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Investigación

Fentanilo en Sinaloa: más propaganda que política de salud

Entre 2020 y 2022, en la entidad se tienen registradas 46 muertes relacionadas con el consumo de droga; hasta ahora, solo están reconocidos 10 casos que se atribuyen al consumo del fentanilo
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Esta investigación fue realizada gracias al apoyo del Consorcio para Apoyar el Periodismo Regional en América Latina (CAPIR) liderado por el Institute for War and Peace Reporting (IWPR).

Gabriel dice que la “malilla” es lo peor. Eso de estar 20 días, en los que duermes todo el tiempo y solo te despiertas para comer y tomarte los medicamentos. Y todo, para sobrellevar la ansiedad que te da el síndrome de abstinencia cuando dejas de consumir fentanilo.

La última vez que lo vivió fue en su cuarto intento por desintoxicarse. Las tres anteriores terminó en el hospital y hoy sabe que los estragos lo acompañarán por un tiempo que nadie le ha podido determinar.

Al menos en esta ocasión, Gabriel insiste que no recaerá.

En tanto, cuenta que inició en el consumo de drogas a los 14 años y, en todo este tiempo, solo recibió ayuda de su familia, porque los hospitales a los que acudió eran privados, igual que el resto de los tratamientos.

De la medicina pública puede hablar muy poco. Dice que ahí nunca recibió tratamiento y tampoco apoyo para prevenir el consumo.


El fentanilo en Sinaloa

Las cifras por muertes de fentanilo en Sinaloa todavía suenan “pequeñas” para el gobierno y no generan la alarma que vislumbra lo que para muchos ya es una crisis oculta de salud pública.

El consumo de drogas en Sinaloa ha dejado 46 personas muertas entre 2020 y 2022; según datos de las actas de defunción a las que Noroeste tuvo acceso vía solicitud de información: 17 tienen registradas a “las drogas” como causa del deceso,13 por uso de metanfetaminas,10 por consumo de fentanilo y seis por opioides.

En el caso específico del fentanilo, los muertos tenían entre 18 y 50 años de edad y fueron registrados en los municipios de Culiacán, Mazatlán y Guasave.

De acuerdo con los datos de la investigación, en Sinaloa hay 3 mil 882 personas internadas en centros de rehabilitación. Entre esta población hay 96 menores de edad, 90 hombres y el resto mujeres.

Aunque las defunciones por el consumo de esta droga van en incremento en los últimos tres años, en Sinaloa, las autoridades de salud y educación están más ocupadas en advertirle a niñas, niños y jóvenes que las drogas son “malas” y que mejor no tengan contacto con el fentanilo, que en evitar las muertes de personas que ya son usuarias y generar políticas de prevención o incluso en debatir la legalización de las drogas.

El fentanilo es un medicamento utilizado para la sedación en pacientes que ingresarán a quirófano, o también en aquellos que requieren manejo del dolor como las personas que padecen algún tipo de cáncer.

Esta droga tiene diversos nombres callejeros: heroína blanca, heroína sintética, chiva blanca, fenta, M30, china white, china girl y tango; el uso no médico es a través de polvo blanco, tabletas, comprimidos y dulces.

Los efectos que provoca son analgesia, somnolencia, náusea, estreñimiento, euforia, adicción o dependencia, hipotensión, rigidez muscular, espasmo muscular intestinal, movimientos involuntarios, alucinaciones, confusión, delirio, coma, depresión respiratoria, y muerte.

Ante las crecientes noticias sobre el fentanilo y los acuerdos tomados con Estados Unidos, el Gobierno Federal lanzó la campaña “Si te drogas, te dañas” para implementar acciones de prevención de consumo de drogas en México. La campaña es más una estrategia de educación, que del sector salud. La población objetivo son niñas, niños y adolescentes a partir del primer año de primaria; el trabajo lo realizan directamente con docentes para que sepan identificar a menores de edad consumidores y qué hacer en esos casos.

