Los barcos atuneros europeos vierten los residuos de la pesca en las aguas de Seychelles ‘con impunidad’
Al atún le encanta reunirse alrededor de objetos a la deriva en el mar, por lo que los buques pesqueros industriales liberan al mar miles de dispositivos de concentración de peces (DCP) artificiales con alto contenido de plástico todos los años para reunir atún.
En el océano Índico, la pesquería de atún con red de cerco de jareta dominada por los europeos depende en gran medida de los DCP y es en gran parte responsable de los residuos que se acumulan en focos remotos de biodiversidad, como el atolón de Aldabra de Seychelles, dicen los expertos.
Los DCP también son responsables, en parte, de llevar a la población de atún de aleta amarilla o rabil del océano Índico al borde del colapso; sin embargo, los esfuerzos para abandonar los DCP perjudiciales carecen de urgencia.
En 2019, cuando Jeremy Raguain se presentó en una campaña de limpieza en el atolón de Aldabra, un sitio patrimonio mundial de la UNESCO, embolsó una monstruosidad marina sin igual: un dispositivo de concentración de peces o DCP encallado.
Se trataba de una maraña inmensa de boyas, redes y cuerdas de pescar que pesaban cientos de kilogramos. Esa estructura de pesca, como la mayoría de los DCP, estaba hecha de una balsa flotante y una parte colgante sumergida, que suele . Más del 80 % de la basura de plástico que se arrastró hasta la costa del atolón del océano Índico, hogar de las icónicas tortugas gigantes de Seychelles, estaba relacionado con la pesca o residuos de pesca, estimaron Raguain, ecologista marino seychellense, y su equipo.
Los buques de España y Francia han explotado durante décadas la población abundante de atún de Seychelles y, detrás de sí, dejaron residuos en sus aguas.
“No es que queramos decir que son los únicos culpables, pero, con diferencia, son los mayores”, dijo Raguain, quien codirigió el trabajo de limpieza en Aldabra.
Los buques atuneros que trabajan con red de cerco lanzan miles de DCP al mar todos los años y abandonan muchos de ellos allí. Cuando los DCP abandonados van a la deriva hasta la orilla, la limpieza de lo que dejan las flotas de la pesca industrial recae en los voluntarios y ambientalistas como Raguain. Él y cinco integrantes de su equipo pasaron un día entero bajo el sol abrasador seychellense desarmando ese DCP monstruoso.
“Aldabra está tapado de basura porque hay una industria pesquera de atún gigante en la región, constituida en gran parte por grandes empresas de la Unión Europea que exportan todo este atún allí y a todo el mundo”, dijo April Burt, científica marina de la Universidad de Oxford que codirigió la recolección de basura con Raguain. “Han estado tirando toda esta basura pesquera con impunidad”.
Los cerqueros europeos transportan el atún; una fábrica de conservas tailandesa en Seychelles procesa la mayor parte de este y luego lo exporta a Europa.
Los interrogantes sobre los DCP integran un debate más amplio sobre la sostenibilidad de las pesquerías industriales del atún. Las pesquerías del océano Índico son uno de los proveedores principales del mercado internacional de atún enlatado de $8.5 mil millones anuales. Al menos una población, la del atún de aleta amarilla o rabil (Thunnus albacares), está a unos pocos años del colapso, y los DCP tienen parte de la culpa.
“Adictos a la pesca con DCP”
Los DCP revolucionaron las pesquerías de atún; en lugar de perseguir al atún, los pescadores ahora pueden atraerlo con los DCP. Dondequiera que haya pesca industrial de atún hay DCP. En el océano Índico, cerca del 80 % del atún se atrapa con DCP en la actualidad.
Funcionan porque al atún y a los de su clase les gustan los residuos flotantes. Impulsados por un instinto indescifrado, los peces se amontonan alrededor de los DCP de a miles. Esto los convierte en objetivos fáciles para los pescadores que, de lo contrario, tendrían que peinar grandes extensiones oceánicas para detectar a los cardúmenes que nadan libremente. Los DCP los libraron del trabajo rutinario y los avatares de este modus operandi.
Hasta hace unas décadas, a los pescadores les complacía usar madera flotante natural para atraer a los peces. Sin embargo, con el tiempo, los buques pesqueros industriales comenzaron a hacer uso de los DCP con mayor frecuencia y las ayudas a la pesca se volvieron cada vez más sofisticadas. Ahora muchos DCP están equipados con transmisores de GPS y sensores de sonido de eco, que retransmiten sus ubicaciones y la cantidad de peces en sus órbitas en tiempo real. Los buques luego pueden dirigirse a los DCP más prometedores.
“Es una pesquería cómoda; puedes observar tu posible pesca, seguirla y nunca fallar”, dijo Alain Fonteneau, experto en el sector de la pesca del atún que trabajó durante décadas en el Instituto Nacional de Investigación para el Desarrollo Sostenible (Institut de recherche pour le développement, IRD) de Francia.
