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Investigación

La relación de la ‘narcomoda’ y las juventudes se ha globalizado, señalan Arturo Santamaría y Eric Vega

Los investigadores presentarán el viernes en Mazatlán un libro que realizaron en conjunto para examinar la influencia global del narcotráfico en la moda y la cultura

MAZATLÁN._ La primera vez que Arturo Santamaría Gómez y Eric Vega Breceda realizaron una investigación sobre cómo la “narcomoda” permea en el aspecto sociocultural, encontraron que había 67 países donde actuaba el Cártel de Sinaloa de diferentes maneras. Pero en la actualización de su extensión, descubrieron que están presentes en 104 países del mundo.

“No hay ninguna organización criminal con tal alcance. Por eso hay un capítulo que se llama ‘Culiacán, ciudad global del crimen organizado’. Es decir, la influencia de los cárteles de Sinaloa es tanto la producción de enervantes, pero también ya hay una influencia cultural que ellos no directamente producen, pero sí inspiran en las modas, sobre todo en la música que es la de más alcance”, mencionó Santamaría Gómez.

“Entonces, uno ve buchonas fuera de Mazatlán, fuera de Sinaloa, fuera de Culiacán. Y esto lo puede describir mejor Eric, pero yo vi documentales de buchones en países árabes, no llegué a descubrir en cuál país, en YouTube, los vi cantando en árabe, en Sinaloa y vestidos como buchones rancheros de los de antes”.

Además, en este libro Culiacán es presentada como una “ciudad global del crimen organizado”. Este alcance global no solo se limita a la producción y tráfico de drogas, sino que también se extiende a la moda, la música y otras formas culturales que emanan de Culiacán y que tienen impacto en diversas sociedades.

El próximo viernes 6 de septiembre, en la Casa de la Cultura Antonio Haas se llevará a cabo la presentación del libro “Narcomoda y Juventudes”, una obra escrita por Arturo Santamaría Gómez y Eric Vega Breceda.

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Este libro ofrece una exploración profunda sobre la relación entre las juventudes y la moda influenciada por el narcotráfico, un fenómeno cultural que ha dejado su huella en la sociedad, especialmente en Sinaloa. El evento, que tendrá lugar a las 18:00 horas, será moderado por el maestro Pedro Brito.

“Cuál sería la relevancia de estudiar esto, y yo creo que tiene que ver con el hecho de que es una de las vías con las cuales el narcotráfico se legitima ante la sociedad, sobre todo frente a los jóvenes, es decir, ahí uno ve cómo lo que ellos hacen tiene diferentes maneras de ser aceptado por diferentes capas sociales”, expresó Santamaría Gómez.

“Una manera que se refleja la aceptación de ellos es cuando los jóvenes y las jóvenes adoptan los gustos de ellos, están diciendo los aceptamos, están diciendo estamos de acuerdo, muchos quieren decir, quisiéramos ser como ustedes”.

El origen del libro radica en la tesis de maestría de Eric Vega Breceda en estudios socioterritoriales por la Universidad de Guadalajara, donde Santamaría Gómez fungió como sinodal.

Tras el desarrollo de la tesis surgió la idea de convertirla en un libro con un enfoque más periodístico, actualizándolo con tendencias contemporáneas como los “bélicos”, “belicones” y “alterados”, que reflejan los nuevos estilos de moda y música asociados con la cultura del narcotráfico.

El contenido de “Narcomoda y Juventudes” abarca desde los inicios de la influencia de ciertas marcas utilizadas por narcotraficantes reconocidos, hasta la evolución de dichas tendencias en el ámbito juvenil.

“Se van a identificar los jóvenes, sobretodo los que estaban en la prepa, en la universidad en el 2008-2009, cuando agarraron a Alfredo Beltrán Leyva y empiezas a identificar la marca Ed Hardy, que todos utilizaban sus pedrerías, las mujeres en las uñas, en los aretes, en los teléfonos, incluso en los celulares”, advirtió Vega Breceda, coautor de “Narcomoda y Juventudes”.

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El primer capítulo del libro se centra en la historia del narcotráfico en Sinaloa y cómo ciertas marcas se convirtieron en símbolos de identidad entre los jóvenes. La marca Ed Hardy, por ejemplo, ganó popularidad entre 2008 y 2009, cuando Alfredo Beltrán Leyva fue capturado usando una camisa y una sudadera de dicha marca.

A partir de ese momento, las búsquedas y compras de Ed Hardy en Sinaloa se dispararon, convirtiéndose en un ícono de la moda “buchona”, término que designa un estilo visual asociado con el narcotráfico.

Este fenómeno de la “narcomoda” no solo se queda en lo local. El libro revela cómo la moda influenciada por el narcotráfico ha trascendido fronteras, llegando a lugares tan lejanos como países árabes.

A través de documentales y videos en YouTube, se puede observar cómo individuos de otras culturas adoptan elementos visuales del estilo buchón, incluso cantando en árabe mientras visten atuendos típicos de rancheros sinaloenses.

Esta globalización del estilo no solo refleja la influencia cultural del narcotráfico, sino también su impacto económico, al generar un mercado de réplicas y productos pirateados que acompaña a cada nueva tendencia.

La moda dentro del narcotráfico es cíclica y se reinventa constantemente. Cuando una marca empieza a ser replicada por sectores de menores ingresos, quienes originalmente la popularizaron, a menudo figuras del narcotráfico, cambian a nuevas marcas de mayor lujo.

Así, se han sucedido en el tiempo Ed Hardy, Polo Ralph Lauren, Hermes y Louis Vuitton, marcas que han pasado de ser símbolos de estatus a productos accesibles a través de la piratería. Este ciclo de la moda dentro de la cultura del narcotráfico no es más que una estrategia de legitimación cultural y social del crimen organizado, en la cual las marcas y estilos funcionan como instrumentos de aceptación y poder.

Uno de los aspectos más relevantes del libro es cómo estas modas y estilos funcionan como una forma de mercadotecnia que legitima al narcotráfico ante los ojos de los jóvenes. Al adoptar las marcas y los gustos asociados con los narcotraficantes, los jóvenes envían un mensaje de aceptación y, en algunos casos, de admiración hacia esas figuras.

Este fenómeno es especialmente visible en el caso de las “buchonas”, mujeres jóvenes que adoptan una estética y comportamiento que reflejan lo que es visto como atractivo por los narcotraficantes. Así, el narcotráfico no solo se infiltra en la economía y la política, sino también en la cultura, convirtiéndose en un modelo aspiracional para ciertos sectores de la juventud.