¿El sargazo puede dejar de ser un dolor de cabeza para transformarse en protagonista de una nueva industria?
Desde 2011, la presencia el sargazo es cada vez más común en el Caribe, sobre todo en las playas de Quintana Roo, en México, donde cada año provoca pérdidas millonarias a la industria turística, pero también problemas al ecosistema.
Para tratar de solucionar varios de los problemas que provoca la presencia de sargazo, empresarios mexicanos tratan de poner los cimientos de una industria que utilice a estas macroalgas para elaborar biogás, biofertilizantes y otros productos.
El 2023 está resultando ser un año importante para el sargazo, una macroalga parda que aparece en playas del caribe, donde se les retira para que los bañistas puedan disfrutar de esos lugares. Eso provoca otros problemas. Los montones enmarañados de algas muertas apestan como huevos podridos y este verano su presencia podría costar muchos millones de dólares.
El crecimiento explosivo y la sobreabundancia del sargazo en los últimos años probablemente sea debido al uso excesivo por parte de la agroindustria brasileña de fertilizantes sintéticos ricos en nutrientes, que llegan a los afluentes que alimentan el río Amazonas y al calentamiento del océano Atlántico. Los fertilizantes que se transportan a través de las aguas residuales que acaban en el mar, también podría contribuir.
Para algunos, la presencia cada vez mayor del sargazo en las playas es un dolor de cabeza. Para otros, estas macroalgas podrían ser una oportunidad de negocio.
Un estorbo transatlántico al que ha llegado su hora
El sargazo no es nuevo en las costas del estado de Quintana Roo, en el sureste de México. La investigadora Rosa Elisa Rodríguez Martínez, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), vive en la ciudad costera de Puerto Morelos y recuerda las malezas marrones que llevan décadas apareciendo en la orilla, “siempre llegan cantidades pequeñas y durante un período relativamente corto”.
Sin embargo, a partir de 2011, las cantidades crecieron exponencialmente y la temporada de las algas se prolongó. El año 2023 va camino de establecer un récord con la molesta plaga vegetal. Esta primavera, los científicos de la Facultad de Ciencias Marinas, de la Universidad del Sur de Florida, detectaron un gran cinturón de algas de un color marrón amarillento a la deriva en el Océano Atlántico hacia el Golfo de México; estimaron su peso en unas 13 millones de toneladas, una densidad de récord para marzo.
La temporada alta del sargazo llega en junio y julio, pero desde meses atrás, marañas de la boyante planta frondosa empezaron a aparecer en la costa del Caribe y el sur de Florida.
Para México, el aumento del sargazo de este año supone una crisis económica especialmente urgente y preocupante. Eso se debe a que las corrientes oceánicas hacen de los 1 176 kilómetros de costa que tiene Quintana Roo el lugar perfecto para desembarcar. El estado también alardea de tener, quizás, el destino de playa más famoso y visitado del Caribe: Cancún. En 2022, más de 30 millones de visitantes llegaron a su aeropuerto, la mayoría de ellos se dirigió a las playas que se localizan entre los alrededores de la isla de Holbox, al norte, y Mahahual, un sitio al sur perfecto para la práctica del buceo.
El sargazo va camino de convertir las atractivas aguas turquesa de la región en un verde fangoso poco atractivo. A eso hay que añadir la inmensa cantidad de microplásticos, metales pesados y otros residuos que las algas llevan a cuestas cuando son arrastradas hasta la playa, se descomponen y emanan lixiviados y sulfuro de hidrógeno, un gas maloliente y peligroso para la salud pública.
También es un problema para los ecosistemas marinos y costeros, los cuales se ven afectados por concentraciones más bajas de oxígeno. Mientras que especies como las tortugas marinas se ven forzadas a luchar a través de las densas algas para cavar sus nidos. A esto hay que sumar que es caro recoger la maleza y es difícil deshacerse de ella, lo que la convierte en una carga financiera y un desafío logístico para las autoridades. Rodríguez Martínez calcula que, en México, el coste de limpiar sólo un kilómetro de playa alcanza hasta los 100 000 dólares.