Sobre la propaganda de gobierno, Zara Snapp, directora del Instituto Ria, señaló que ese tipo de campañas son estigmatizantes, y aseguró que el Estado Mexicano no está preparado para afrontar la crisis del fentanilo en el país.

$!Zara Snapp, directora del Instituto Ría.
Zara Snapp, directora del Instituto Ría. ( )

“El Gobierno Federal ha estado impulsando y su campaña es ‘abstinencia o muerte’, pero nosotros desde nuestros principios y enfoque filosófico de intervenciones de reducción de riesgos y daños, creemos que lo más importante es que las personas se puedan mantener vivas y que puedan estar bien”.

“Esas no pueden ser nuestras alternativas a la prohibición, tendríamos que estar trabajando en una oferta de servicios mucho más amplia y basados en los estándares internacionales que protegen y garantizan los derechos humanos”.

Opinó que la estrategia debe contemplar el uso seguro de las drogas y que haya un análisis de las mismas para advertirle a los consumidores sobre la contaminación cruzada de sustancias psicoactivas, tarea que están implementando organizaciones civiles de estados fronterizos al norte de México.

Las personas que usan drogas también deberían tener acceso a los reactivos para ellas mismas verificar si lo que piensan consumir no está impregnado con una sustancia diferente a la que adquirieron.

La contaminación cruzada del fentanilo con otras sustancias debería ser un tema de preocupación porque saben de muchos casos de personas que compraron alguna droga y la consumen ignorando que también trae M30, esto ocurre principalmente en Estados Unidos pero también en México, explicó Snapp.

Por ejemplo, cuando la cocaína es cortada con fentanilo ha provocado sobredosis fatales, por la vía de consumo y la dosificación, advirtió.

Lo que debería estar ocurriendo en México es que haya un fácil acceso a la naloxona, que es la medicina utilizada para revertir la sobredosis de fentanilo; que las personas que trabajan con quienes usan drogas, como los centros comunitarios, puedan conseguir sin trabas el medicamento para poder restablecer al usuario en una intoxicación.

Además que haya espacios seguros para que las personas consuman sustancias, y que sepan exactamente qué usarán, de esa forma protegerse en medida de lo posible.

“Y eso es parte de mantener a la persona viva”.

Existe una plataforma virtual en la que el cuerpo docente, madres, padres de familia y tutores pueden acceder a videos informativos y textos que detallan actividades de prevención, estas se basan principalmente en hablar con infantes y jóvenes, comunicarles los daños que provocan las sustancias psicoactivas, e instruye a los adultos a tener empatía y comprensión con este sector de la población.

El discurso de la estrategia es reiterado por el Subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell Ramírez, en la sección “El pulso de la salud”, que es expuesta cada martes en la conferencia de prensa matutina que encabeza el Presidente Andrés Manuel López Obrador, exponiendo cuales son las acciones prioritarias del Gobierno Federal ante el consumo del M30 en México.


La política “antifentanilo” en Sinaloa: más propaganda que política de salud

Sinaloa sigue la misma estrategia marcada por la Federación, para prevenir el consumo de sustancias psicoactivas tanto ilegales como legales, pero enfocándose en el fentanilo, informó la doctora Martha Alicia Torres Reyes, titular de la Comisión Estatal para la Prevención y Tratamiento contra las Adicciones.

Pero mientras que la estrategia de combate a las adicciones contempla la prevención del consumo, la doctora Torres Reyes ve complicado que haya una transición en el mensaje a una propaganda de uso responsable de las drogas, así como de detección de contaminación cruzada, o sea, que la gente esté segura que la droga que está consumiendo no está cortada con fentanilo, unas de las razones relacionadas con las muertes por sobredosis, según la opinión de la médica.

De acuerdo con datos de la Secretaría de Salud federal, en 2019 murieron en México 19 personas a causa del fentanilo, para el 2020 la cifra aumentó a 26; según información de la dependencia, actualizada al 11 de abril, pero no hay datos más recientes.

