Marea roja en la bahía de Mazatlán, preocupa por su toxicidad e impacto ambiental
MAZATlÁN._ El fenómeno que la Cofepris denomina como natural, ambientalistas, lo califican de riesgo latente para algas y peces que consume el ser humano, ante factores generadores como las descargas constantes de aguas contaminadas y no tratadas al mar.
Lo preocupante, es que ya van un poco más de 2 meses que las alertas se emitieron para cuatro zonas pesqueras de Sinaloa advirtiendo del consumo de productos extraídos del mar, tanto en las bahías de Altata Norte y Altata Ensenada Pabellones en Navolato, Celestino Gasca en Elota, Bahía La Lechuguilla en Ahome y Teacapán en Escuinapa, según señala el boletín la página de la Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios de Sinaloa (Coepriss).

Sin embargo, para la Bióloga y activista ambiental, Eunice Murúa Figueroa, las mareas rojas o cafesosas que se presentan en la bahía de Mazatlán, se deben por la floración de algas 100 por ciento tóxicas y podría desencadenar enfermedades para los consumidores frecuentes de productos del mar.
“Éstas pueden llegar a desencadenar enfermedades del mar, tanto a peces, moluscos y bivalvos, que nosotros nos comemos y si los ingerimos, obviamente nosotros también nos enfermamos”, externó.

Murúa Figueroa dijo que actualmente se ve rojo intenso el mar porque está presente el fenómeno de la marea tóxica.
Mientras tanto Cofepris, corroboró, estar realizando un monitoreo constante para emitir alguna recomendación, como ya la ha aplicado con cierres precautorios o vedas sanitarias en algunas zonas costeras.
Sin embargo, la investigadora del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, Rosalba Alonso Rodríguez, explicó que la proliferación de algas que causan daños se han convertido en un fuerte problema ambiental.

Citó como ejemplo, las toxinas producidas por algunas especies de algas que pueden acumularse en la red alimentaria, provocando el cierre de pesquerías, así como enfermedades o mortandad en especies marinas y en humanos.
El fenómeno está presente en casi todo el mundo y registra un 60 por ciento de aumento, sobre todo en las zonas costeras durante las últimas dos décadas.

