Vi Victoria (Ídem, Alemania, 2015), cuarto largometraje de Sebastian Schipper, hace prácticamente un año, en el Festival Riviera Maya 2015. Por desgracia, no hay indicios de que la película vaya a ser estrenada comercialmente en México. Por fortuna, esta es la condición para que el programador/benefactor de la vídeo-sala Deutsch Bank del Jardín Botánico, Carlos Sandoval, la haya elegido para su ciclo de estrenos de marzo, formado por cintas no estrenadas en Culiacán y/o en todo el país.
Berlín contemporáneo, cuatro de la mañana. La Victoria del título (Laia Costa) es una joven española que baila, desatada, en algún antro de la capital alemana. Al salir conoce a cuatro alemanes desmadrosos que, sin más, la invitan a seguir la juerga por ahí. Muy pronto queda claro que uno de los cuatro, Sonne (Frederick Lau) se interesa en ella y no solamente como mera compañera de fiesta. Al terminar esa jornada nocturna y al llegar la madrugada, la vida de Victoria habrá cambiado por completo.
Victoria, el personaje pero también la película, cambia de piel en por lo menos tres ocasiones: la cinta inicia como comedia romántica-verbal juvenil –al estilo del clásico (más o menos) reciente Antes del amanecer (Linklater, 1995)- para transformarse luego en una acezante heist-movie y terminar en un emotivo thriller con dos amantes delincuentes en fuga.
Nada de esto es particularmente destacable –aunque las escenas de acción están bien ejecutadas y el rapport romántico entre Costa y Lau es muy efectivo-, pero adrede he omitido un elemento formal central de la película: Victoria fue realizada en una sola toma de 134 minutos de duración. Es decir, la cinta inicia a la cuatro de la madrugada y termina poco después de la seis de la mañana y las acciones que hemos visto han sido filmadas en tiempo real, a lo largo de 22 locaciones, con una historia trazada de manera general y con diálogos improvisados de todos los actores. La versión que vemos es, de hecho, la tercera que se filmó aunque es evidente que antes de prender la cámara, manejada virtuosamente por Sturla Brandth Grovlen, Schipper y su equipo tuvieron que haber ensayado concienzudamente cada paso que daban.
El resultado no deja de ser un gimmick -¡vean, una película realizada en una sola toma, tal como Hitchcock la quiso hacer en La Soga (1948)!- pero también es algo más que un gimmick. Es decir, si bien es cierto que no olvidamos nunca que estamos viendo una cinta de una sola toma de 134 minutos, al final de cuentas terminamos genuinamente emocionados por lo que vemos en pantalla, por más que el argumento, escrito por el propio cineasta en colaboración con otras dos personas, nos exige que creamos que Victoria es capaz de hacer lo que hace en ese par de horas. Habrá gente, con razón, que no lo crea, pero lo reto a no llegar hasta el final de la película.
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Victoria se exhibe hoy jueves en la sala del Jardín Botánico a las 20:00 horas y el domingo a las seis de la tarde.
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