Proyectos turísticos aumentan presión sobre ecosistemas de San Blas e Islas Marías
En los próximos meses, lo que fue el centro penitenciario de las Islas Marías comenzará a recibir a turistas. Su transformación a un lugar turístico va de la mano con una serie de obras que se realizan en el archipiélago y en la costa de Nayarit
El impulso del turismo en esta región aumentará la presión sobre los frágiles ecosistemas insulares y costeros, entre ellos los manglares
Por Agustín Castillo
Mongabay
Juan Francisco García llegó al puerto de San Blas en 1971, cuando tenía poco más de 20 años. Entre los bosques de mangle, los canales rebosantes de cocodrilos de río (Crocodylus acutus) y los criaderos de mosquitos de pantanal, el hoy veterano ambientalista aprendió a sortear a los caciques del lugar y a enfrentar intereses económicos que, desde entonces, ya establecían en ese territorio las granjas camaronícolas, la agricultura industrial y el turismo. Los esfuerzos de García y otros activistas no fueron suficientes para impedir que, en medio siglo, las selvas de esta región del país perdieran la mitad de su extensión y los manglares solo ocuparan dos tercios de la superficie que él conoció.
El integrante del Grupo Ecológico Manglar alerta sobre una nueva ola de proyectos planificados para la región de San Blas-Matanchén y al archipiélago de las Islas Marías, al sur del Golfo de California, en el oeste mexicano. En especial, a García le preocupan los trabajos que, desde el 2020, se realizan como parte del proyecto para hacer de las Islas Marías un centro de atracción turística.
El archipiélago conocido como Islas Marías se ubica en el Océano Pacífico, a unos 120 kilómetros de las costas de San Blas, en Nayarit. En la isla Madre, la más grande del archipiélago, el gobierno mexicano mantuvo una colonia penal desde 1905 hasta marzo de 2019, cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció el cierre de la prisión y un plan para transformar el lugar como un centro recreativo y cultural.
El plan del actual gobierno es hacer de la isla Madre un lugar turístico que comience a recibir visitantes en julio de 2022. Para ello, la Secretaría de Marina —que ofrecerá paquetes turísticos, de acuerdo con lo que se anunció en abril de 2022— contará con tres ferrys que partirán desde San Blas, en Nayarit, o desde Mazatlán, Sinaloa.
El gobierno, además, contempla realizar obras en la costa de Nayarit. Por ejemplo, en Boca de Chila —entre Vallarta y Tepic—, se creará un sector naval y un proyecto turístico de 80 hectáreas que contará con hotel. También se construirá un embarcadero para trasladarse a las Islas Marías.
Como parte del proyecto turístico en las Islas Marías, en el puerto de San Blas, en Nayarit, ya se realizó el dragado de canales para hacer posible el ingreso y salida de los ferrys que llevarán a los turistas. Además, se están haciendo obras para ingresar al poblado.
Ignoran un ambiente vulnerable
Las tres islas y el islote que dan forma al archipiélago Islas Marías fueron declaradas como Reserva de la Biosfera en el año 2000. Además, en 2005, fueron designadas Patrimonio Natural de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Por su lejanía y su condición insular, el archipiélago resguarda una importante riqueza natural: de las 387 plantas vasculares que se han registrado en el lugar, diez son endémicas. Además, tiene 27 especies de reptiles y 13 de mamíferos terrestres, de acuerdo con el Grupo de Ecología y Conservación de Islas AC.
El Programa de Manejo de la Reserva de la Biósfera, publicado en 2021, establece que el archipiélago “debe considerarse básicamente como sitio de conservación, restringiendo las actividades turísticas, limitándose al senderismo y visitas guiadas solo en la isla María Madre”.
Es por ello que Juan Francisco García, miembro del Grupo Ecológico Manglar y del consejo asesor de la Reserva de la Biosfera Islas Marías, envió una carta dirigida al presidente Andrés Manuel López Obrador, en la que señala que el plan presidencial de hacer un centro recreativo en la Isla Madre contradice lo que señala el programa de manejo. Hasta ahora, no ha tenido respuesta.
Francisco García menciona que el impulso de proyectos agrícolas, acuícolas y turísticos que se han impuesto sin considerar a los frágiles ecosistemas de la región han provocado la pérdida y disminución de importantes ecosistemas. Varios estudios le dan la razón al ambientalista.
Pérdida de selva y manglar
En el reporte Manglares de México que publicó en 2021 la Comisión para Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), Nayarit aparece como uno de los tres estados del país que registran disminución en la extensión de ese ecosistema. Desde 1970, el estado se quedó sin 11 mil hectáreas de manglar. Esto se ha dado, pese a que la legislación mexicana prohíbe explícitamente, en el artículo 60 Ter de la Ley General de Vida Silvestre, la tala de manglar.
Además, dos investigaciones sobre la zona San Blas muestran la pérdida de la selva baja y mediana que hay en la región. El primero de los estudios se titula “Evaluación de cambios en el paisaje y sus efectos sobre los humedales costeros del sistema estuarino de San Blas, Nayarit”. En este trabajo los investigadores César Berlanga-Robles y Arturo Ruiz-Luna, del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo de Mazatlán y de la UNAM, respectivamente, señalan que en 1973, la selva baja y mediana se extendía sobre 15 040 hectáreas, pero para 1992 ya sólo había la mitad: 7829 hectáreas.
La causa del mayor de la pérdida de selvas bajas y medianas es la agricultura. En el caso de los manglares, los daños son provocados por las granjas camaronícolas.