La comodidad trae un costo aparejado. Los DCP han invadido los océanos de todo el planeta, lo que contribuye al aumento de la marea de contaminación de plástico.
Los buques con red de cerco que dependen de los DCP son unos de los barcos pesqueros industriales más grandes del mundo. Las redes de cerco, que tienen hasta dos kilómetros (1.2 millas) de longitud si se las extiende sobre una superficie plana, rodean el cardumen y se cierran en la parte inferior como un monedero que se ata con cordón. Un solo buque con red de cerco de gran tamaño puede desplegar cientos de DCP. No hay datos suficientes sobre la cantidad de DCP que se liberan al mar a nivel mundial, pero los investigadores estiman que la cifra alcanza cerca de los 100 000 al año.
Los expertos afirman que incluso podría ser superior.
La delegación europea en Mauricio y Seychelles afirmó en una declaración por correo electrónico enviada a Mongabay que no podía compartir información sobre la cantidad de DCP que su flota del océano Índico usaba debido a la “confidencialidad comercial”.
Un informe de la Comisión del Atún del Océano Índico (Indian Ocean Tuna Commission, IOTC) analizó el origen de 115 DCP recuperados en la zona económica exclusiva de Seychelles en 2015 y rastreó más de tres cuartos de ellos hasta buques españoles. El resto provenía de barcos cuyos propietarios eran franceses.
España y Francia operan flotas con red de cerco en aguas seychellenses desde mediados de la década de 1980. Actualmente, hay 15 cerqueros de bandera española y 12 de bandera francesa en el océano Índico. Sin embargo, el dominio europeo del sector pesquero del atún en la región también se explica mediante el control europeo de buques que portan banderas de otros estados.
De los 13 buques con red de cerco que navegan con la bandera de Seychelles, 11 tienen usufructuarios en España y los otros dos en Francia. Un estudio de 2019 halló que este tipo de buques con bandera seychellense pesca casi exclusivamente con DCP.
“Los españoles son muy adictos a la pesca con DCP porque la pesca con DCP es muy eficiente. Ahorran combustible, dinero y tiempo”, le dijo a Mongabay Nirmal Shah, gerente ejecutivo de la organización sin fines de lucro Nature Seychelles y expresidente de la Autoridad Pesquera de Seychelles.
Se cobran víctimas no deseadas
Es más que un problema de cifras.
Desde hace milenios, los inmensos cardúmenes de atún giran entre las zonas donde se alimentan y aquellas donde desovan. Al hacerlo, redistribuyen nutrientes por todo el océano. Algunos científicos afirman que los DCP que proliferan en sus hábitats pueden alterar todo, desde sus patrones de migración hasta la conducta de desove, y distorsionar así instintos que se han forjado durante millones de años de evolución.
También podrían desorientar a otros peces.
Los DCP no solo atraen al atún, sino también a otras especies de peces. Se estima que los buques con red de cerco que pescan cerca de los DCP atrapan cinco veces más peces de especies que no son objetivos, es decir, realizan captura incidental, que cuando pescan atún de cardúmenes libres.
Lo que es incluso más preocupante es que atraen a peces juveniles que no alcanzaron la madurez sexual. La captura de demasiados juveniles que nunca se reproducirán deja a las poblaciones en peligro del colapso. Este es uno de los motivos por los que la población de rabil del océano Índico podría desplomarse dentro de unos pocos años.
La IOTC, el organismo intergubernamental regional que regula las pesquerías de atún, estableció límites de pesca para el rabil a partir de 2016. Tanto las flotas europeas como las seychellenses han infringido estos límites en los últimos años.
“Un gran porcentaje de la pesca española corresponde a juveniles; pescan millones de ellos. Es un escándalo”, dijo Shah. “En nuestras propias pesquerías a pequeña escala, hace años que les decimos a los pescadores locales que hay límites respecto del tamaño. Sin embargo, permitimos que los buques gigantes vacíen el océano Índico de juveniles”.
Seychelles yace justo en el centro de la ruta de migración del atún en el océano Índico occidental. El país consta de más de 100 islas que conforman una zona económica exclusiva de 1.37 millones de kilómetros cuadrados (529 000 millas cuadradas). Es una región marina que tiene más de tres veces el tamaño de California y proporciona la captura de atún más grande del océano Índico.
Los límites estatales no disuaden a los DCP a la deriva, la clase que los cerqueros más usan; los límites de las reservas marinas como Aldabra tampoco los repelen. Hay poco incentivo para que los buques vayan tras ellos si se pierden o no logran atrapar peces. Cuando estas ayudas a la pesca o DCP se alejan hacia las áreas marinas protegidas, los barcos no pueden seguirlas.
