Científicos descubren monumentales arrecifes de coral en el Golfo de México
Quetzalli Hernández ha buceado en numerosos arrecifes de México y otros países en búsqueda de colonias de coral. Nunca, en sus dos décadas estudiando la biodiversidad marina, había visto algo similar a lo que encontró en el Banco de Campeche, ubicado en el Golfo de México. En su más reciente expedición, en un sitio conocido como Cayo Nuevo, las especies arrecifales que logró ver la impactaron.
“Encontramos las colonias de coral más grandes que haya visto en toda mi vida, inclusive de las que he visto en estudios. No sólo son masivas, sino monumentales”, afirma la bióloga especializada en invertebrados marinos y técnica académica de buceo científico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Hernández se refiere al hallazgo de una colonia de coral duro llamado coral estrella (Orbicella faveolata), cuyas medidas obtenidas a través de la fotogrametría bentónica —técnica que emplea fotografías para generar modelos 3D de los arrecifes— dieron como resultado siete metros de largo, cuatro metros de ancho y más de tres metros de alto.
“Es una montañita de sólo una colonia de coral”, agrega Hernández. “Estamos estimando cuántos años significa eso, es decir, cuánto tiempo tardó en crecer. Estimamos que son más de 200 años de crecimiento, pero creemos que nos estamos quedando cortos y que son muchos más. Tener una colonia sana de 200 años, a estas alturas del partido, es muy difícil y es increíble; eso da mucha esperanza”, sostiene la científica que fue parte de una expedición que exploró más de 750 kilómetros en el Golfo de México —a lo largo de diez días de trabajo científico— en los sitios conocidos como Cayo Arenas, Cayo Nuevo, Triángulos, Obispo y Banco Nuevo, que forman parte del Banco de Campeche.
La organización Oceana, dedicada a la protección de los océanos y quien lideró estos trabajos, reportó que este hallazgo referente a la buena salud de los corales es uno de los más alentadores para el Golfo de México, donde existen amenazas como derrames petroleros, pesca ilegal, contaminación e impactos asociados al cambio climático.
“Esperaría que esta nueva información levantara la mirada al tema del petróleo y de los derrames. Sabemos que nuestra economía depende del petróleo, pero es importante que se tenga en cuenta que existen sitios tan relevantes como estos, que se tienen que procurar y que la gente no debería pasar por encima de ellos sólo para obtener recursos petroleros”, afirma la científica.
En la expedición realizada del 3 al 13 de junio del 2024 participaron 18 investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad de Arizona y Oceana, así como de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp). En ella, los equipos científicos mapearon el fondo marino en tercera dimensión, estudiaron las poblaciones de peces y extrajeron el ADN ambiental de la columna de agua para así cuantificar las especies presentes y no visibles a simple vista en la zona.
El objetivo fue que la información recolectada sirva para la toma de decisiones sobre la protección de los arrecifes de coral, ecosistemas con un panorama nada favorable debido al aumento de temperaturas a nivel global. La situación es alarmante. De acuerdo con el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se estima que se ha perdido el 14 % de los corales del mundo desde el 2009.
“Estamos en medio de una crisis climática que ofrece aumentos de las temperaturas del agua, que ya no son sólo picos que veíamos eventualmente, sino que ahora se sostienen en el tiempo. Cuando esto sucede, no permite la resiliencia del ecosistema y el proceso de blanqueamiento —que es natural frente al estrés térmico— perdura a tal punto que los corales se mueren. Esto es algo que nosotros y que los investigadores a nivel mundial y nacional estamos viendo, sobre todo, en el Caribe Mexicano”, explica Miguel Rivas, doctor en ciencias por el Instituto de Ecología de la UNAM y director de la Campaña de Hábitats de Oceana en México.
Frente a este contexto preocupante, Oceana zarpó en su tercera expedición científica en México, rumbo a los arrecifes de coral alejados a más de 200 kilómetros de la costa de Campeche. La primera expedición fue al Arrecife Alacranes, cuya información logró mayores medidas de protección y fiscalización de la pesca ilegal. La segunda fue a Bajos del Norte, que a inicios del 2024 fue declarado como Parque Nacional. Por ello, el viaje a los arrecifes del Banco de Campeche se prevé como una nueva oportunidad para la protección del océano mexicano.