Sin embargo, el Estado podría no estar viendo el panorama completo en muertes por sobredosis de M30, ya que los hospitales públicos no cuentan con reactivos para detectar específicamente el fentanilo con base en pruebas de orina, según admitió el doctor Carlos Enrique González, director de atención médica de la Secretaría de Salud estatal.

“Actualmente hay un boom por el uso de opioides sintéticos, en este caso el fentanilo, que ha sido noticia en muchos medios nacionales e internacionales y que actualmente está más en boga, por ese motivo nosotros no lo tenemos como un stock básico”.

Aunque Salud Sinaloa no tenga los reactivos para detectar el fentanilo, en caso de que los hospitales públicos recibieran un paciente con sobredosis presumiblemente por esa droga, buscarían canalizarlo a un laboratorio externo que sí tenga las pruebas para confirmar que se trate de M30.

La cocaína, cannabis y anfetaminas son detectadas por medio de la orina, el personal de salud toma la muestra del paciente y la procesan en un laboratorio. Por lo general utilizan tiras reactivas similares a las pruebas de embarazo; sin embargo, tiene que procesarlas un químico como tal.

En el caso del fentanilo, los exámenes antidoping para detectarlo son por vía sanguínea y orina, son reactivos más especiales y específicos; pero la prueba no marca directamente que se trate de M30 porque es una droga que usa la materia prima del opio como base, pero es mezclada con ingredientes sintéticos, por lo que el examen indicaría que se trata de una sustancia opioide sin quedar claro que sea fentanilo.

Las drogas sintéticas como el fentanilo son sustancias sintetizadas en un laboratorio que actúan en las mismas regiones del cerebro que los opioides naturales; en Estados Unidos también usan la oxicodona que es un medicamento, la hidrocodona, codeína, y la morfina.

González Ramos aseguró que cuando un paciente llega a un hospital público por probable intoxicación por el consumo de algún tipo de droga aplican un protocolo estandarizado que es activado en las áreas de urgencias.

Afirmó que primero revisan la cuestión clínica para ver si hay sobredosis, esto aplica en los pacientes que llegaron conscientes o semiconscientes; después buscan qué tipo de sustancia consumió; verifican la condición del paciente porque la mayoría que tiene una intoxicación presenta falla en el sistema respiratorio.

“Si estos pacientes llegan a tener una secuela en cuestión respiratoria porque se vio afectado el pulmón por el uso de estas sustancias, prácticamente nosotros tenemos que mandarlo ya sea a una rehabilitación en el mismo hospital o en alguna dependencia de las que tenemos a nivel gubernamental”.

En el hospital le realizan pruebas clínicas o de imagenología para determinar si tuvo daño en los órganos por la sobredosis, y posteriormente ver si puede ser dado de alta, aseguró el médico.

Después de estabilizado y definir que será egresado, es canalizado al área de trabajo social para que lo orienten a que reciba atención subsecuente, ya sea en las unidades de Especialidades Médicas en Centros de Atención Primaria en Adicciones, conocidas como Unemes Capa, o sea enviado a la a la Comisión Estatal para la Prevención, Tratamiento y Control de las Adicciones, Ceptca.

En las Unemes Capa los pacientes pueden llevar los procesos psicológicos, médicos, así como pláticas, talleres y orientaciones; pero no son centros de internamiento en los que se puedan quedar para recibir tratamiento de rehabilitación.

No obstante, aunque los pacientes sean canalizados no es obligación que tomen el tratamiento que les sugieren, ni tampoco la Secretaría de Salud está facultada para hacer algo más que la recomendación.

Cuantas veces llegue el paciente a los hospitales públicos a recibir atención por sobredosis, será estabilizado y lo revisarán para analizar los posibles daños provocados por el consumo de sustancias, insistirán en que reciba atención en las Unemes Capa, pero es todo lo que puede hacer la dependencia.


‘Si no se va al panteón, se va al psiquiátrico’

Sentir que no sientes nada. El calor directo de la flama de la estufa es suficiente para calentar la pastilla, luego, en una pipa, con solo una aspiración de vapor, Gabriel tenía para caer bajo el efecto adormecedor del fentanilo.

