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Ciudadana del mundo

Desde Mazatlán, Debby ayuda a rescatar a afganos que huyen del régimen talibán

Mi corazón se quiebra por la gente, me encantó vivir en Afganistán, son la gente más maravillosa, flexible y compasiva que he conocido y siento que es mi deber ayudar con todo lo que pueda por lo que alguna vez recibí de ellos, expresa

¿Quién pensaría que en el Centro Histórico de Mazatlán hay una mujer que se preocupa porque los afganos que no quieren vivir sometidos por el régimen talibán, puedan salir de su País?

Quizá nadie, porque Afganistán es un País tan lejano que muchos se conmueven por lo que se escucha en las noticias, pero no sienten los problemas como propios.

Pero no es así. En el Centro Histórico, casi al llegar a Olas Altas, hay una mujer que a la vez que dirige un salón de belleza, está ideando cómo ayudar a los afganos a enfrentar su situación.

Ella es Deborah Rodríguez. No es afgana, es estadounidense, nacida en Holland, Michigan, pero ciudadana del mundo y, entre los lugares que ganaron su corazón, está Afganistán, y lo hace a través de su fundación: Oasis Rescue, de la cual es presidenta.

“Mi corazón se quiebra por la gente, me encantó vivir en Afganistán, son la gente más maravillosa, flexible y compasiva que he conocido y siento que es mi deber ayudar con todo lo que pueda por lo que alguna vez recibí de ellos”, expresa.

Deborah señala que estaba en Mazatlán cuando sucedió la caída de Afganistán, y desde aquí ha trabajado, con apoyo de un equipo que está en California y Afganistán.

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Todavía, dice, buscan cómo sacar a 150 personas, 18 familias, es un gran esfuerzo sacar a la gente, hay una gran red internacional de personas que vivieron y trabajaron en Afganistán a lo largo de 20 años.

“Me siento triste porque no mucha gente ha logrado salir, yo solo he sido capaz de ayudar a tres personas y me siento muy feliz por ellos, pero aún muy triste por los que no han salido. Lo que estamos viendo pasar a esa hermosa nación es un crimen contra la humanidad”, expresa.

¿Y cómo se involucró Deborah, Debby, con Afganistán?

Se mudó a Afganistán en 2002, desde Michigan, y vivió ahí cinco años, de 2002 a 2007, pero amenazaron con secuestrar a su hijo, por lo que se vieron forzados a buscar otro lugar dónde vivir.

Mientras vivió ahí, dice, abrió escuelas de belleza en las que preparó a más de 200 mujeres, como una manera de ayudar y empoderarlas, mostrándoles que podían tener sus propios salones, enseñándolas a ser estilistas, a hacer manicura, pedicura y demás servicios.

“Yo sabía que las mujeres tenían restricciones en casa, pero aún podían arreglar el cabello y eso era una profesión segura para ellas”, comparte.

Estas mujeres abrieron sus propios salones y algunas enseñaban a sus hijas y nueras para llevar un negocio familiar.

Ahora, con la ley talibán, las estéticas están prohibidas, y el gran problema con quitarle derechos a las mujeres es que también les quitan su sustento. Muchas de las mujeres que trabajaron conmigo eran viudas y mantenían el hogar ellas mismas. Ahora cerraron sus salones por miedo al talibán. A una de mis ex alumnas le aventaron piedras por la ventana, otra me cuenta que le cortaron la cabeza a una persona en un salón junto al suyo”, lamenta.

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Deborah es la presidenta de Oasis Rescue, una organización que entre sus objetivos tiene ayudar a las mujeres afganas a empoderarse económicamente a través de Kabul Beauty School, donde les enseñan a ser cultoras de belleza.

“Mi organización en Afganistán era una organización sin fines de lucro. Los Estados Unidos dijeron que cualquier organización sin fines de lucro estadounidense en Afganistán podía solicitar visas especiales, así que pude solicitar para la gente que trabajaba conmigo”, precisa.

“Fue complicado porque tenían que salir del País, ya fuera a Pakistán, Uzbekistán, para comenzar el proceso de la visa, y cuando cayó Afganistán nos apresuramos para sacar a la gente de ahí, pero nadie esperaba que el talibán tomara el País tan rápidamente y mucha gente no pudo salir cuando los estadounidenses comenzaron a evacuar el País”, declara.

Explica que tiene un equipo que trabaja las 24 horas para encontrar diferentes formas de ayudar a la gente a salir de Afganistán y tramitar su visa, y también buscan juntar dinero para ayudar a quienes se encuentran en un tercer País o aún dentro de Afganistán.

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“Nadie sabe qué va a pasar, estamos esperando saber si los talibanes van a permitir evacuar y es difícil solo esperar para saber qué van a hacer. Recibimos mensajes a todas horas sobre el miedo, videos de la ciudad con cohetes y enfrentamientos armados”, expresa.

Su rostro es afable y sonriente, tiene un negocio cerca de Olas Altas, por la Calle Sixto Osuna, parece uno cualquiera, por dentro, es confortable, tiene un sello particular y los clientes pueden sentirse como en casa.

Y desde ahí mueve los hilos para apoyar. Aunque no solo ayuda a los afganos, ya que a través del Proyecto Mariposa, reúne fondos para apoyar a jóvenes asiladas.

“Me enamoré de la ciudad (Mazatlán) cuando la visité en un crucero, acababa de dejar Afganistán y estaba buscando un lugar para vivir fuera de los Estados Unidos. Busqué lugares como Dubai, Turquía, España, Marruecos y me enamoré de Mazatlán”, expresa.

Lo que le pareció tan especial fueron lugares como el Centro Histórico, los restaurantes y las calles de la Zona Dorada.

“Vine aquí hace como 13 años y la ciudad ha mejorado, vivo en un lugar no muy lejos de la Plazuela Machado”, dice.

Debby es dueña del Tippy Toes, un salón-spa a unos pasos de Olas Altas, en la Calle Sixto Osuna, a un costado del Museo de Arte de Mazatlán. Sus clientes son mayormente extranjeros.

El staff de su salón está compuesto por mujeres mexicanas. Entre ellas, una mazatleca de la que se enamoró su hijo.

“Y ahora tengo cuatro nietos mexicanos, así que considero que éste es mi hogar para siempre, por encima de los demás lugares está Mazatlán”, expresa.