Conocida en Sinaloa también como tambora o música de viento, porque en su conformación son dominantes los instrumentos de aliento, la Banda regional sinaloense tiene sus orígenes en el Siglo 19.
Producto absoluto del mestizaje, estas agrupaciones musicales eran desconocidas fuera de Sinaloa hasta mediados del Siglo 20.
En los años 60, Cruz Lizárraga, líder de la Banda El Recodo, inició su difusión en la Capital del país, y ese fue el detonante para que continuara en las siguientes décadas. A finales del Siglo 20 la Banda sinaloense ya era un mítico rasgo de toda la región del Pacífico norte y occidente, y aunque ya cruzaba fronteras, es en los primeros años de este siglo cuando se logra consolidar en todo el País y a nivel internacional, por encima incluso de géneros como el norteño.
Según la investigación de la etnomusicóloga suiza Helena Simonett en su libro “En Sinaloa nací”, cuando Mazatlán y Culiacán se convirtieron en ciudades con guarnición, a mediados del Siglo 19, estos centros militares contaban con una banda que fue el ejemplo que imitaron algunos pobladores, se formaron a imagen y semejanza de las bandas europeas, sobre todo las alemanas.
Desde los quioscos tocaron al pueblo y a los invasores durante la ocupación norteamericana en 1847 y la francesa en 1864, desde las plazuelas la mayoría de los sinaloenses del Siglo 19 recibieron su primera experiencia musical: generalmente las bandas militares tocaban una selección de marchas y música clásica.
Un programa rescatado por Simonett ofrece luces sobre lo que escuchaban los mazatlecos de mediados del siglo antepasado: las óperas El Trovador, Carmen y Lohengrin; también polcas, mazurcas, pasos dobles y música de salón.
La gente de clase baja solo tenía acceso a la música que se tocaba en las plazuelas y las iglesias.
Los comerciantes alemanes mazatlecos empezaron a promover los artículos musicales que ofrecían en sus tiendas, y entre ellos estaban los instrumentos musicales que vendían con facilidades de pago, haciendo accesible para el pueblo la adquisición de ellos.
Durante el Porfiriato surgieron grupos musicales de cuerdas que amenizaban las fiestas familiares y las populares kermeses, tocaban durante el intermedio del Teatro Rubio (hoy Ángela Peralta) y en los almuerzos del Hotel Central (Plaza La Concordia), su repertorio eran marchas, polcas alemanas, pasos dobles, valses, fantasías de óperas.
Entre estos grupos musicales también surgieron las bandas de pueblo que imitaban a las del Puerto, como le siguen diciendo en la zona rural a Mazatlán; las grandes casas comerciales establecieron sucursales en algunos pueblos y vendieron instrumentos musicales en abonos.
Los campesinos que tenían talento para la música alternaban la cría de ganado, la siembra y la cosecha con tocadas en el pueblo cercano, aprendían música de oído, se les conoce en la región como líricos, porque aprenden escuchando y viendo a otros músicos tocar.
Simonett menciona que las bandas europeas de metales se introdujeron a las colonias o países en donde tenían influencia como el producto de exportación cultural más importante en el Siglo 19, esas bandas se fueron modificando con el paso de los años conforme echaron raíces en su nueva tierra; en México en cada región del País es diferente la dotación de instrumentos y, por lo tanto, también su sonido.
La Revolución determinó la conformación y las características más importantes de las bandas de pueblo en toda la nación, se convirtieron en símbolos de identidad y parte importante del movimiento nacionalista, en cada zona fueron tomando nombre. En Sinaloa se le llamó Tambora. Para 1920, la Banda sinaloense o Tambora definió su dotación de instrumentos y se estandarizó en todo el estado.
Al igual que hoy, tienen en promedio entre nueve y 12 músicos que tocan clarinete, trompetas, trombones, charchetas, tuba, tarola y tambora. Con esos instrumentos, las bandas de pueblo daban servicio en funerales, bautizos, bodas, peleas de gallos, entre otros eventos.
En la segunda mitad del Siglo 20, la Tambora consolidó, poco a poco, su ritmo, y su estilo fue penetrando el gusto de personas de otras regiones cada vez más lejanas. El gran número de emigrantes mexicanos hacia Estados Unidos abrió un gran mercado para la Tambora, esta ampliación de la zona que gusta de los sonidos de la banda sinaloense ha posibilitado que se formen un gran número de ellas y los músicos sinaloenses han adquirido prestigio por ser dueños de un estilo único valorado en muchas partes de México y Estados Unidos.
Hoy, decir Banda sinaloense es sinónimo de celebración y fiesta, pero también de espectáculo, de éxito y de un emporio económico que da vida a gran parte de Mazatlán, de Sinaloa y del País.