ENTREVISTA | ‘En el Golfo de California las especies se encargan de seguirme maravillando’: Héctor Pérez Puig
Héctor Pérez Puig siempre supo que quería ser biólogo. Cuando era niño, recibió regalos como un microscopio de juguete que lo llevaron a descubrir el mundo de los microorganismos y a definir su vocación. De observar los detalles más pequeños, esos que no son detectables a simple vista, pasó a seguir a las especies más grandes del mundo a bordo de una embarcación. Nacido en Ciudad de México, pero radicado en Sonora desde 2009, al noroeste del país, hoy dirige el Programa de Mamíferos Marinos de Prescott College, una institución educativa con base en Arizona, Estados Unidos, enfocada en estudios sociales y ambientales.
El Centro Prescott es su lugar de trabajo. Ubicado en Bahía de Kino, una pequeña comunidad pesquera del Golfo de California, es una asociación civil mexicana y la estación científica base para la operación del programa marino. Hasta ahí llegan cada año cientos de investigadores, becarios, estudiantes y visitantes de la comunidad, para colaborar en la conservación y protección de las especies y hábitats haciendo uso de la ciencia, la educación ambiental, el intercambio de información y la participación comunitaria dentro de sus múltiples programas.
Para Héctor Pérez Puig, sin embargo, la estación representa muchas cosas más. “Durante casi siete años, [la estación] no solo fue mi área de trabajo sino mi hogar: yo vivía ahí dentro, nos daban espacio a quienes trabajamos ahí para poder vivir”, cuenta. Así, de haber llegado a Sonora luego de concluir una maestría en Ecología Marina en Ensenada, Baja California, se sumó a una comunidad que ha tejido redes —entre amistades, proyectos y numerosas colaboraciones— en torno a la conservación de la vida marina.
Han pasado 13 años y el biólogo no ha dejado de salir a navegar, con su cámara fotográfica a cuestas, para buscar ballenas y delfines. “La información que puedes obtener de una foto de estos animales es muchísima”, asegura. “Desde la dinámica poblacional, poder inferir sus movimientos, los tiempos de residencia, las asociaciones entre individuos, etcétera... en fin, todo eso, solo con una foto”.
A la gente local no deja de parecerle increíble que Bahía de Kino sea un punto ballenero y, cuando Héctor Pérez Puig les demuestra que se tienen registros de 14 especies de cetáceos, la impresión crece aún más.
Mongabay Latam conversó con el biólogo sobre su propia historia con los mamíferos marinos, pero también acerca de las sorprendentes especies que habitan esta región mexicana y las formas en las que trabaja generando información necesaria para conocerlas y conservarlas.
¿Desde cuánto estudias a los mamíferos marinos y por qué decidiste, personalmente, que este sería tu campo de estudio?
Debo remontarme a muchísimos años atrás. Desde que era muy chiquito ya tenía pensado estudiar biología, en aquel entonces, cuando iba en la primaria, recuerdo que yo decía que quería ser biólogo químico —yo no sabía si existía esa carrera, pero quería ser eso—, y recuerdo que, en esos regalos del Día de Reyes, me regalaron un microscopio y estos kits de química y biología, y para mí fue descubrir todo un mundo. Eso, en realidad, me atrapó.
En la secundaria yo ya tenía fijo lo que quería estudiar: biología y dedicarme a trabajar con delfines y ballenas. Recuerdo que yo ya fotocopiaba mis primeros artículos de divulgación científica y tenía mi pequeña biblioteca con revistas ya leídas. Curiosamente, en aquel entonces leía autores y para mí era decir ‘yo quisiera ser como ellos’, y pues ahora la sorpresa es que puedo llegar a colaborar con algunos de ellos, a quienes en su momento yo leí. Siempre que digo a qué me dedico, digo que mi pasión es trabajar con mamíferos marinos.
¿Qué es lo que encuentras más sorprendente de esos animales?
Creo que todo. Incluso, cuando me preguntan por mi especie favorita, entro en un debate mental por andar escarbando en cuál puede ser la mejor y a veces no la encuentro. Depende de la situación o que tengo a muchas especies ligadas a algunas regiones o a momentos de mi vida y para mí muchas de ellas son muy importantes. Creo que una de las cosas evidentes que destaca de estas especies es el tamaño. Estás acostumbrado a ver animales grandes, como un caballo o una vaca, que para efectos de comparación con un humano dices que son grandes. Pero cuando estás en el mar y te encuentras a una ballena azul, que puede llegar a medir hasta 33 metros, según el registro más largo de esta ballena, te das cuenta de que no somos nada en comparación con estas especies. Esa capacidad de movilidad cuando estás tratando de trabajar con ellas, es impresionante. Incluso cuando salen a respirar, lo primero que hacen es exhalar todo el aire que traen dentro de los pulmones y, cuando inhalan, hacen un sonido que yo nunca he tenido la oportunidad de escucharlo en otra cosa o instrumento que pueda ser semejante. Para mí es como entrar en un trance, es superimpactante.