Expediciones de esperanza
A bordo de la embarcación de Oceana, las jornadas de trabajo comenzaban a las cinco de la mañana, con los primeros rayos del sol. Aprovechar el tiempo es crucial para los buzos expertos, pues todo su trabajo bajo el agua es a contrarreloj. Los tanques de oxígeno les permiten bucear un máximo de 80 minutos —con un tiempo que se reduce dependiendo de la profundidad que deseen alcanzar—, por lo que sólo pueden hacer un máximo de tres o cuatro inmersiones diarias. Así mantienen los límites adecuados de seguridad, mientras obtienen la mayor cantidad de información e imágenes posibles.
“Cuando se empiezan a sumar los días consecutivos de tantos buceos, se empieza a hacer más cansado y riesgoso, así que hacemos tres buceos al día. Trabajamos cuadros de diez por diez metros, que son 100 metros cuadrados de área arrecifal. Los científicos que estuvimos trabajando hicimos 22 buceos en total, en siete días; además, un buceo lo dedicamos sólo a obtener datos y fotografías de biodiversidad”, explica Quetzalli Hernández, también experta en fotogrametría bentónica, una herramienta que resulta muy poderosa para los científicos, pues sus imágenes son tan detalladas que son casi como sacar un pedazo de arrecife para llevarlo al laboratorio y analizarlo con mucho más tiempo, detenimiento y minuciosidad.
“Al poder tomar estas fotografías sobrelapadas, podemos generar un mapa tridimensional con una súper calidad que nos permite almacenarlo a lo largo del tiempo, con información que puede estar disponible ahora, mañana o el siguiente año. Con eso podemos hacer series de tiempo que nos permitan estudiar cómo se encontraba el arrecife en un momento determinado”, agrega la bióloga marina.
La primera vez que Hernández buceó en estos arrecifes de coral fue casi siete años atrás, en el 2017. Lo que vio en aquel entonces y ahora, en junio del 2024, no tuvo comparación.
“Ni siquiera en aquella ocasión tuvimos la suerte de encontrar los sitios que sí encontramos ahora, en esta expedición. Fue un impacto muy grande. Cuando buceamos más profundo, encontramos un arrecife —el último, el Banco Nuevo— a los 22 metros. Incluso tuvimos que hacer dos buceos para poder acabar un cuadro; fueron buceos de 40 minutos, más o menos”, cuenta la experta.
El objetivo de estas inmersiones fue determinar el estado de salud de los arrecifes, según ciertos indicadores, como la cantidad de coral vivo que se encuentra en un área determinada. Así, a través de la computadora, el equipo científico delimita el área que ocupa cada especie de coral, para obtener acumulados de tejido vivo presentes en cada cien metros cuadrados.
“Hay especies que son conformadoras de estructura 3D arrecifal y hay especies que son planas, que no son conformadoras. No es que no sean importantes, sino que no están aportando a la estructura tridimensional del arrecife. Hay que recordar que esta estructura es la que brinda la posibilidad de que sea un refugio y que haya muchísimas especies asociadas y protegidas en él. Es decir, a más estructura arrecifal 3D, más sano y más lleno de vida va a estar el arrecife”, describe Hernández.
Entre los descubrimientos más relevantes, los científicos reportaron el hallazgo de colonias de arrecifes de coral cuerno de alce (Acropora palmata) en buen estado. Esta especie —sujeta a protección especial— es indicadora de un ambiente sano en un arrecife.
“Es una especie indicadora porque además es muy sensible. El aumento de temperatura del mar por períodos prolongados genera estrés y estas acroporas son las primeras en morir”, detalla la bióloga marina.
Encontrar acropora viva significa que hay esperanza —dice Hernández— porque hay colonias que están logrando soportar los cambios de temperatura y que, en el futuro, podrían llegar a repoblar nuevamente con sus gametos en otros sitios.
El equipo científico documentó además el apareamiento de tortugas marinas. Esto también resulta un indicador de la importancia y el alto valor ambiental para la conservación de especies en peligro. También encontraron guarderías de tiburones puntas negras (Carcharhinus limbatus), lo que demuestra que este lugar también resulta funcional para los depredadores tope.
