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"COLUMNA"

"VOCES DESPEÑÁNDOSE"

"La ciudad prohibida"
15/08/2017

Julieta Montero

Nueve dragones vigilan al hijo del cielo que vive en el gran palacio de madera, de 9999 estancias, entre la obscuridad y el frío, entre la calidez y la luminosidad, entre el río de las aguas doradas y la colina del carbón, entre cuatro torres como jaulas de cigarra de canto agridulce.

Su ciudad, prohibida para el hombre común, es el centro de la tierra, así como la estrella polar es el centro del cielo; en una armonía cósmica, una pureza espiritual es la que se respira dentro de sus patios resguardados por los guardianes del tejado, los dos leones custodiando puertas y los dragones en la escalinata de la Calzada Imperial.

La ciudad prohibida es algo que nuestros ojos deben ver una vez en la vida, fue el hogar de 24 emperadores en más de 500 años, se entra por la Puerta de la Paz Celestial, y en cuanto la cruzas se siente en la atmósfera una tranquilidad inmensa; al pasar por el Salón de la Suprema Armonía, el cuerpo y el alma se sintonizan; al caminar, al irla recorriendo, vas oyendo la melodía del viento en sus grandes espacios; al sentarte en sus bancas para tomar un pequeño reposo puedes mirar a los ojos del amado tratando de descifrar las emociones que emanen de su corazón viajero.

Visitar este lugar, es escuchar el canto de los árboles en el Jardín Imperial, al final del recorrido, y las risas de las aguas de los estanques que te saludan y te despiden al pasar por la Puerta del Poder Divino.

La ciudad prohibida es toda una vida espiritual y política sumamente concentrada en este majestuoso complejo arquitectónico que revive, cuando la visitas, la historia de sus milenarias dinastías Ming y Qing.