Empresarios al rescate: el biogás lidera el camino
Al empeorar las oleadas anuales de algas a partir de 2011, Quintana Roo y funcionarios municipales, políticos, empresarios, ciudadanos, investigadores y la Marina de México se unieron para encontrar soluciones.
Desde entonces, ha crecido una industria alrededor del sargazo. Empezó con dispositivos innovadores para limpiar las playas y hoy en día incluye una variedad de instalaciones industriales dedicadas a procesar las algas en biogás, biofertilizantes, ladrillos, embalaje e incluso productos para la industria cosmética.
“El sargazo tiene propiedades antibacterianas, antihipertensivas, antiinflamatorias y anticancerígenas”, señala Rodríguez Martínez.
Un pionero en el negocio del sargazo es Miguel Aké, un ingeniero eléctrico de 73 años del centro de México. Su empresa, NopaliMex, lleva años construyendo y operando plantas de biogás alimentadas con nopal de cactus y residuos de la producción de aguacate. Luego, en 2019, recogió 45 toneladas de sargazo como un experimento y transportó las algas a sus instalaciones ubicadas en Zitácuaro, en el estado de Michoacán, para realizar pruebas.
Los resultados fueron prometedores, recuerda, aunque hubo retos que resolver. El primero fue la necesidad de limpiar las algas de sal, arena, microplásticos y metales pesados como el plomo, el mercurio y el arsénico. Eso es un problema, según Aké, su empresa resolvió con un atomizador de agua a alta presión y un proceso físico patentado.
“Logramos sacar biogás con un buen contenido de metano, en promedio 58-64 %. El nopal tiene una particularidad: su contenido de metano es alto, de 64-72 %”, dice. El biogás del sargazo es suficiente para prender y usarlo en sistemas de calderas en los hoteles en la costa de Quintana Roo, donde hoy usan gas LP. También podría ser transformado en biocombustible para vehículos o para generar electricidad, pero no sin un tratamiento adicional, que eliminaría el ácido sulfúrico, el cual puede dañar los generadores y los motores eléctricos.
Por ahora, los propietarios de los hoteles dicen estar interesados en usarlo en sus calderas, y los socios comerciales de Aké ya han adquirido terrenos cerca de las ciudades de Cancún y Tulum para construir dos plantas, con un valor de unos 60 millones de pesos (3,4 millones de dólares) cada una. Aké espera empezar la construcción en mayo, debido a que la materia prima es gratis, calcula que los costes de producción por un litro de biogás del sargazo serán aproximadamente de dos pesos (alrededor de 10 centavos de dólar), en comparación con un litro de gas LP que cuesta 13 pesos (74 centavos de dólar).
¿Quién pagará el transporte del sargazo?
Esas cifras parecen muy lucrativas para los inversionistas. Aké calcula que la transformación de LP a biogás podría amortizarse en dos años, pero eso es sólo si las autoridades municipales cumplen su parte del acuerdo y entregan diariamente las 300 toneladas necesarias de sargazo a la planta de biogás.
Eso podría ser un problema, ya que las autoridades no están ansiosas por asumir toda la carga financiera del transporte, pagar por el traslado de montones de algas con dinero de los contribuyentes a la vez que facilitan los beneficios a privados.
Al menos, eso es lo que vivió Héctor Romero con una empresa llamada Dianco. Instaló una planta hace un año cerca de Puerto Morelos para utilizar sargazo como materia prima en la producción de biofertilizantes. A pesar de que el sargazo probablemente llegue este verano a las playas en cantidades inmensas, eso no quiere decir que vaya a terminar en sus instalaciones que tienen la capacidad de procesar 600 toneladas al día, asegura el empresario.
“A los municipios de Tulum y Solidaridad (Playa del Carmen) les sale caro el pago del diésel para transportar el sargazo a nuestra planta”, informa. “Hemos propuesto que se dividan el gasto los municipios, pero no se ponen de acuerdo”.
