"Con boato celebran a América"
Tres carabelas con Cristóbal Colón capitaneándolas abrieron el desfile de carros alegóricos del Carnaval: Somos América, Pasión, Alegría y Esperanza; los imperios que ya existían en el nuevo continente fueron conquistados por España y Portugal, que le dieron su lengua a los habitantes que fueron formando los 20 países, representados en las carrozas de la alegre caravana.
El nombre de América fue inventada por los europeos en el Siglo 16, cuando los ojos de sus tripulantes, desde las tres pequeñas naves, dirigidas por Cristóbal Colón, avistaron las tierras de lo que después llevaría el nombre del geógrafo que se dio cuenta que esas tierras, vistas por primera vez por ojos europeos, era un continente no conocido para ellos.
El desfile de alegorías celebró a la América que habla español y portugués, a esa que llaman Latinoamérica, esa en la que se mezclan en un crisol las culturas africanas de los esclavos que llegaron a trabajar sus minas y cañaverales, esa que recordaba los imperios de las culturas nativas, esa cargada de la cultura de los criollos, todos esas cualidades, símbolos y códigos que definen a las culturas de los países de Latinoamérica desfilaron frente a los ojos de los mazatlecos y sus visitantes.
Sobre un símbolo de las culturas mayas paseó por la costera de Mazatlán Lissy Bernal, la fiesta de la muerte que es homenajeada en México cada 2 de noviembre fue convertida en alegoría rodante.
Su majestad Libia II representó en un magnífica carroza diseñada y construida por Ocean Rodríguez, la Victoria de la libertad de los pueblos de esta América que consiguieron su independencia al romper las cadenas que los conquistadores españoles y portugueses les pusieron.
Ocean logró con un diseño que recuperó la arquitectura ecléctica del Siglo 19, con columnas corintias y un conjunto de esculturas neoclásicas, la impresionante alegoría en cobre y oro iba coronada con una réplica de la escultura encontrada en Grecia en 1863, en la isla que le da nombre a esa obra de arte, la Victoria Alada de Samotracia, en la que Libia II replicaba esa evocación que representa la emancipación de las naciones americanas, cuyos nombres iban plasmados en letras de oro en la base de la carroza.
Este año se respetó la tradición de que la Reina del Carnaval fuera precedida por una banda regional sinaloense que tocó durante todo le recorrido por el Malecón Los Papaquis, el himno de la tradición de la fiesta del puerto que este año cumple 122 años.
Una ilusión medieval
Fuera del tema americano, pero por razones muy claras, desfiló frente a los asombrados ojos del exigente público mazatleco una réplica casi exacta de la carroza medieval en la que Libia Zulema López Montemayor gobernó sobre la alegría de los porteños en 1970, hace 50 años.
Las Lewis consiguieron reproducir la legendaria carroza presidida por dos inmensos dragones de la mitología medieval, que tiraban de columnas góticas y torres de catedrales de estilo flamígero, adornadas con arcángeles y querubines, todo en papel maché cubierto en oro.
La carnavalera construcción resplandeció en el atardecer que bañó de naranja y oro a todo Mazatlán. La alegría que trasladó al pasado a los mazatlecos se colocaron las hijas de la Reina de los 50 años, Libia, Daniela y Pamela, un maniquí que reprodujo el traje de la legendaria Reina también viajó en la ilusión convertida en alegoría.
Una diosa de la biodiversidad
Brianda I, Reina de los Juegos Florales, consiguió seducir al pueblo de Mazatlán con su sonrisa y simpatía, su juventud consigue que cualquier vestido que lleve puesto se vea espléndido, ella hace a las prendas que porta y por eso fue ovacionada por el pueblo a su paso.
Su carroza titilante de diamantina oro y plateada fue un homenaje a la biodiversidad de América, representada por un gigantesco invernadero de cristal, adornado con enormes vitrales y elegantes diseños de estilo art deco en rosa y azul.
El gran palacio de cristal estaba iluminado desde dentro, permitiendo apreciar las sutiles líneas que ondulaban sobre la superficie, la diosa de la naturaleza, sosteniendo una esfera de luz, coronó a esta alegoría.
Telas iluminadas
El diseñador de alegorías Jorge Osuna presentó contrastantes diseños, por un lado ofreció las alegorías con las que ha conquistado el gusto de los mazatlecos por las texturas y el juego de colores que consigue con grandes figuras, construidas con alambre soldado, cubiertas por telas e iluminadas desde dentro con miles de pequeños focos de diferentes colores, como la que presentó este año en donde desfiló Alonso “El Choncho” Casillas, Rey de la Alegría de 1995, que celebró su corona de plata en el 2020.
Por otro lado, el carrocista experimentó con materiales diferentes a los que le han funcionado para satisfacer el gusto de los mazatlecos. Eso hizo con su creación de Esperanza estelar, que fue una alegoría rígida, sin el atractivo de líneas orgánicas que caracterizan sus otras propuestas y que logra con sus telas iluminadas.
Un anhelo cósmico
Si el año pasado Ocean Rodríguez cautivó con el carro alegórico con la que Banda El Recodo celebró sus 80 años de fundación, este año su creación para los 30 años de la Banda Los Recoditos fue cósmica, el juego de luces y su diseño de nave interestelar dependió mucho del juego de luces de movimientos acelerados, intensos e intermitentes que llevaba para ofrecer la ilusión óptica de estar viendo una nave extraterrestre, que viajaba con el sonido del famoso grupo.
Entre bocinas y anillos ovoides, la alegoría puso un intenso toque de alegría, conseguido con la música de banda con lo que cautivó la mirada y los oídos de los más de 600 mil espectadores que se aposentaron a lo largo del Malecón, para ver su desfile de Carnaval.
La alegre caravana tuvo varios contratiempos en su arranque, plantas de luz que no funcionaban y que los técnicos se pusieron a arreglar ya arrancado el desfile, carrozas, como la del Rey de la Alegría que desfiló incompleta y tenían planeado terminarla de construir en la calle Zaragoza, en donde estaban los caminos con el copete que faltaba que lo colocaran.
Eso provocó que se hicieran huecos en el convoy y obligó a las comparsas a correr detrás de las alegorías, que intentaban recuperar el tiempo perdido, eso no les permitió a los contingentes exhibir adecuadamente sus coreografías a lo largo de la mayor parte del desfile y las carrozas, en algunas secciones del Malecón, pasaron demasiado rápido y no fueron apreciadas detenidamente por la gente.