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Columna

Una cita con dos mundos

El arte contemporáneo rompió la caja de confort estética del artista y del espectador, ahora no resulta fácil captar donde hay belleza real o supuesta.
FACTOR HUMANO
26/02/2022 14:37

El encuentro

El arte contemporáneo desafía cada vez más al espectador provocando muchas reacciones provocando admiración, gozo, perplejidad, estupor, hasta el rechazo. Sorprende que se pagan fortunas por algunas.

La gente no sabe a qué atenerse porque parecen garabatos o dibujos infantiles. Y están en lo cierto: lo subjetivo ha desplazado a lo objetivo, no hay como entender lo indefinido por el desconcierto que provoca: el gusto se ha distorsionado.

Presentamos dos obras que en su momento expresaron lo tradicional, por conocido, y lo contemporáneo, que no se digiere por su novedad desconcertante. Ambas sintetizan un encuentro de dos mundos distintos pero entrelazados.

Édouard Manet en “El desayuno en la hierba”, 1863 rompe la tradición académica usando una luz cruda, colores planos sin medios tonos, pero con una hechura clásica. El desnudo está fuera de contexto, no es la escena lo importante: es la nueva forma de pintarlo. Había nacido el Impresionismo y después una serie de escuelas cada vez más subjetivas.

Ahora, lo indefinible y abstracto han suplido lo inteligible y admirable, todo por quererlo justificar por la audacia de la innovación. La innovación en sí misma no es garantía de nada, lo que merece la atención ella son las nuevas formas de plasmar lo bello y las nuevas formas de admirarlo.

La caja de confort estética

El artista y el espectador requieren salir de su caja de confort tanto para crearla y para entenderla, o al menos para verla de otra manera.

Lo bello requiere cierta proporción, porque sin la armonía de las partes nuestro esencial concepto de belleza... se evapora. La obra debe desafiar lo inteligible del espectador y provocar una conexión.

Las obras maestras, a nuestro juicio, aportaron nuevas formas de plasmar lo bello, con suma maestría y con una honda concepción racional que la sustenta; donde la visión del mundo del pintor o su cosmogonía, la que insistía Salvador Dalí, la concibe y la plasma con acierto y eficacia; todo eso producen una serie de emociones que no se agotan al observarla cada vez, justo por eso se vuelven inmortales. Dignas de museos y de admiración.

Las modas no garantizan ni son un reflejo auténtico de la calidad artística, sino que reflejan la frecuencia y la cantidad de espectadores que se “lo creen”, entre otras cosa... porque se ponen de moda.

El demógrafo Alfred Sauvy dijo “una teoría no se pone de moda por el número de verdades que contiene, sino por el número de gentes que se la creen”, lo mismo pasa con el arte.

Lo abstracto

El caso del pintor norteamericano Jason Pollock (1912–1956) llama la atención, reconocido porque chorreaba pintura industrial en sus lienzos en el piso o sobre la pared, a veces dejando las huellas de sus zapatos y manos. Su pintura llamada “No 5, 1948” fue en 2016 la más cara vendida entonces por 146 millones de dólares, su socio exclamó ¿vas a gastar dinero en eso? En 2016 otro cuadro el “No 17a, 1948” se vendió en la friolera de US $200 millones.

“Pollock buscaba representar automáticamente su subconsciente –el Automatismo-, pero siempre creando obras controladas pero generando una sensación de desorden”. Su objetivo: poner a pensar al espectador, además pintaba como terapia. Su éxito económico y su estilo desataron, por decirlo “la locura” en los pintores, dando rienda suelta a su subjetividad creativa, detonando nuevas y más creativas formas de expresarse hasta llegar a lo incomprensible. ¿Qué belleza hay en lo ininteligible? Incluso ¿Cómo sustentar el gusto o el capricho?

¿El valor económico refleja el valor de la obra? No, simplemente refleja la demanda y la oferta de ese momento. Lo mismo sucede con las subastas de todo tipo.

“El Conocedor”

El famoso ilustrador Norman Rockwell a mediados del S. XX fascinado por el estilo tan opuesto de Pollock, rompió su paradigma de pintar tradicionalmente y aprendió a copiarlo ofreciéndonos a una de sus mejores obras.

Un hombre vestido muy conservador, contempla muy de cerca el cuadro de Pollock, su lenguaje corporal es sugestivo. ¿Lo hace con interés y gusto? Acaso ¿Una fina ironía de Rockwell?

Norman logra un encuentro entre el arte tradicional y el abstracto donde ambos se desafían y se concilian. A fin de cuentas logra lo mismo que intentaba Pollock, provocar al espectador: pero de distinta manera.

Una cita entre lo inteligible y lo tradicional pero con calidad creativa, técnica y artística, se nota su maestría.

Una directora de una sala de arte exclamó “si observas una mancha de pintura luego de 15 minutos le encontrarás sentido”. ¿No es esto lo que sucede con mucho en el arte contemporáneo?

Juzga tú ¿Quién lo hace mejor, Pollock o Rockwell? ó ¿Quién te gusta más y por qué?

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paulchavz@gmail.com