Romero Morales dice sentir que está haciendo un favor a las autoridades: sin su planta como un destino final de los desechos, el sargazo debe llevarse a vertederos equipados con geomembranas especiales para evitar fugas que puedan contaminar las aguas subterráneas.
El abastecimiento de agua en toda la Península de Yucatán depende del lecho de piedra caliza y un laberinto de cuevas llenas de agua y ríos subterráneos que salen a la superficie en los famosos cenotes, populares entre los turistas. La contaminación de esas piscinas naturales y el acuífero sería una catástrofe, pero, hasta ahora, los políticos locales no han estado dispuestos a financiar un tratamiento de residuos apropiado, y los vertederos especializados para tratar el sargazo son caros de construir.
Generalmente, las empresas privadas a cargo de la gestión de residuos en Quintana Roo ni siquiera aceptan el sargazo, lo cual ha llevado a municipios a verter las algas donde quiera que puedan encontrar un sitio: en la selva tropical o a los lados de carreteras menos transitadas en el interior de la península.
La bióloga Rodríguez Martínez está muy preocupada por el problema de la contaminación de las aguas subterráneas y los peligros que entraña para el ecosistema y la salud humana, debido a los vertidos que se realizan de forma imprudente. Hace “años de la primera llegada masiva de sargazo, [pero] todavía no tenemos un sólo vertedero autorizado”, dice la investigadora.
Obstáculos reglamentarios
Las jóvenes empresas del sargazo en México han tenido que superar importantes obstáculos. Las barreras burocráticas fueron el peor problema y lo siguen siendo, dice Rodríguez Martínez. Desde 2015, ha participado regularmente en mesas redondas y ha pasado horas y días escuchando largos debates sobre si el sargazo debe definirse como un recurso o como un residuo, lo que cambia completamente las reglas para el tratamiento, así como las autoridades encargadas de abordar el problema.
Por ejemplo, los hoteles y las empresas procesadoras prefieren que el sargazo sea recolectado mientras está todavía en el mar, fuera de la vista de los turistas y sin que tenga arena difícil de quitar. Varias empresas mexicanas, incluso, han desarrollado métodos especiales para cosechar el sargazo en el agua, con el uso de barreras, barcazas, aspiradoras y cintas transportadoras.
Sin embargo, la limpieza en alta mar o una vez que llega a la orilla sigue siendo una pesadilla burocrática: “La Semar (Secretaría de Marina de México) se encarga oficialmente del sargazo en el mar, a 50 metros de la playa es competencia de la Zofemat (Zona Federal Marítima Terrestre), y en la playa es competencia del hotel o municipio”, observa Romero Morales. “Originalmente, nuestra idea era recogerlo en el mar, pero hay tanta corrupción y mafia que optamos dar un servicio a todos, porque ninguno de los que recogían el sargazo tenía un lugar donde tirarlo”.
Los actores políticos rivales están agravando las peleas sobre la jurisdicción, las normas ambientales y la financiación de la eliminación de los residuos. Sus diferencias insalvables han retrasado el marco legal nacional que aborda el sargazo.
Félix Navarrete, presidente del Grupo Ensol Caribe, adoptó una estrategia innovadora. Ensol forma parte de un grupo internacional de capital de riesgo llamado Carbonwave, que ha invertido 4 millones de dólares en un plan integral de gestión empresarial, que recolecta sargazo tanto en el mar como en la orilla y lleva los desechos en sus propios camiones a su instalación, dónde los residuos son transformados en biofertilizante y varios otros productos comercializables.
Un producto en desarrollo es un bioestimulante para la agricultura que permite a las plantas adaptarse mejor al estrés térmico o el exceso de agua, algo que podría ser valioso a medida que empeora el cambio climático. También producen un emulsionante para la industria cosmética y desarrollaron un prototipo para el cuero vegano.