Eso implica que los DCP y sus partes pueden permanecer en el mar durante meses o años.
Están hechos para durar: su estructura flotante está elaborada a partir de bambú, redes de plástico, corcho y caños de PVC. El apéndice sumergido consta de montones de redes de nylon. Su capacidad de duración, una bendición para los pescadores, es un desastre para el ambiente marino.
Los DCP abandonados pueden terminar en cualquier lugar: arrastrados hasta las playas, atracados en arrecifes de coral o engalanando manglares. En un estudio se estimó que uno de cada 10 DCP usados por la flota francesa en el océano Índico entre el 2007 y el 2011 acabó finalmente encallando.
Aldabra está constituido por arrecifes de coral antiguos que ahora subsisten por encima del nivel del mar y encierra una laguna cuyo tamaño triplica el de Manhattan. Su lejanía —hay que tomar un vuelo chárter y un barco chárter desde la isla seychellense principal de Mahé para llegar hasta allí— dificulta los trabajos de limpieza. Los DCP atascados en los arrecifes de coral mar adentro son incluso más difíciles de sacar.
Los que permanecen en el mar también representan una amenaza. Sus componentes plásticos pueden desintegrarse en partículas más pequeñas e ingresar a la cadena trófica marina.
Sin embargo, cuanto más tiempo los dispositivos permanecen intactos, más posibilidades hay de que atrapen víctimas no deseadas. Las tortugas verdes (Chelonia mydas) hembras en peligro de extinción emprenden migraciones traicioneras todos los años y suelen recorrer miles de kilómetros para llegar a las costas de Seychelles y anidar allí. Algunas de ellas terminan su recorrido atrapadas en las redes de un DCP.
En las aguas seychellenses también habitan unas 60 especies de tiburones, entre ellos los tiburones sedosos (Carcharhinus falciformis). Al quedar enmarañados en los DCP y no poder moverse, es probable que los tiburones sedosos juveniles se sofoquen hasta la muerte. Como sucede con muchas especies de tiburones, las hembras de esta especie alcanzan la madurez sexual tarde, pasan por extensos períodos de gestación y dan a luz a pocas crías, por lo que la pérdida de tiburones juveniles a causa de los DCP afecta fuertemente a las poblaciones.
Según se estimó en un artículo de 2013, cada año los DCP a la deriva se cobran la vida de alrededor de 500 000 a 1 millón de tiburones sedosos en el océano Índico.
Los DCP proliferan, las regulaciones se quedan atrás
Las regulaciones relativas a los DCP no siguen el ritmo del uso creciente de estos ni del reconocimiento cada vez mayor de los problemas que representan para la vida marina.
Una serie de acuerdos firmados a partir de 1987 entre Seychelles y la Unión Europea (en ese entonces todavía era la Comunidad Económica Europea o CEE) rige los barcos de bandera europea que operan en la zona económica exclusiva de Seychelles. Un nuevo pacto de seis años para la pesca entró en vigencia en 2020. Este y otros acuerdos de colaboración de pesca sostenible (sustainable fisheries partnership agreements, SFPA) que la Unión Europea firmó con varias naciones en vías de desarrollo en la región del océano Índico han recibido muchas críticas por considerarse explotadores, conducentes a la sobrepesca y la inseguridad alimentaria, así como a sofocar el desarrollo de las flotas pesqueras nacionales.
Aun así, estos acuerdos evolucionaron a partir de tratos previos del tipo “pagar, pescar y marcharse”. Después de más de tres décadas, se incluyeron las consideraciones medioambientales por primera vez en el SFPA entre la Unión Europea y Seychelles firmado el año pasado.
El nuevo SFPA dice que los buques europeos “usarán” material natural o biodegradable y diseños que no se enmarañen en la elaboración de los DCP y que recuperarán los DCP cuando ya no sirvan. Sin embargo, el uso de los DCP biodegradables (o BioFAD, en inglés) actualmente no es vinculante y parece que se encuentran atascados en la fase de desarrollo.
En una respuesta por correo electrónico, un portavoz de la Unión Europea dijo que se espera que su uso sea obligatorio “para el 2022”, y agregó que “la UE llevó y todavía lleva a cabo y financia varios proyectos y estudios para materializar los DCP biodegradables”.
Julio Morón Ayala, director gerente de OPAGAC, una organización que representa a las empresas que pescan atún con red de cerco, describió el objetivo de 2022 como “una fecha imposible”.
“Estamos intentando hallar el diseño de los DCP biodegradables que pueda adecuarse a nuestra pesca, y está llevando más tiempo del previsto porque después de varios años de experiencias con científicos en un proyecto financiado por la Unión Europea en el océano Índico, se ha demostrado que es más difícil de lo esperado”, escribió Ayala en un correo electrónico a Mongabay.
