"Marcial Aguilar Reyes, el primer cerrajero de Mazatlán"
Cuando Marcial Aguilar Reyes, un joven que tocaba violín, deja atrás su natal Sombrerete Zacatecas y cruza la sierra de Durango, jamás imaginó que sería partícipe en la historia del puerto de Mazatlán.
Como todo viajero, no quiso ser alguien más, y se fue en busca de diferentes pueblos para prosperar; así llega a Aguacaliente de Gárate, donde conoce a su esposa, la señora María del Rosario Aguirre.
Juntos llegan a Mazatlán, pero Marcial comenzó a trabajar de policía, pero sintió que esa no era su vocación. Así inició a ahorrar para independizarse y ser su propio jefe, y lo logró al instalar un puesto en una pequeña plaza junto al Cine Royal.
Don Ángel Aguilar Aguirre, hijo de Marcial, narró la historia de su padre, que al llegar en aquel tiempo a principios de 1930, su padre en ese puesto vendía “ráscales” (raspados) por Ángel Flores y Benito Juárez; también ahí había un ring donde hacían peleas de box y con el tiempo lo tuvieron que quitar para fincar el palacio federal.
En aquellos años no existían cerrajerías en el puerto, pues las llaves que se usaban eran de herrería. En esa época llegó un señor de Guadalajara pidiéndole un lugarcito en una esquina, para poner una maquina duplicadora, pero para esa persona desgraciadamente las llaves que había eran de herrería, y el trabajo que le caía era muy poco, aunque había ferreterías alemanas que empezaron a traer cerraduras Yale, alemanas, eran cerraduras sencillas las primeras que llegaron aquí a Mazatlán.
“Sólo duró unos días y se regresó a Guadalajara pero le ofreció a mi papá la maquinita y la poca herramienta que traía, porque además le comenzó a enseñar a mi papá como se hacían las llaves y como reparar cerraduras”, contó.
Es aquí donde comienza a escribirse su historia, él sería un precursor de dos creaciones, por un lado, el fundar la primera cerrajería formal y el ser el creador de un estilo de trompo de madera.
Cuando los quitan de la placita, agrega don Ángel, se vino a 21 de marzo y Aquiles Serdán (hace poco era un hotel, el Hotel Villa Margarita), llevó su puestecito, lo instaló en una banqueta amplia y enseguida había una construcción que quedó abandonado al quemarse cuando un cuete tronó ahí. No lo molestaban y estaba pegado a una barda, pero por la calle Aquiles Serdán.
Con el tiempo en la esquina de enfrente, estaba un localito, continua Aguilar, pero sin barda, y habló con los dueños y les dijo que por qué no le rentaban, se arregló y le bardearon, y enseguida había un dentista, Sarmiento se apellidaba.
En ese local es donde puso su cerrajería.
"Duramos 20 años, es en ese tiempo cuando amplían la calle Aquiles Serdán y al ampliar trozaron la parte donde estábamos nosotros, nosotros estábamos chamacos, 11 años, 10 años, 12 años y ya abrieron la calle y mi papa estaba impuesto a tener en ese pedacito a tenia gallinas, pollos, porque se prestaba", recordó.
"Mi padre tenía conocimiento de carpintería, y él empezó a diseñarlos (trompos), pero, cómo les puso el nombre, es curioso, las primeras chapas que vinieron a México eran alemanas, Yale, puso un letrero afuera de la cerrajería le puso “llaves Yale”, era un tipo de llave cortitas, mi papá ya tenía las nociones de los trompos, y él le hacía unos trompos al famoso “Ferruco” que estaba en el mercado, los hacía y se los entregaba pero no tenían marca, la marca se le puso en la calle 21 de Marzo y Aquiles Serdán, por las llaves de ese nombre".
Porque ya los niños de aquel entonces decían, “vamos a la Yale a los trompos”, entonces mi papá hizo un trompo grande y le puso el nombre “Yale”, y lo puso en alto en un cuadro para que no lo alcanzaran los chamacos, y ya todos a partir de entonces decían “aquí es donde hacen los trompos”.
La fama de los trompos se fue extendiendo, que una ocasión llegaron los turistas y veían y los llevaban a Estados Unidos, y mi papá los hacía por temporada, tenía que ser cierta temporada del año, hacía muchos, ya también hacia baleros, yoyos, pero los más famosos eran los trompos.
Llegaban los chamacos y le decían como querían el trompo, tipo zanahoria, panzón, con mesita, les daba el gusto, yo les daba número, al paso del tiempo, cosa curiosa, esos chamacos crecieron, y pasaban la tradición a sus hijos, diciéndoles de los trompos “Yale”.
"Cuando mi papa empezó a manejar la cerrajería, tenía una llave que el fabricó, continúa Aguilar, que con esa abría muchas chapas, era una llave maestra, tenía un montón de llaves, después se compró un aparato de acetileno para soldar, y compró un tornillo y con un pedazo de solera hacia el paletón y con tubo hacia la agarradera y el hacia las llaves de herrería, pero con la cerradura en la mano, primero las habría, las quitaba y las traía a la cerrajería y ya les hacia las llaves", expresó.