Superar todas las barricadas burocráticas no es el fin de las dificultades. También se debe hacer frente a las realidades del mercado: por ejemplo, el biofertilizante del Grupo Ensol tiene que encontrar su nicho en un mercado altamente competitivo, donde es más fácil acceder a alternativas mucho más baratas como el polvo de roca fosfórica, los biofertilizantes líquidos hechos con estiércol de vaca y las modificaciones al suelo de carbón.
Ensol Caribe está ansioso por entrar en el mercado de los créditos de carbono para captar la financiación ecológica. “La idea es crear una economía circular. Hacemos la recolección del sargazo en una playa del hotel y lo llevamos a la planta de carbonwave en Puerto Morelos. Allí lo procesamos para crear, por ejemplo, cuero vegano. Hemos creado artículos de uso cotidiano como portavasos”, explica Navarrete.
Ensol también está experimentando con el uso de productos derivados del sargazo para la impresión 3D, algo que Romero Morales ha intentado, pero no está convencido: “Creamos y patentamos un envase de celulosa del sargazo”, señala. Un corporativo empresarial se interesó en comprar toda la producción, “pero finalmente dejamos esto para una segunda etapa, porque sólo el 10 % del sargazo se puede convertir en celulosa y hay mucho sobrante”.
El camino por recorrer del negocio del sargazo
Los empresarios entrevistados para esta historia están de acuerdo en que la presencia intermitente del sargazo en las playas es un problema que pueden manejar. Por ejemplo, Romero Morales ha instalado un centro de recolección inmenso que permite secar y limpiar las algas para la temporada del invierno, cuando paran las llegadas de las algas a la playa. Las leyes laborales flexibles mexicanas han ayudado en este aspecto: permiten a las empresas adaptar fácilmente su personal, según las necesidades de producción.
Aké menciona que su planta de biogás puede cambiar del sargazo a otra biomasa como materia prima, incluidos los residuos orgánicos que llegan de los hoteles, pero duda que incluso esto sea necesario: “Las estaciones están cambiando. Este año el sargazo empezó a llegar desde enero”, señala.
Los empresarios están mucho más preocupados por los constantes obstáculos burocráticos, sobre todo aquellos impuestos por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), el equivalente mexicano de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos. Ningún producto puede ser vendido legalmente en México sin una etiqueta de Cofepris que certifique que la mercancía no presenta ningún riesgo para la salud humana o animal. Ese sello de aprobación de Cofepris todavía no ha llegado para los productos mencionados en este artículo.
Según Navarrete, el principal reto para la comunidad emergente del sargazo es la seguridad jurídica. La Secretaría de Medio Ambiente de México está planificando finalizar un borrador de regulaciones del sargazo para finales de 2024, dice, pero eso debe de pasar por el proceso legislativo que puede durar varios años.
“No es lógico, en una crisis medioambiental como esta, retrasar los permisos y las leyes”, admite la investigadora Rodríguez Martínez, pero también es cautelosa y advierte que se necesita mucha más investigación para entender en su totalidad las consecuencias y peligros que pueda traer el procesar y guardar el sargazo, así como utilizarlo en la producción de una variedad de productos.
Hasta la fecha, no hay una ley o estrategia nacional del sargazo, sólo recomendaciones de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). A pesar del lento proceso regulador, se ha progresado. Y debido a que las playas de Quintana Roo estaban entre las primeras afectadas duramente por la creciente ola de macroalgas pardas, los funcionarios y empresarios del estado creen que han visto éxitos que podrían copiar otros destinos caribeños.
“Me llamaron de la República Dominicana, pero quieren ver los resultados primero”, dice Aké. México tiene un gran problema con el sargazo y cada vez es mayor, por lo que se ha convertido en un importante laboratorio del sargazo. Si las tendencias continúan como este año, seguro que otros países también ven crecer sus problemas costeros de algas pardas con más empresarios que se unen para encontrar maneras de convertir la plaga anual de la naturaleza en ganancias.