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"Mazatlán"

"Evangelización, Educación y Cultura: Laodicea"

"Columna religiosa"
07/01/2019

Padre Amador Campos Serrano

“Saludos a los hermanos de Laodicea, así como a Ninfa y a la iglesia que se congrega en su casa. Cuando hayas leído esta carta, hagan que la lea también la Iglesia de Laodicea y ustedes también procuren leer la que dirigí a los laodicenses”.

Este fragmente de la carta dirigida a los colosenses, ciudad cercana a Laodicea, en la hoy región de Turquía, nos muestra la visión de la importancia, representada en esta última, para la evangelización emprendida por el Apóstol Pablo.

Esta visón contrasta con la del evangelista y Apóstol San Juan, perteneciente al Grupo de los Doce, expresada en el Libro de Apocalipsis, donde muestra a esta ciudad como uno de los rechazos más significativos, al llamarla, “ni fría ni caliente”, en otra palabras, mediocre en cuanto a su fe.

La comunidad de Laodicea, situada en Asia Menor, estaba ubicada a 65 kilómetros de Filadelfia y a 160 de Éfeso. Se cree fundada por Antíoco II, de la dinastía de los seleucidas, en el Siglo 2 a. C., y el nombre se lo debe a la esposa de este gobernante, la cual así se llamaba.

Era una ciudad próspera, con un elevado nivel de riqueza, así se deduce, entre otras cosas, por el dato de Cicerón, que cobraba fuertes cantidades en ella, y también por el hecho de que en el año 17 d. C., después de un devastador terremoto, sus habitantes rechazaron la ayuda imperial, prefiriendo reconstruirla con sus propios recursos.

Etimológicamente, el nombre de Laodicea proviene de la composición de dos palabras: laos, cuyo significado es el de gente, y dike, que significa decisión, lo cual podemos traducir como gente con decisión, lo cual, paradójicamente, agradó a san Pablo, pero molestó a San Juan.

Enumerada como una de las siete iglesias mencionadas en el Apocalipsis, entre las cuales San Juan señala deficiencias, excepto en la de Filadelfia, presentándola como un modelo de paciencia y de perseverancia, Laodicea, en cambio, mencionó con la mayor desaprobación, al llamarla” ni fría ni caliente” y a la cual está a punto de vomitar como signo claro de rechazo. Esta postura ya se señaló en contraste con la del Apóstol Pablo.

Laodicea, como iglesia, muy probablemente fue fundada por Epafres, “esclavo del Señor, discípulo de Pablo“, y probablemente era un liberto, como también lo fue Onésimo, quien es citado en la Carta a los Colosenses y en la Carta a Filemón, donde es el protagonista.

Tomada como modelo en su mensaje apocalíptico, San Juan toma algunos elementos ya existentes en ese lugar para proyectar su mensaje. Ejemplo de ello es la expresión ni frio ni caliente, haciendo referencia a la diferencias entre este lugar y a Hierápolis, donde había fuentes termales y a Colosas con sus fuentes de agua fría. En cambio, en Laodicea era necesaria hacerla venir por medio de un imponente acueducto al no contar con fuentes de agua suficientes.

La ciudad también se distinguía por sus adelantos en medicina. Ahí estaba una importante escuela de medicina y se producían medicamentos para la vista, como pomadas y colirio, por ello la sarcástica alusión a que compraran colirio para que pudieran ver bien.

El contraste con la visión de Pablo, Juan hace alusión a realidades existentes y así, al presentarla como una ciudad próspera, que no necesitaba de ayuda de nadie, pero que su vida cristiana parecía estar en segundo término.

Pero también es cierto que estas dos visiones tan dispares, se basaban en el carácter visceral, tanto de San Juan, señalado en los Evangelios, contrastando con el también carácter visceral de Pablo, quien lo confesaba como un espina clavada en la carne.

Laodicea, de la cual ahora solo quedan ruinas, devastada por los terremotos y las invasiones turcas, a través de Pablo y Juan nos deja un legado de la inculturación del Evangelio y de los alcances y limitaciones, a los cuales estamos expuestos en la encarnación del Reino de Dios entre nosotros.