Ciberpolicías filipinos se enfrentan a los abusos a menores en Internet
Filipinas ha sido identificado como uno de los muchos focos de abusos a menores en internet, un fenómeno que ha crecido debido a la pandemia del COVID-19, y están recibiendo apoyo informal de las Naciones Unidas para hacer frente al estrés emocional que supone perseguir a los pederastas en internet.
Cheng Veniles trabaja con agentes del orden, fiscales y funcionarios judiciales en el marco de las iniciativas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) sobre la protección de la infancia en línea.
Veniles se ha convertido así en una experta y testigo de excepción que explica a Noticias ONU cómo funciona el negocio:
“Se venden en línea vídeos e imágenes de niños con fines de explotación sexual o material de abuso sexual infantil por entre 15 y 20 dólares.
La incidencia de los abusos sexuales y la explotación infantil en internet se disparó en Filipinas durante la pandemia, en parte porque muchas personas perdieron su trabajo y su medio de vida. Y en parte por una noción cultural equivocada que dice que si no se toca, no se hace daño.
Es decir, los autores de ese comercio ilícito, a menudo familiares y parientes de los niños, asegura que no hay daño ni abusos porque nadie tocaba físicamente a sus hijos.
Situación económica como excusa
Una tendencia reciente en Filipinas es que un familiar o allegado de un niños, que tenga ciertos conocimientos técnicos, publique el contenido en la web clandestina y luego reciba el pago en criptomoneda.
Cuando se les pide que expliquen por qué permiten que los niños a su cargo sufran abusos en internet, responden: “¿Quieres que nos muramos de hambre?
Es desgarrador ver cómo algunos niños no se consideran víctimas de abusos hasta después de haber sido rescatados. Creen que sólo están ayudando a la familia, sin saber que esas fotos y vídeos en línea podrían arruinar su futuro cuando crezcan.
No se trata sólo de un problema filipino surgido de la pobreza. Los consumidores están en el extranjero, por lo que se trata de un problema mundial, y la UNODC está trabajando con oficiales de enlace de la policía internacional y apoyando el compromiso con los países que consumen el material para fomentar la cooperación entre los organismos encargados de hacer cumplir la ley con el fin de actuar para acabar con los abusos.
Si no hubiera consumidores, la industria no existiría.
Un trauma compartido
En Filipinas, tenemos agentes de la ley a los que llamamos ciberpolicías, fiscales, tribunales especiales de ciberdelincuencia y de familia que forman parte del ecosistema que persigue a los autores de abusos a menores en línea y se ocupa de este asunto de cerca.
El impacto emocional tanto en las víctimas como en quienes trabajan en su resolución, desde las fuerzas del orden a los fiscales, pasando por los asesores y el personal de los tribunales, puede ser profundamente perturbador.
En talleres anteriores nos han preguntado: ¿quién se preocupa por nosotros?
Parte de mi función como oficial nacional de programas de la UNODC consiste en apoyar a estas personas y proporcionarles un medio, por informal que parezca, para ayudarles a hacer frente a la tortura mental que soportan por estar expuestos a estos contenidos desgarradores.
Ellos mismos son madres y padres, por lo que se ven profundamente afectados por lo que ven.
Al principio solo eran grupos de WhatsApp y Viber, pero poco a poco nos hemos ido reuniendo para tomar un café, a veces para comer, para hablar de los problemas y así apoyarnos mutuamente en el trauma compartido.
También nos enviamos mensajes de texto con regularidad para ver cómo estamos y saber si hay algún experto en el grupo al que se pueda recurrir para un caso concreto. Sin quererlo, hemos creado una sólida red profesional y de compañeros en la que los participantes se preocupan de verdad los unos por los otros.
Un internet más seguro
Existe el acuerdo no escrito de que nadie abandonará el grupo ni su puesto de trabajo hasta que la situación mejore. Uno de nosotros dimitió en abril y el chat del grupo permaneció en silencio durante una semana. Pero había casos que resolver, trabajo encubierto en línea que hacer, actividades de formación que impartir y todos hemos vuelto a estar activos.
Quizá nos mueve un idealismo fuera de lugar, o quizá simplemente nos alimentamos de la pasión de los demás, o quizá es sólo la esperanza de que al menos podamos hacer que nuestros hijos se sientan orgullosos.
Como madre, me motiva el objetivo de la UNODC de garantizar que los niños puedan disfrutar del internet, libres de cualquier daño, pero también me enorgullece que mi trabajo aquí alivie la miseria de otras personas reuniéndolas y recordándoles que el trabajo que todos hacemos para que el extraño y salvaje mundo de internet sea un poco más seguro, importa”