Lo usaba para contrarrestar las sensaciones provocadas por el cristal. Uno le daba “para arriba”, y el otro, “lo bajaba”.

Gabriel empezó a consumir drogas a los 14 años, nunca recibió ninguna plática informativa de las drogas, lo que le habría hecho pensarlo dos y hasta tres veces antes de empezar a usarlas, dijo el joven.

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Tabaco, alcohol, mariguana, cristal, iba en ascenso hasta que a los 19 años llegó a sus manos el fentanilo.

El consumo de sustancias lo llevó tres veces a rehabilitación, dos de esas ocasiones fue llevado por su familia, una de ellas porque pensó que sería papá; pero la cuarta sería la definitiva, a principios del 2023, tras cuatro años de consumo de fentanilo.

En las tres primeras ocasiones que estuvo en anexos, no obtuvo información sobre las drogas, simplemente recibía pláticas de otros internos que compartían su historia. La falta de atención médica también fue un común denominador, solamente eran atendidos recién llegados para estabilizarlos.

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Gabriel recibió información sobre drogas hasta su internamiento en Comunidad Sinaí, en donde también tuvo respaldo médico y terapéutico en su tratamiento, así como apoyo para reinserción social.

Aunque inició a consumir fentanilo en 2019, Gabriel admitió hasta el 2023 que tenía un consumo problemático, cuando fue internado por cuarta ocasión inició de manera involuntaria; pero una vez que ingresó al centro de rehabilitación reflexionó sobre ello y después de que fuera hospitalizado en varias ocasiones durante esos años, tres de ellas llevado en ambulancia a emergencias.

“Muchas personas con el simple hecho de oler pueden ahí quedar, el cuerpo es muy diferente”.

En las tres ocasiones que fue llevado a emergencias por intoxicación, en ninguna le dijeron en los hospitales que acudiera a rehabilitación, ni lo canalizaron a ninguna institución para que recibiera apoyo.

Su familia fue quien costeó los tratamientos que recibió en hospitales privados; desconoce si fue a ellos a quienes les dijeron que el joven de 23 años necesitaba internamiento contra las adicciones.

Fueron ellos quienes también pagaron por las cuatro ocasiones que el joven estuvo en rehabilitación.

Pese a que la letalidad del fentanilo es muy difundida en medios de comunicación por los casos que se presentan, principalmente en Estados Unidos, Gabriel pudo consumirlo por cuatro años.

“Yo gracias a Dios que lo estoy contando”.

“Si no se van en el viaje, si no se va al panteón, se va al psiquiátrico, es algo muy difícil de saber cómo va a reaccionar uno”.

Lo consumió durante años pero no sin consecuencias, ya que en su salud le dejó ataques tipo epilépticos los cuales no les han dicho si se le quitarán.

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“Se llama crisis de ausencia, es por lo que empieza, primero me dan como choques de descargas eléctricas, tres, cuatro segundos, se me va todo, se me va el avión como decimos, ya después me empiezan los ataques que me quedo botando”, explicó.

Las crisis iniciaron entre los seis meses y un año después de que empezó a consumir fentanilo cuando pasaban los efectos de la droga, él mismo tiene que hacerse cargo del costo de su valoración psiquiátrica y los medicamentos que requiera.

Pero aunque haya salido del centro, admite que mantenerse sobrio es una tarea de todos los días. Para mantenerse, procura solamente realizar actividades familiares, no frecuenta lugares ni a personas relacionadas con su consumo de drogas; continúa con atención psicológica, acude a misa, y hasta considera dejar el país para alejarse de las zonas que le recuerdan su adicción.

Además continúa asistiendo a Comunidad Sinaí en el programa de Tercera Fase, para apoyarse en su reinserción social.

Por la secuela de consumo de drogas, el joven tuvo que dejar de lado su aspiración de convertirse en piloto aviador, dado que no puede realizarlo por las convulsiones que presenta. Otra carrera que tiene en consideración es convertirse en militar, algo que le llamó la atención desde pequeño.

Pero por ahora, el joven aspira a terminar la preparatoria.