada al centro de acopio, la funcionaria federal insistió varias veces en que la situación está controlada, y que ya se está repartiendo la ayuda.

“Vamos a un ritmo muy rápido”, subrayó.

Cuando se le planteó que hay pobladores que en las colonias menos turísticas denunciaron la falta de ayuda, Alcalde hizo hincapié en que desde este sábado ya se están repartiendo víveres a través del Ejército mexicano.

“Hay un despliegue de 15 mil elementos de las fuerzas armadas y vamos a llegar a todas las colonias”, hizo hincapié.

“¿Creen que serán suficientes 15 mil elementos para una población damnificada de 800 mil?”, se le cuestionó.

“Lo que sea necesario, no hay límites. Ni para reforzar elementos, ni recursos. Vamos a llegar a todos lados”, prometió la Secretaria de Gobernación.


Pobladores de Acapulco se sienten inseguros, pese a llegada del Ejército

Junto a una farmacia con la fachada completamente destruida y su interior saqueado, un grupo de guardias nacionales y de soldados del Ejército observan impasibles la escena, concentrados en dar fluidez al tráfico a la atascadísima costera Miguel Alemán.

Horas antes, durante la mañana, las patrullas del Ejército mexicano pasaban por la misma costera Miguel Alemán donde, como en prácticamente en todo el territorio de Acapulco, no queda ningún comercio grande, mediano y pequeño, que no haya sido desvalijado por personas que buscan víveres y por otras que también buscan recuperar por su cuenta algo de lo que el huracán les arrebató.

“¡Oigan, están saqueando!”, grita un hombre de unos 60 años, menudo, algo encorvado, que llama la atención de los militares alzando el brazo hacia un pequeño centro comercial en el que un grupo de personas todavía alcanzaba a sacar unas mesas y sillas que estaban cargando en una camioneta de batea.

“¿Qué no piensan hacer nada? ¿Los van a dejar?”, pregunta impotente a gritos el hombre, mientras la patrulla del Ejército sigue su camino y los soldados solo alcanzan a responderle: “Lo sentimos, no podemos hacer nada”.

Lo anterior es solo una pequeña estampa de lo que han sido estos cuatro días tras el paso de Otis, en cuanto a los saqueos y la ausencia de autoridad que resguarde los comercios y también los inmuebles.

“No es viable volver a mi fraccionamiento, hay una violencia extrema: la rapiña y el saqueo están desbordados”, dice una mujer que es administradora de un edificio.

“No hay un solo comercio que haya sobrevivido al saqueo. Da igual si es un supermercado grande, tiendita, o un local. La gente está enardecida. Y sí, está la Guardia Nacional y el Ejército, pero no hacen nada por evitarlo. Tristemente, Acapulco está destrozado”, lamenta la mujer, que asegura sentirse aliviada tras haber podido salir del puerto.

“Salimos aterrados de Acapulco porque no hay seguridad. No hay nadie que ponga orden. Hay departamentos que están siendo saqueados. Se están robando con camionetas las salas y comedores, y todo lo que puedan. Es muy triste ver al puerto así”, agrega la mujer.