¿Siempre es igual de impresionante o te acostumbras con los años de trabajo?
Es algo que siempre he dicho: en el momento en que no me siga emocionando de ver un avistamiento, así sea de un delfín o de una sola ballena, yo creo que en ese momento yo mismo diría, ¿sabes qué? Déjalo aquí y dedícate a otra cosa, búscate otra pasión. Pero cada avistamiento, cada día, cada vez que te subes a la panga, no sabes lo que te va a esperar. El Golfo de California siempre te sorprende, siempre te encuentras algo, cuando crees que ya viste todo, espectáculos que nunca nadie va a poder observar o conductas que crees que nunca vas a poder registrar en una fotografía otra vez, pues en el Golfo las especies se encargan de seguirme maravillando. Eso hace que siga aquí, en Kino, que no me mueva y que no piense en moverme. Mientras no acabemos con estas especies, en la región, yo estaría a gusto de seguir trabajando con ellas.
¿Cómo inicia el programa de monitoreo de mamíferos marinos?
Este programa no empezó cuando yo entré a la institución. Sus inicios son en 1997, con quien era el gerente de la estación y no solo era eso, sino todo: gerente, panguero [capitán de embarcación], encargado de algunos programas de educación ambiental, hacía mamíferos marinos, hacía aves... de todo. En ese entonces eran muy pocas las personas que laboraban en el centro, él era un americano de Prescott, Arizona, llamado Tadeo Pfister. Prácticamente heredé las actividades de mamíferos marinos que él empezó en 1997, él sentó las bases para estar colaborando con gente hasta ahora y me abrió una amplia gama de posibilidades. En 2006 sale de la institución por otros proyectos personales y hay un hueco de datos en el programa, ya no se hacían registros. Cuando llegué en 2009 empecé a revisar la información que se tenía y a tratar de estandarizar las bases de datos, los protocolos para el monitoreo, pensando en hacer el programa un poco más robusto, sólido y a largo plazo. A eso le apostamos: a tener información sólida y buena, para eso había que hacer un monitoreo continuo. Afortunadamente, eso ocurrió y ya lleva 13 años funcionando con monitoreos semanales, sostenidos durante todo el año, solo paramos en agosto por el periodo vacacional y en diciembre por las fiestas.
¿Cómo es una jornada de monitoreo de ballenas?
Necesitamos días muy calmos para poder realizar las actividades y eso lo decidimos con nuestro capitán de embarcaciones. El día de monitoreo lo empezamos a las 7:30 de la mañana en el centro, todos preparados con su comida, chamarras y equipo: hojas de datos, GPS, hidrófono, pilas y mi herramienta principal, que es la cámara fotográfica que siempre me acompaña. Estamos todo el día en el mar, todo día estamos buscando. Hay días que pueden ser un poco aburridos porque no encontramos animales y en el regreso encontramos quizás algunos. Eso aligera un poco esa carga y hay otros días que, desde que salimos y hasta que regresamos, estamos viendo animales. A veces hemos dejado algunas ballenas y grupos de delfines sin trabajar, porque estamos a punto de no tener luz y debemos regresar. En esas salidas podemos estar hasta 10 horas de esfuerzo en un solo día de trabajo. El día termina a las cinco o seis de la tarde que regresamos a Kino. Mucha gente me dice: ‘¿Cuál es tu trabajo? ¿Cómo te vas a cansar si ves ballenas y te diviertes?’ Sí es muy gratificante, pero sí es agotador. Una jornada de trabajo en el mar sí es bastante pesada, uno llega fulminado a tomar un baño, comer algo y a dormir. La parte no muy divertida, que a muchos no les gusta, es al otro día que hay que limpiar el material y pasándolo a las bases de datos, para dejar todo listo para la siguiente salida.
¿Qué especies hay en la región de Bahía de Kino?