"La maquinita que le dejó el señor de Guadalajara era muy rústica, al tiempo compró una nueva americana, se llamaba key, era muy buena esa máquina, me tocó manejarla".
"De ahí de la Aquiles Serdán prácticamente nos corrieron, y el dueño le dijo que le vendía a mi papa, te vendo esta partecita para que finques aquí; no, impuesto a tener amplio, no ya no me interesa, en ese tiempo nos venimos a la Melchor Ocampo entre 5 de mayo y Guillermo Nelson. No venimos a este local de la familia Bernal, aquí le rentaron un local, para seguir haciendo sus trompos, los famosos trompos Yale, pero ya traían fama de la 21 de marzo y Aquiles Serdán, y aquí empezó hacer los trompos, le hacían cola los muchachos, porque tenían fama esos trompos, tuvo y tiene mucha fama, lo siguen procurando, pero los hacia mi hermano, pero desgraciadamente ya murió, y luego mi sobrino, pero también ya murió desgraciadamente".
Don Ángel no siguió la tradición del trompo porque el polvo le afectaba en los bronquios, sino, aseguró hubiera seguido con los trompos también.
"Teníamos más de 50 años aquí, y los dueños vieron que nosotros teníamos tiempo, y andaba el “run run” de que los locales que ya tenían tiempo usándolos, los inquilinos se iban a quedar con ellos, y nosotros decíamos, porque? si nosotros no somos los dueños, como nos lo vamos a quedar, ah, que no y pues hasta licenciado trajeron, para que estuviéramos de acuerdo en firmarles y que porque iban a poner un garaje, otro tipo de negocio, los hijos de la familia, nosotros les dijimos que no peleábamos eso, total que viendo eso me fui a buscar un local, y puse aquí a la vuelta por la Genaro Estrada entre 5 de Mayo y Genaro encontré un local y ahí puse mi cerrajería".
El señor Marcial murió en la colonia Melchor Ocampo, hará unos treinta años, cuando entonces éran Don Ángel y su hermano. Él se separó de ellos, afirmó, y puso su cerrajería por 16 de septiembre y Benito Juárez.
"Mi esposa que era la que me acompañaba, encontró un local por la central camionera a espaldas para poner la cerrajería, la original, la cerrajería Ángel, era cerrajería Aguilar, pero le pusimos mi nombre para que no hubiera malas interpretaciones por la sociedad de mi hermano y yo", señaló.
"Pero a los días se desocupo este local (en el que estamos actualmente) que es tres locales del primero donde estuvimos por esta calle, le traspasaban a mi esposa, se habló con los dueños y accedieron, como se iba a empezar de nuevo, y mi esposa lo puso y ella registró el nombre, como cerrajería Ángel, a nombre de ella. Y quedamos de vecinos, siendo ésta como cerrajería el Ángel I, donde estaba yo a la vuelta Ángel II y en ese tiempo también mi hijo puso su cerrajería en la colonia López Mateos como Ángel III".
Con el tiempo, narró empezó a comunicarse con ella, para hacerle trabajos junto a su hijo. Trabajaron en los hoteles, las cooperativas y bancos.
"Trabajo no nos faltaba, no había piojo, pues cuando los barcos amarraban, teníamos el trabajo de las cooperativas y hoteles, afortunadamente siempre teníamos donde trabajar", aseguró.
Cuando Don Marcial fallece, su hermano continuó con la tradición, luego su hijo pero ambos murieron, hasta aquí llegó esta tradición, pero lo siguen procurando.
No había ninguna cerrajería.
Después de unos treinta años, comenzaron a surgir cerrajerías, había una ferretería que compró una maquinita, pero al cerrar, se la venden a uno de los empleados, de apellido Gómez, este muchacho, estando en la ferretería comenzó a aprender, cuando caían trabajos fuertes, el venía y me buscaba y yo los hacía, o mi papa y hermano.
Este joven se fue a Guadalajara a estudiar con un cerrajero, y ya no nos traía trabajo, se convirtió en nuestra competencia, aun así el trabajo difícil nos lo estaba mandando.
Hasta que aprendió y dejó de mandarnos en definitiva, él tiene su cerrajería en Morelos casi esquina con Rosales. Él se enseñó poco a poco como mi papa.
Después de 10 años de estar aquí en este local de Melchor Ocampo comenzaron a surgir los demás cerrajeros.
Don Ángel Aguilar Aguirre, de 80 años, nació y creció entre llaves y ha visto en todo este tiempo, como han cambiado las chapas o cerraduras y los diferentes tipos de candados.
Cómo en los carros las chapas son electrónicas, incluso en los hoteles las cerraduras han cambiado, y esto poco a poco les ha ido mermando su trabajo, y al crecimiento de cerrajerías en el puerto.
A su edad, se le ve a Don Ángel trabajar en candados antiguos y modernos y él vive todavía en el mundo de las llaves, fabricando las combinaciones, sacando duplicados y manejando las cerraduras como una vez su padre así lo hizo.