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Conoce la tres iniciativas para mitigar la captura incidental de la tortuga marina

En América Latina hay acciones que trabajan en ello a través de la colaboración con pescadores para generar información, la creación de redes de pesca amigables con las especies marinas e impulsar normativas adecuadas

Los océanos del planeta son el hogar de, al menos, siete especies de tortugas marinas conocidas. Todas, en mayor o menor grado, están en peligro. La contaminación de los océanos, el cambio climático, el comercio ilegal, la pérdida de hábitat y su captura incidental en las redes de pesca las han puesto en riesgo de desaparecer.

“La captura incidental se ha identificado como la mayor amenaza a la sobrevivencia de las tortugas marinas a nivel mundial. Esto se da por el traslape entre áreas de pesca y áreas en donde se encuentran las tortugas, tanto alimentándose como nadando para llegar a sus playas de anidación”, resalta Agnese Mancini, coordinadora científica de la organización no gubernamental mexicana Grupo Tortuguero de las Californias.

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La evaluación global más reciente sobre los efectos de la pesca de escala industrial en las poblaciones de tortugas marinas —publicada en 2010 por expertos como Bryan Wallace—, reportó que entre 1980 y 2008, al menos 85 000 tortugas a nivel mundial fueron víctimas de la captura incidental.

Los especialistas apuntan que esta cifra podría subestimar la magnitud del problema, pues el porcentaje de flotas pesqueras observadas y reportadas fue menor al 1 %, mientras que existe además una falta mundial de información sobre capturas incidentales de las pesquerías artesanales, por lo que el total real sería al menos del doble.

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“Existen varios trabajos que muestran que las pesquerías artesanales, a pesar de usar embarcaciones más pequeñas, de no ser tan mecanizadas y tener una menor capacidad de carga de pescado, pueden ser dañinas como la industrial, principalmente por el tamaño de las flotillas, el hecho de usar zonas costeras muy productivas y que hay menos vigilancia”, afirma Mancini.

La bióloga Verónica Cáceres, secretaria de la Convención Interamericana para la Protección y Conservación de las Tortugas Marinas (CIT) —tratado internacional que entró en vigor hace 22 años y que hoy cuenta con 16 países parte que han acordado acciones para mitigar los efectos de las pesquerías en estas especies—, señala que la mitigación de la captura incidental requiere la colaboración decidida de una variedad de sectores que incluyen no solo al gubernamental y ambiental, sino también al pesquero y a la industria pesquera.

“Es un reto porque son sectores bastante grandes y, a veces, con intereses diferentes. Por ello hay necesidad de implementar medidas regionales, no sólo a nivel nacional. El resultado no lo podemos percibir de manera inmediata y es difícil de cuantificar de manera rápida, porque ocurre en el océano. Si uno está en el escritorio, la única forma de saber es mejorar la colecta de datos del sector pesquero”, asevera Cáceres.

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La captura incidental afecta, sobre todo, a tortugas adultas. Al ser capturadas en el océano, no tienen oportunidad de volver a sus sitios de anidación, con lo que se corta su ciclo de vida, agrega la experta.

Para evitar que la captura incidental siga afectando a estas especies, se han puesto en marcha numerosas iniciativas que trabajan, sobre todo, con las pesquerías artesanales de Latinoamérica.

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Este 16 de junio, fecha en que se celebra el Día Mundial de las Tortugas Marinas, Mongabay Latam te presenta tres esfuerzos para proteger a estas especies en Latinoamérica.

Grupo Tortuguero de las Californias: pensar global, actuar local

Antes de que se implementara la veda de tortugas marinas en México, en 1990, Jesús Lucero solía capturarlas. Su venta y consumo, aunado a las actividades de pesca cotidianas, era un medio de subsistencia para los pescadores de aquellos años. “Pero hay momentos que te ponen en un lugar en donde no te imaginas estar”, narra don Chuy, como la gente lo conoce en Baja California Sur. “El derribo de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos, fue lo que me trajo acá”.

