Cuba sale a la calle... ¿qué pasa en la isla?
Nadie se lo esperaba, fue un estallido social tan sorpresivo que por unos momentos hasta el aparato represor cubano se vio rebasado por las protestas que recorrieron la geografía de Cuba el domingo 11 de julio.
Todo comenzó en San Antonio de los Baños, una pacífica ciudad a 35 kilómetros al sur de La Habana, donde un grupo de ciudadanos salió a las calles a protestar por la falta de alimentos y los cortes de luz, en pleno verano.
La protesta saltó a las redes y automáticamente cubanos de todas las ciudades importantes de la isla salieron a las calles, superando con mucho a las protestas de 1994, restringidas al malecón de La Habana.
“No tenemos miedo”, “libertad”, “abajo la dictadura”, “abajo los Castro”, “queremos ayuda”, “tenemos hambre”, “ya no tenemos nada que perder”, y “patria y vida”, fueron algunas de las frases que coreaban las multitudes.
Tomados por sorpresa, los primeros en salir a reprimir las protestas fueron los policías, desconcertados por la enorme cantidad de personas; después aparecieron los policías vestidos de civiles y es cuando comenzó la represión más seria.
Finalmente reaccionó el régimen y salió el Presidente Miguel Díaz-Canel a las calles, presentándose en San Antonio de los Baños y llamando a sus seguidores a enfrentar las protestas.
Disueltas las protestas comenzó la verdadera represión con decenas de detenidos y una gran cantidad de desaparecidos, la especialidad de las diferentes policías cubanas.
¿Hambre o miedo?
Las verdaderas razones de un estallido social siempre son más sencillas que las razones de los discursos políticos, mientras el Gobierno cubano acusaba a Estados Unidos de promover las protestas, en San Antonio de los Baños denunciaban hambre y hartazgo por los cortes de energía eléctrica de hasta 12 horas de duración.
El hambre en Cuba comenzó a gran escala con la caída de la Unión Soviética en 1991, país que prácticamente subsidiaba a la isla, resolviéndole sus problemas de alimentación, vestido, calzado, medicamento y equipo militar.
Después del derrumbe de la cortina de acero, del muro de Berlín y la desintegración del bloque comunista europeo, Cuba se quedó sin amigos y sin patrocinadores.
Para 1992 y 1993, Cuba estaba instalada en una crisis económica que el Gobierno llamó “periodo especial”, y que significó el fin del paraíso que profetizaba Fidel Castro y que llevó al pueblo cubano a revelarse por primera vez en el llamado maleconazo: las protestas de La Habana de 1994.
En ese entonces, la población no salió a las calles a pedir democracia ni nuevos partidos políticos, reclamaba alimentos, medicinas, el pan de cada día.
Para terminar con las protestas, Fidel Castro salió en persona y se presentó en la zona donde cientos de personas saqueaban comercios y recorrían el malecón gritando consignas en contra del Gobierno.
Castro llamó a sus seguidores a enfrentar a los inconformes, desató una persecución después de las protestas y abrió las fronteras para que salieran todos aquellos que no quisieran seguir en la isla, miles se marcharon.
Las razones
En San Antonio de los Baños las protestas tuvieron más o menos las mismas razones que las protestas de 1994, una población harta de la crisis económica, la escasez de alimentos y medicinas, y los cortes de energía eléctrica.
La comunidad de San Antonio se había visto afectada por los cortes de energía diarios de 6 horas, y hasta 12 horas cada día, debido a varios factores, entre ellos una crisis económica sin precedentes, alimentada aún más por la pandemia.
El virus del Covid-19 ha tenido un efecto devastador en la economía cubana, debido a que en los últimos años depende en gran medida del turismo para recibir divisas, quizá la actividad más afectada por la pandemia en todo el planeta.
Sin recursos para comprar petróleo, el Gobierno cubano se ha visto obligado a reducir al máximo las actividades no esenciales, terminando por realizar cortes de energía en prácticamente toda la isla.
Al llegar a San Antonio, emulando al Fidel Castro de 1994, el Presidente Miguel Díaz-Canel utilizó la misma estrategia de su predecesor, culpando al embargo económico de los Estados Unidos sobre la isla y acusando a unos cuantos “gusanos” de provocar las protestas.
Sin embargo, hace tiempo que los cubanos dejaron de creer en los argumentos de su gobierno; Cuba mantiene relaciones comerciales y tratados de colaboración con la mayor parte de los países del mundo, exceptuando a Estados Unidos, y su fracaso económico no puede explicarse solo porque no hace negocios con los estadounidenses.