Tenemos 14 especies de cetáceos. Curiosamente, tenemos siete especies de ballenas y siete especies de delfines u odontocetos —que tienen dientes, para poderlos diferenciar—. De esas, hay unas especies muy comunes en la región y otras con muy pocos avistamientos, a lo mejor fortuitos o han sido grupos transitorios. Dentro de las más comunes, está la ballena de aleta (Balaenoptera physalus), que es la especie objetivo y la más importante. Tenemos más de 600 avistamientos de esta especie en nuestros 13 años y es una población residente en el Golfo de California, por eso es súper importante seguir monitoreando esta especie en la región; es la segunda ballena más grande en el mundo y mide hasta 24 metros. Otros son los tursiones (Tursiops truncatus), que también les llaman toninas en la región y son delfines que estamos estudiando y estamos a punto de poder aportar información sobre si se trata de una población residente local y está alimentada por algunos otros grupos que pasan por la región; de estos tenemos más de 300 avistamientos. De cachalotes (Physeter macrocephalus) tenemos registros que han disminuido. Tenemos delfines comunes de rostro largo (Delphinus capensis), tenemos poco más de 300 avistamientos de esa especie. También la ballena azul (Balaenoptera musculus), aunque pareciera que no es lugar donde puedes llegar a ver esta especie, sabemos de lugares específicos en el Golfo, pero la sorpresa es que aquí también las podemos llegar a ver. La ballena jorobada (Megaptera novaeangliae), que es una especie migratoria, resulta que también la vemos durante estos meses.
¿En qué consiste la técnica de foto-identificación que emplea el programa?
Es una técnica relativamente muy simple. Quizá también una de las más baratas, porque lo único que necesitas es una cámara fotográfica de buena calidad, con buen lente. La idea detrás de la foto-identificación data de los años 70, con gente que empezó a darse cuenta de que había algunas características en algunas partes del cuerpo de los animales que pudieran ser útiles para poderlos diferenciar entre ellos, no solo a nivel de especie, sino dentro de la misma especie a reconocerlos o individualizarlos. Es prácticamente como si estuvieras tomando las huellas digitales de cada uno de estos animales a través de una fotografía. Dependiendo de las especies, te enfocas en algunas partes del cuerpo. Por ejemplo, en los delfines, en la mayoría de ellos la parte en la que te enfocas es la aleta dorsal, ahí tienen algunas marcas naturales o que son adquiridas a través de los años de vida o, desafortunadamente, con algunas interacciones con pesca o actividades antropogénicas que pueden cortar la punta de la aleta o cercenar por completo. Esos animales quedan reconocibles para nosotros, entonces, cuando les tomas una fotografía es posible reconocerlos a través del tiempo. En el caso de algunas ballenas, para algunas especies usamos también la aleta dorsal, y en otras la aleta caudal o la cola, que también tienen patrones de color específicos por individuo y con esas fotografías podemos ver cuales son los animales que estamos viendo cada vez que salimos.
¿De qué manera toda esta información generada puede aportar a la conservación de los mamíferos marinos?
Dentro del programa de mamíferos, no solo está el proyecto de foto-identificación, tenemos otros más: uno es reconocer la diversidad y la riqueza de especies y mamíferos marinos. Una fotografía te puede ayudar a reconocer las especies y eso va a enriquecer tu lista, pero también nos interesa conocer el tamaño poblacional de estas especies, para que puedas crear planes de manejo, o que hagas recomendaciones sobre cómo proteger o conservar en ciertas regiones. Las fotos que tomamos sirven para, a través de programas enfocados en algoritmos matemáticos, podamos calcular el tamaño poblacional, saber cuántos delfines y ballenas hay en nuestra región. Eso hemos estado haciendo e incluso algunos estudiantes que han realizado sus tesis de licenciatura o maestría han hecho estos proyectos para la estimación de abundancia de algunas especies.
Otra de ellas es que nos interesa conocer el uso de hábitat que le dan estas especies a la región, es decir, qué es lo que hacen aquí: si les gusta venir de paso, si vienen y están cierto tiempo. Y si cuando están aquí vienen a alimentarse o a tener crías. Eso, a través de la fotografía, nos ayuda muchísimo. Con una sola foto de una ballena, en subsiguientes salidas, si te encuentras a la misma, puedes inferir el tiempo de la ballena en la región y qué tan importante es para ella. Eso suma más datos para poder generar información para esos tomadores de decisiones sobre los sitios importantes en las regiones, en cuestión de interacciones con pesca o turismo un poco desbordado, y poder dar recomendaciones sobre las zonas donde se debe poner atención, evitar que haya más tráfico o cierta actividad, esa información tratamos de aportar para que se creen planes de manejo.