Las disposiciones respecto de los DCP biodegradables en los SFPA no se extiende a los 13 buques con red de cerco de propiedad europea que navegan con bandera seychellense.
“¿Qué es biodegradable?”
Asimismo, no existe un consenso respecto de lo que realmente es un DCP ecológico. La Unión Europea lanzó un proyecto en 2017 para probar materiales naturales biodegradables para la elaboración de los DCP de estas características. Participaron institutos clave de investigación en el continente, entre ellos el IRD de Francia y el Instituto Español de Oceanografía (IEO), así como la Autoridad Pesquera de Seychelles y la Fundación Internacional para la Sostenibilidad de los Alimentos Marinos (International Seafood Sustainability Foundation, ISSF).
“Todavía estamos definiendo cuestiones básicas: ¿Qué es biodegradable?”, dijo José Carlos Báez, experto en pesquerías marinas del IEO. “Si bien la transición hacia los DCP biodegradables comenzó, puede llevar un tiempo hasta que todos los componentes de los DCP puedan hacerse biodegradables”.
No todos están convencidos de que los DCP biodegradables sean el camino correcto. “Podemos fijar cuotas, podemos hablar sobre los DCP biodegradables, pero muchos ecologistas que quieren que las pesquerías sean sostenibles no ven que los DCP se estén haciendo sostenibles ni que formen parte de la pesca sostenible”, dijo Raguain, el ecologista marino seychellense.
Shah de Nature Seychelles dijo que los DCP biodegradables solo pretenden despistar. Quiere que los DCP se eliminen por completo.
La IOTC, la organización de gestión de pesquerías regional, limitó la cantidad de DCP en uso a 300 por buque. Si bien la intervención de la IOTC hizo cierta diferencia, controlar el cumplimiento representa un problema.
Fonteneau del IRD expresó que parte de la dificultad radica en que no hay consenso entre los propietarios de buques europeos sobre qué hacer con los DCP. Tras bambalinas, los franceses y los españoles se pelean por las normas, dijo. El uso de DCP ecológicos incrementaría el costo para todos los propietarios y operarios de las embarcaciones.
Una relación desigual
Para Raguain, la “relación desigual” con la Unión Europea dificulta la regulación, en especial para Seychelles, un país pequeño con un territorio marino muy, pero muy extenso y muchas flotas que operan en sus aguas.
La responsabilidad de implementar las disposiciones de los SDPA, entre ellas las relacionados con los DCP, recaerá en Seychelles, afirmó la delegación regional de la UE en una respuesta por escrito a las preguntas de Mongabay. En la declaración se agregó que los buques de bandera europea “cooperarán con ellos”.
“Podemos sancionar leyes, pero si no se puede controlar a las empresas involucradas, abusarán de ello; la historia lo demuestra”, expresó Raguain.
El programa de observadores de la industria pesquera de Seychelles implica que haya personal que acompañe a los buques pesqueros para controlar las capturas y garantizar el cumplimiento con las normas. El programa, financiado en parte por la industria, se lanzó apenas en 2013. En un informe de la IOTC donde se documentó la implementación del programa en los 13 cerqueros con jareta de la flota seychellense se halló que el trabajo se vio entorpecido por los observadores poco capacitados y la falta de recursos humanos.
La Autoridad Pesquera de Seychelles no respondió ante los varios intentos de conseguir su comentario.
En el caso de las pequeñas naciones isleñas de todo el mundo, las tarifas de las licencias de pesca contribuyen significativamente a las arcas del gobierno, lo que pone en duda su capacidad de regular adecuadamente los barcos de los países más grandes y más poderosos. En Seychelles, las tarifas y los pagos representan cerca del 3 % de los ingresos totales del gobierno.
Según el último acuerdo, la Unión Europea pagará 5.3 millones de euros ($6.3 millones de dólares estadounidenses) anualmente en tarifas de acceso a la pesca, y los propietarios de barcos europeos pagarán entre 80 y 85 euros (de $97 a $102) por tonelada de atún pescado. También reservarán unos 175 000 euros ($208 000) adicionales al año para ayudar a Seychelles a salvaguardar su abundante riqueza marina.
Raguain señaló que los términos del acuerdo con la Unión Europea ni siquiera cubren el costo de deshacerse de la basura.
“En el caso de Aldabra, nos cuesta $10 000 por tonelada quitar la contaminación de plástico en el mar. Los 85 euros por tonelada de atún no reflejan los factores externos reales de estas actividades”, afirmó. “Los consumidores, la mayoría de los cuales están en Europa, deben darse cuenta de que cuando compran esa lata de atún, no refleja el costo total de su impacto”.
Este es el segundo artículo de una serie de dos partes sobre el efecto que la pesca europea del atún produce sobre la economía y el ecosistema marino de las Seychelles, una nación archipelágica en el océano Índico.