El canal de las protestas
Un nuevo elemento que antes no existía permitió que la protesta de San Antonio de los Baños se extendiera a escala nacional, provocando que la gente saliera a las calles sin pensarlo dos veces: las redes sociales.
El Internet, al principio censurado por Fidel Castro, ha ido ganando terreno en la isla, donde finalmente fue permitido, aunque con restricciones, so pena de convertir a la isla en un Corea del Norte.
Los cubanos son amantes del YouTube, el Facebook y el Twitter, además el WhatsApp se ha convertido en una de sus herramientas favoritas para comunicarse con sus familiares en Florida.
En las redes sociales se organizó la protesta el sábado, decenas de personas se comprometieron a presentarse frente a la iglesia de San Antonio de los Baños al día siguiente, el domingo.
La propuesta era sencilla, marchar desde la iglesia hasta las oficinas centrales del Gobierno y la Policía para exigir el fin de la escasez de alimentos y medicinas, y un alto a los cortes de energía eléctrica, que destruyen los escasos equipos domésticos que tienen los cubanos y que dejan sin abanicos a la gente, en medio del calorón que azota a la isla.
Ni siquiera los habitantes de San Antonio se imaginaron el eco que iban a producir en el resto del país, algunos medios calculan que la protesta prendió en alrededor de 20 pueblos y ciudades de Cuba.
En algunas ciudades la respuesta del Gobierno fue inmediata, pero en otras, la policía y el resto de los represores no alcanzaron a responder a una protesta que no esperaban.
La represión
En las primeras imágenes de los cientos de videos que mostraron las protestas cubanas al mundo se puede observar cómo la policía se acerca titubeante a los inconformes.
La enorme cantidad de personas en las protestas, sin miedo y molestas por la situación, hacen que los policías apenas se acerquen a ellos, pero conforme pasan las horas, comienzan a llegar los refuerzos.
Hombres y mujeres vestidos de civiles llegan a las zonas de manifestación y comienzan a someter a los inconformes más activos, retirándolos del lugar y subiéndolos a las patrullas, algunos actúan de forma violenta.
Lo primero que sorprende al espectador extranjero es ver que los cubanos inconformes no se defienden de sus represores, tampoco se organizan para enfrentarlos, años de sometimiento a la autoridad les han enseñado a no meterse con ellos.
Los inconformes se limitan a gritar consignas, la histórica es “patria y vida”, nacida en las protestas de 1994, y una forma de responder a una de las consignas favoritas de Fidel Castro: “patria o muerte”.
Con las protestas ya muy avanzadas, el Presidente Miguel Díaz-Canel sale a las calles y su voz se escucha en la televisión y radio nacional, pidiendo que sus seguidores salgan también a las calles a defender la Revolución, una vieja táctica de Fidel Castro.
En las imágenes de televisión se puede ver a un Presidente sin el carisma del viejo Fidel, el Mandatario ruge molesto por las protestas, mientras a su alrededor se ve a un grupo de guardaespaldas nervioso y volteando para todos lados.
Con la policía uniformada y la civil en las calles, ya solo queda el Ejército, el último bastión del gobierno comunista, entrenado para someter multitudes y acabar con ellos si es necesario, sin embargo, la multitud se dispersa, dejando en el aire la duda si el Ejército hubiera cargado con el pueblo o se hubiera puesto de su lado.
El último bastión
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba son el último bastión del régimen de los hermanos Castro en la isla.
El Ejército cubano ya no es la fuerza militar de los años 80, cuando era considerado el mayor ejército de Latinoamérica, solo después del gigante brasileño.
En ese entonces contaba con 225 mil efectivos, una fuerza aérea que presumía 20 cazas soviéticos y armamento de última generación producido en el gigante comunista.
Hoy, el Ejército cubano apenas cuenta con 100 mil soldados, armamento anticuado, y superado ampliamente en Latinoamérica por ejércitos como el de Venezuela, México, Argentina y Brasil.
Sin embargo, el Ejército cubano sigue siendo leal al régimen, gracias a los privilegios que le permiten dirigir algunas de las empresas más rentables de la isla, y se encuentra entrenado para someter motines y reprimir manifestaciones.
Pero aún en los peores momentos, el Ejército nunca ha sido utilizado en contra de la población cubana, lo que deja margen para la especulación y la esperanza.
Los cubanos tienen miedo al Gobierno, han aprendido a vivir con él, pero al final, el hambre puede con cualquier miedo, y aunque nadie ha podido terminar con el régimen cubano, por lo menos durante unas horas del domingo pasado ellos fueron los que sintieron miedo.