En tus 13 años de trabajo, ¿cuáles han sido los hallazgos que consideras más relevantes? ¿De qué manera se ha transformado la dinámica de los mamíferos marinos en la región?
Hay cosas muy interesantes que hemos visto en muy poco tiempo, a veces ligado con información que nos ha dado gente antes de nosotros, que nos comentaban que hace 30 años veían cantidades de cachalotes y ballenas. Cuando llegué a la región sí me tocó ver cierto número de estas especies, pero desafortunadamente, con el paso de estos últimos 13 años, hemos visto cómo varias de estas especies y el número de avistamientos ha disminuido y, en algunos casos, ha sido bastante drástico. Particularmente en especies como cachalotes y calderones de aletas cortas [también conocidos como ballenas pilotos], son especies que ya dejamos de ver en la región. Y antes, a lo largo del año, en algunas zonas que ya sabíamos que eran sus hábitats esenciales, podíamos tener avistamientos de ellas. Ahora, aunque estés haciendo el mismo esfuerzo o más, en las mismas zonas, pues ya no vemos ninguno o muy pocos.
¿Cuáles son las amenazas que enfrentan las especies de la región?
No sabemos si es por la pesca —se tienen que hacer estudios muy particulares—, para saber si realmente es un factor que está teniendo este impacto. Lo que sí sabemos es la parte ecológica: estas dos especies son teutófagas, es decir, se alimentan casi exclusivamente de calamar y la pesquería de calamar en el Golfo de California, ya se ha establecido que está colapsada, ya no es económicamente rentable. Existe el calamar en la región, pero ya no como antes. Creo que eso sí ha tenido impacto directo en estas poblaciones de calderones y cachalotes y creo que se han visto obligadas a moverse a otras zonas o a salirse del Golfo, eso es algo que hemos evidenciado. Había otras especies que bajaban o subían por temporadas, el patrón no es muy claro, pero el número de avistamientos ha disminuido. Las ballenas de aleta son las que normalmente vemos en otoño e invierno y bajan por temporalidad, por cuestión de su biología y su ecología que se mueven a otras zonas del Golfo. Aquí en la región las dejamos de ver en primavera-verano, pero en otros años veíamos un incremento en la ballena de Bryde o rorcual tropical (Balaenoptera edeni), que aumentaba su presencia, pero de 2013 y 2014, los avistamientos de ballena de aleta han disminuido. Sí siguen presentes, es de las especies más importantes y comunes de ballenas en la región, pero los números no son comparables con los que veíamos entre 2009 y 2012.
Lo que no hemos documentado muy bien es esa parte de los efectos antropogénicos, hay mucha actividad de pesca en la región, sin duda, creemos que presiona mucho la presencia de animales aquí. Algo que preocupa es el turismo, antes Kino era una región olvidada o se pensaba que era tranquila, y el impacto no se veía tanto como de unos años a la fecha. Ahora hay más embarcaciones de turistas, de gente con dinero y forma adquisitiva para estar saliendo constantemente al mar. Eso provoca presión de tránsito y a veces no tienen buenas prácticas de navegación y pueden colisionar con alguna ballena o alterar los comportamientos de los grupos de delfines.
¿Qué esperas para el futuro de las ballenas que llegan a Kino y de los estudios en torno a las especies?
Me gustaría ver una mayor sensibilización de la comunidad, un reconocimiento de estas especies y de la importancia que tienen en esta región. Creo que la presión turística viene cada vez más fuerte y me gustaría que las autoridades tuvieran un mayor sentido de colaboración, abiertas a la participación y que, juntos, academia, colegas, instituciones de gobierno y asociaciones civiles encontremos estas formas de poder dar recomendaciones de cómo hacer actividades turísticas sustentables, que tengan un beneficio para las especies y la comunidad. En la parte de la ciencia, que es lo que me corresponde, yo sí veo un potencial muy grande todavía para generar información científica, pues mucha gente no ubicaba a Bahía de Kino como una zona ballenera y, con el trabajo que hemos hecho, ya hay ojos al pendiente. Yo apuesto por las redes de colaboración con otras instituciones para hacer un trabajo mucho más sólido. Una de las razones por las que hacemos esto es para dar a conocer lo que se tiene en la región; es bien sabido que aquello que no se conoce, no se ama y mucho menos lo llegas a conservar.