En otra investigación, “Cambio de cobertura y uso de suelo en la llanura costera asociados a procesos antropogénicos: caso San Blas, Nayarit”, investigadores de la Universidad de Guadalajara y la Universidad Autónoma de Nayarit revisaron imágenes de satélite entre 2000 y 2019, del sitio Ramsar San Blas-La Tovara. Sus datos muestran que en ese periodo de tiempo los manglares de la zona perdieron poco más de 2 mil hectáreas; es decir, casi el 28 % de su cobertura original.
Si la pérdida continúa a ese paso, los investigadores advierten que para el 2038 se tendrán poco más de mil hectáreas menos de manglar.
¿Cuál es el valor de 2103 hectáreas de manglar perdidas entre 1973 y 2019? Ernesto Bolado, vocero de la organización civil SuMar, explica que cada hectárea de manglar en la región tiene un valor anual de 53 425 dólares (casi 1.1 millones de pesos mexicanos). Esta cifra incluye aspectos como producción de alimentos (37 500 dólares); regulación de disturbios ambientales, como huracanes o aludes (8240 dólares); tratamiento de desechos (6696 dólares); recreación (658 dólares); refugio y hábitat de especies (169 dólares) y productos diversos (162 dólares).
Esto significa una pérdida anual de más de 112 millones de dólares, o alrededor de 2200 millones de pesos mexicanos, que impactan sobre la economía y la calidad de vida de la región.
Juan Francisco García asegura que la costa de Nayarit es una de las más afectadas por el desplazamiento del mar, debido a que las marismas que colindan con buena parte de la línea costera, se han tornado inestables con proyectos como la hidroeléctrica de Aguamilpa (1990), las carreteras cada vez más amplias —como la que comunica a San Blas con Tepic— y obras que han sido retomadas como el canal Centenario, para irrigación de las llanuras costeras nayaritas.
Los estudios citados demuestran que el efecto erosivo del mar ha desplazado tierras emergidas en San Blas. Entre 2000 y 2019, los mapas de la investigación que se enfocó en el sitio Ramsar San Blas-La Tovara revelan que hay 359 hectáreas menos de superficie terrestre.
El investigador Exequiel Ezcurra, de la Universidad de California en Riverside, uno de los ecólogos más renombrados de México, lo atribuye a la combinación de los malos manejos territoriales, la destrucción ambiental y el cambio climático que eleva poco a poco el nivel de los mares. “El caso de la costa de Nayarit no es profecía apocalíptica, es algo que ya estamos viendo de manera muy notoria”, advierte en entrevista.
Los daños en el archipiélago
Durante más de un siglo, las Islas Marías fueron famosas por albergar al centro penitenciario. La infraestructura que se construyó en el lugar para que funcionara la cárcel provocó daños severos sobre los ecosistemas y servicios ambientales del archipiélago.
El biólogo Armando Calderón Rodríguez, quien hasta 2021 trabajó en la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), enumera algunos impactos ya acumulados por la larga historia del núcleo penitenciario: “Desde los años 80, la isla María Madre ya presentaba estrés hídrico. La cosa se puso peor en 2010, cuando aumentó su población a ocho mil personas”. Como efecto, decayó el bosque tropical caducifolio y subcaducifolio en la parte norte de la isla que, además, registra un alto impacto de ganadería y especies introducidas, desde ratas y gatos hasta ganado mayor.
Los gatos domésticos y la rata negra, por ejemplo, son los principales causantes de la disminución de las poblaciones de reptiles, mamíferos y aves nativas. Esto ha derivado en la probable extinción de dos mamíferos endémicos, el ratón arrocero (Oryzomys nelsoni) y el ratón de las Islas Marías (Peromyscus madrensis), así como la pérdida del ratón marsupial (Tlacuatzin canescens). Otras especies nativas, como la boa, la iguana y la tortuga carey están muy presionadas.
“Cuando se anunció el final del centro penitenciario, los expertos señalaron la necesidad de que el lugar tuviera un descanso para recuperar los niveles freáticos y el bosque. Muchos árboles ya no daban semillas por la extrema sequedad del ambiente, estaban estresados, y por eso se estableció un vivero de especies nativas”, explica Calderón Rodríguez.
El centro penitenciario cerró entre febrero y marzo de 2019. No se atendió la recomendación de los expertos: de inmediato, comenzó la remodelación del lugar para transformarlo en un centro recreativo.
Mongabay Latam solicitó entrevista con las autoridades de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), pero no se tuvo respuesta.
En el viejo puerto de San Blas, fundado en el siglo XVI, Juan Francisco García teme que si tiene éxito la explosión turística que busca el gobierno mexicano en la región, colapsen los servicios urbanos, se dañe aún más la zona de manglar y se busque desarrollar nuevos negocios a costa de ese frágil ecosistema.
Uno de los obstáculos materiales que han ahuyentado los grandes negocios desde que el puerto entró en su larga decadencia, es la multiplicación de los moscos de pantano o jejenes en el contiguo estero de La Tovara. Los ambientalistas usan el mosquito como símbolo de la resistencia a los proyectos extractivos, al grado que los estampan en camisetas blancas para vincularlos al ecologismo.
“Hasta ahora, esos diminutos pero incisivos y molestos insectos nos han defendido”, dice convencido Juan García. ¿Esta vez, los mosquitos impedirán la imposición de los proyectos que sacrifican a los ecosistemas? “No lo sé, no lo descartes... siempre ha sido así”.