“Encontramos especies de escama importantes y abundantes. Vimos muchísimos meros, jureles y pargos de buen tamaño, que son animales que cuando buceas cerca de la costa, ya no los encuentras. Simplemente ya no los ves. Nos da mucha esperanza, porque ver lugares así, me imagino que es como si pudieras ver los arrecifes que se encontraban en los años sesentas o setentas”, describe Hernández.
Sin embargo, no encontraron tantas langostas como esperaban. “Eso significa que hay pesca, que se la están llevando. El que haya estos arrecifes en tan buen estado de salud, significa que hay posibilidades de que las pescas y los corales se puedan recuperar, que todos estos lugares puedan aportar larvas a otros sitios que ya no tienen tantos corales porque han estado muriendo”, agrega la científica.
Arrecifes sin protección
Aunque en el 2016 los arrecifes de coral del Golfo de México y el Caribe Mexicano fueron decretados como Zona de Salvaguarda, únicamente están protegidos frente a la exploración y extracción de petróleo. No existe ningún decreto oficial que regule otras actividades o impactos como el tráfico marítimo, la contaminación generada por embarcaciones, la sobrepesca y, sobre todo, la pesca industrial con artes de pesca dañinas, como las de arrastre.
De acuerdo con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), en esta área se encuentra la barrera de coral más grande del hemisferio occidental y la segunda más grande del mundo, cuyos arrecifes sirven como hábitat para más de 500 especies de peces, poblaciones de manatíes, tortugas marinas como la carey (Eretmochelys imbricata) o la caguama (Caretta caretta), rayas caracol, langostas, de las mayores agregaciones de tiburón ballena, pastos marinos, manglares y corales, entre otras.
Así mismo, el Banco de Campeche es descrito como una de las áreas marinas cuyo desarrollo de la actividad pesquera y su interacción con otras actividades económicas la convierten en una de las zonas más estudiadas de México, señala el Instituto Mexicano de Investigación en Pesca y Acuacultura Sustentable (Imipas).
En un contexto histórico —explica Miguel Rivas— el Golfo de México ha sido una zona olvidada en términos de conservación y protección del medio ambiente. La mayoría de las áreas naturales protegidas marinas se encuentran del otro lado, en el océano Pacífico, con millones de hectáreas dedicadas a la conservación.
“Ha habido una falta de planificación, un descuido que aún estamos a tiempo de enmendar. Sobre todo, de cara a los compromisos que tiene México para el 2030 y eso le pone un desafío a esta administración: ¿cómo volteamos a ver al Golfo de México como este lugar lleno de vida que, a pesar de la actividad antropogénica, permite tener lugares ricos y diversos que debemos proteger? ¿Cómo mantenemos estas zonas bien conservadas?”, cuestiona Rivas.
Para el especialista, la respuesta es sencilla: quitándoles la presión para que puedan ser más resilientes frente a la crisis climática, es decir, “quitarles actividades que se realizan en ellas para que los ciclos de la naturaleza pueden seguir ocurriendo. Haber encontrado estas colonias relativamente más saludables nos permite pensar en un futuro en donde incluso puede haber actividades de restauración ecológica con los arrecifes, que se puedan utilizar para recuperar y reutilizar nuevas poblaciones”.
La protección del Banco de Campeche sería un gran logro para avanzar del 22.4 % del océano actualmente protegido en México, hasta el 30 % necesario, señala Rivas.
“Hay millones de hectáreas que todavía se deberían decretar para su protección y qué mejor que hacerlo en donde hay hábitats críticos para la vida. Esta es una invitación hecha a partir de la información científica que se genera para conservar lugares claves para la vida marina como este. Es parte de las decisiones que México tiene que tomar de cara al futuro”, concluye el experto.
Lograr la protección de este sitio fue un sueño que Quetzalli Hernández y sus colegas tuvieron en el 2017. Lo que han logrado juntos este año podría ser la pieza clave para alcanzarlo.
“Soñamos con la posibilidad de algún día poder conservarlo, de poder generar información valiosa que ayudara a demostrar la importancia de estos lugares que ya casi no se ven, que cada vez es más improbable encontrarlos, porque cada vez hay que ir más lejos”, concluye Hernández. “Pero los tenemos aquí en el país y sería increíble llegar a conservarlos. Queremos que esto nos dé la oportunidad de, una vez más, levantar la voz para decir lo importante que son estos sitios y el mar”.