Con el atentado, las pesquerías se detuvieron en López Mateos, el pueblo de donde Lucero es originario. “Toda la producción que sacamos se estaba yendo a Estados Unidos, pero cerraron las fronteras y no pudimos seguir pescando. Lo que hice fue buscar otras maneras de trabajar”, explica.

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Así llegó al Parque Nacional Cabo Pulmo, en donde el pescador aprendió sobre las tortugas y se capacitó en la protección de sus playas de anidación. Todo su conocimiento como pescador, lo trasladó hacia la conservación. Para 2006, con cuatro años de trabajo en esos sitios, don Chuy se integró al equipo del Grupo Tortuguero de las Californias (GTC). Hoy es el coordinador de actividades de campo de la organización que comenzó a gestarse desde 1999, como una red de iniciativas que tienen en común la conservación de las tortugas.

“Ahora tengo mucho que agradecer a las tortugas. Por ellas he conocido otros países y mucha gente que difícilmente hubiera podido conocer dedicándome a la pesca. Ahora he ampliado mis conocimientos con relación a las especies y su conservación”, explica Lucero, quien tiene como función principal supervisar todos los sitios de monitoreo en las zonas de alimentación de las tortugas, que los equipos cuenten con lo necesario para el monitoreo dentro del agua y brindar capacitación a los nuevos grupos que se integran a la red del GTC.

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Esta gran red tiene presencia en más de 50 comunidades que vigilan a las tortugas marinas en las costas mexicanas, desde Baja California hasta Michoacán. También colaboran con otros grupos a nivel internacional en Estados Unidos, Japón, Cuba, Nicaragua, Costa Rica, El Salvador y Ecuador. Trabajan principalmente en la protección de las tortugas prieta (Chelonia mydas), golfina (Lepidochelys olivacea), carey (Eretmochelys imbricata) y laúd (Dermochelys coriacea).

“Como pescador, puedo asegurar que, hace 40 años que yo me dedicaba completamente a la pesca, había más tortugas en aquellos años que ahora. Curiosamente, en ese entonces había muy poca o casi nula pesca incidental. Los factores tienen que ver directamente con las pesquerías”, dice Lucero.

Uno de los principales objetivos del GTC es el involucramiento de pescadores en los trabajos de conservación, así como en la modificación de las artes de pesca para que sean menos riesgosas para los quelonios.

“La intención de modificar un arte de pesca es evitar que caigan tortugas, pero que los pescadores sigan capturando las especies objetivo. Por ejemplo, se busca disminuir el número de boyas en las redes, para que no se levanten tanto del fondo del mar y que haya menos posibilidad de que capturen tortugas”, explica Lucero. Es decir, una red sin boyas deja espacio para que las tortugas puedan pasar por encima. Otra de las pruebas consiste en la implementación de luces en las redes, con la intención de que las tortugas puedan verlas y las eviten.

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Lucero destaca que ahora hay pescadores involucrados en los monitoreos de tortugas, ya que ven la ventaja de cuidarlas, “porque pueden proporcionarles alguna ganancia económica por el solo hecho de trabajar con ellas. Hay una frase conocida: cuando quieres hacer algo en la vida, piensa globalmente, pero actúa localmente. Si nos sumamos haciendo lo propio en nuestro lugar, el impacto y los beneficios serán para todos. Así lo entiendo”.

MarEs Comunidad: empujar el diálogo

Jeffrey Seminoff tiene claro que los pescadores podrían ser mejores biólogos marinos que quienes estudiaron esa profesión. Pasar tanto tiempo dentro del mar —dice el especialista en tortugas marinas—, les ha dado experiencia como a nadie. Por ello, en 2020 y junto a otros colegas, fundó la iniciativa MarEs Comunidad, un esfuerzo colaborativo de conservación entre Estados Unidos y México, que pone el foco en lo que se puede lograr trabajando con los pescadores artesanales y sus comunidades en las costas mexicanas.

Su principal objetivo es disminuir la presión de la pesca insostenible y fomentar la adopción de tecnologías innovadoras para mitigar la captura incidental, así como prácticas de pesca amigables con las tortugas. En consecuencia, se busca asegurar poblaciones saludables, principalmente, de tortugas caguamas (Caretta caretta) del Pacífico Norte y tortugas laúd (Dermochelys coriacea) del Pacífico Oriental, aunque los esfuerzos también están beneficiando a otras especies como la carey (Eretmochelys imbricata), prieta (Chelonia mydas) y golfina (Lepidochelys olivacea).

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Seminoff, jefe del Programa de Evaluación y Ecología de Tortugas Marinas de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA Fisheries, por sus siglas en inglés) del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, resalta que los pescadores quieren ser socios de la conservación, pero no han tenido oportunidad de tener un diálogo continuo con el gobierno y quienes impulsan las leyes.

Con MarEs Comunidad, lo que se intenta es invertir la fórmula en el flujo de la información para la creación de las normativas que, hasta ahora, sólo han sido impuestas por el gobierno, dice el experto.

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Sus estrategias incluyen realizar encuestas en las comunidades pesqueras para comprender las causas de la captura incidental. También se involucran con los pescadores artesanales y las comunidades donde ocurre la captura incidental, para identificar los enfoques más viables para reducir el problema. Allí mismo se desarrollan, prueban e implementan acciones identificadas con la participación de la comunidad y los pescadores. Además, se trabaja con las comunidades para fomentar prácticas de pesca sostenibles y medios de vida alternativos. El ecoturismo, por ejemplo, es una opción que ha mostrado resultados positivos.

“Como todos sabemos, las poblaciones de peces están bajando. Los pescadores, cada año, con mayor esfuerzo, pescan menos producto. Si como pescador puedo aumentar mi salario con otras actividades y no tengo que pescar cuando hay una tormenta afuera, cuando los intermediarios están pagando un precio bajo o cuando no hay peces porque estamos fuera de la temporada, alternativas como el ecoturismo son muy importantes. No es la llave de oro, pero hay bastante potencial”, explica el especialista.

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De acuerdo con la información obtenida de estas conversaciones con los pescadores, desde 2020 y hasta la fecha, se sabe de al menos 774 personas que reportaron capturas incidentales de tortugas marinas en las costas de 11 estados de la República mexicana —desde Baja California hasta Chiapas—, donde la mayoría de los casos tienen que ver con la interacción de las especies con redes de enmalle, seguidas de las redes de mano, palangres y redes de arrastre, como las más riesgosas para los quelonios.

“No queremos ser colonialistas y llegar para sacar datos y hacer pruebas, sino compartir los logros de los esfuerzos. Estamos comprometidos en mantener una estancia en las comunidades, para cultivar la amistad, la confianza y que los pescadores y las comunidades entiendan que los biólogos no están ahí sólo para capturar datos y salir, sino para ser socios, para ayudarles a largo plazo en la búsqueda de soluciones a la captura incidental”, afirma Seminoff.

Aunque la iniciativa es bastante joven y todavía se encuentra recabando datos, se apunta a que el camino para entablar el diálogo entre todos los actores sea cada vez menos complicado. Todo con base en información científica obtenida con el trabajo en equipo.

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“Nuestro último paso es la divulgación de la información a los pescadores y las autoridades. Lo que queremos hacer es tener talleres de divulgación con todos y empujar la conversación, que los pescadores tengan voz y manejen sus propios recursos. Quizás así los pescadores tendrán más respeto a las autoridades y este sea un camino para cambiar la normativa, que sea más beneficiosa para los pescadores”, dice Seminoff.

En ningún lugar del mundo se ha logrado un manejo perfecto de las pesquerías y, en el caso mexicano, lo mínimo que se puede hacer es intentar mejorar las prácticas para reducir la mortalidad de las tortugas, agrega el especialista.

“Las tortugas son muy resilientes. Si les damos un poco de ayuda, la van a aprovechar y se van a recuperar, tenemos evidencia de esto con las tortugas verdes y golfinas en el Pacífico mexicano. Todavía tenemos mucho trabajo que hacer, particularmente, con la tortuga laúd; ojalá que pronto tengamos a todas las especies de México recuperadas”, concluye.

Equilibrio Azul: ciencia ciudadana para generar información

Un pescador se acercó a los científicos para notificarles su hallazgo en el mar ecuatoriano. En su faena de pesca, en 2015, habían caído cuatro enormes tortugas laúd (Dermochelys coriacea) en su red. “Para nosotros era impresionante. Nunca vemos las laúdes porque están en aguas abiertas, lejos, y cuatro en una sola red es un número bien alto”, narra Cristina Miranda.

La bióloga y ecóloga marina, coordinadora científica de la organización no gubernamental Equilibrio Azul, en Ecuador, explica que este fue el inicio —por pura coincidencia—, de un proyecto grande para colectar datos que no existían y conocer el estado de conservación de esta especie, para reducir, en consecuencia, su captura incidental en las pesquerías artesanales.

“Conversando con él, le dijimos: ‘Veamos cuántas caen. Trabajamos con tus familiares y con tus amigos para saberlo’. Y así arrancó. Los pescadores participaron como científicos ciudadanos y, cada vez que una tortuga caía en sus redes, ellos tomaban fotos, tomaban el punto GPS y nos enviaban esa información”, explica la especialista.

Esta información tan importante ha sido reunida, por ejemplo, en un informe publicado en 2020 por la Red Laúd del Océano Pacífico Oriental (Red Laúd OPO), un grupo de científicos y comunidades creado en 2012 —del que Equilibrio Azul es uno de los fundadores—, para recuperar esta población de tortugas en esa enorme fracción del océano que abarca desde Estados Unidos hasta Chile.

En este documento, se afirma que las tortugas laúd del Pacífico Oriental podrían ser la población de tortugas marinas en mayor peligro de extinción del mundo, de entre las siete especies que habitan los océanos. A pesar de los numerosos esfuerzos, la situación es tan crítica, dice el informe, que de no reforzar las medidas de conservación, la tortuga laúd podría desaparecer del planeta en los próximos 60 años.

“Uno de mis miedos más grandes es verlas extinguirse, sabiendo que hay tan poquitas ahora. Cuando nosotros analizamos los datos —que ahora tenemos de muchos años—, ya podemos ver tendencias sobre cuándo bajan, cuándo suben. Pero, a largo plazo, lo que quisiéramos, es ver más tortugas”, agrega la experta.

La información que han recopilado les ha permitido tener una idea de cuántas laúdes interactúan con los pescadores al año, cuántas de ellas mueren y cuántas son liberadas vivas. Además, el hecho de que los pescadores graben videos ha proporcionado datos a los especialistas sobre cómo es la manipulación para liberar a las tortugas y así utilizarla, con ellos mismos, para generar prácticas que no les causen daño a los quelonios. Lo que cada vez es más evidente —dice Miranda—, es el cambio de actitud de las personas que viven de los recursos del mar.

“Ahora, cuando los pescadores ven a una tortuga, ya no la ven como un animal que tienen que matar y que no pasa nada, sino que están conscientes de que las tortugas están en peligro y que hay que tratar de salvarlas”, asegura la científica.

Incluso, ya se les escucha gritar en los videos: “Si es necesario, ¡corta la red! ¡Corta la red para liberarla!”, afirma Miranda. “Eso significa que ellos están dispuestos a invertir, a perder dinero para salvar una tortuga. Yo sí creo que, a futuro, ese cambio de actitud, nos va a ayudar a salvar a las tortugas”.