En este mes de amores y querencias vale una pregunta que suele meter en predicamento: ¿A quién le dejarías algo de valor. A quién le heredarías los aretes, la porcelana, la plata y el diente de oro que tienes: a quien tú más quieres o a quien más te quiere a ti?... después de un largo silencio: “depende”, respondió un incauto. “Si es algo material, un bien que yo posea, sin duda, se lo dejo a quien yo más quiero. Pero, si es algo que además de valor necesita un cuidado especial para seguir viviendo; por ejemplo, mi gatito o mis plantas, se lo dejaría a quien más me quiere”.
Esa pregunta, con todo y su respuesta, me ha traído en jaque en lo que va del año. La pesqué al aire en una conversación de café en el centro histórico— esos donde proliferan personajes que se adentran en temas complejos y discusiones acaloradas y terminan abandonando el lugar con más interrogantes de las que traían—. Yo, vecina atenta, pesqué la pregunta y no me ha abandonado; tanto que llegué al año nuevo con ella. Me propuse desentrañarla y aquí va el resultado. El preguntante visualizó dos valores: el material y el sentimental: el primero desprende un beneficio a quien lo recibe; el segundo entraña una responsabilidad. En la primera situación, el susodicho sí beneficiaría a quien él más quiere, lo quiere tanto que todo lo que tiene se lo dejaría para facilitarle el camino de la vida. En el segundo caso, tomaría a la persona que más lo quiere a él para dejarle una obligación, pues lo cree capaz del esfuerzo necesario para mantener a flote, o con vida, según sea el caso, eso que él tiene como responsabilidad. En ambas escenas, personifiqué a los actores, el que quiere y al que quieren. Tal parece que ambos aceptarían la decisión y voluntad del depositante: el que quiere se queda con la obligación que le dejan y al que quieren también recibe el beneficio de su protector. Tal lógica no me cuadraba mucho, así que me agencié la tarea de cuestionar a cuanto incauto se prestara para el cuestionamiento.
Sin anticipar nada, les lanzaba la pregunta. En automático la respuesta era: “le dejaría todo lo que tengo a quien yo más quiero, no a quien más me quiere a mí”. Cuando les cambiaba un poco y les preguntaba si también le dejarían al susodicho una obligación; que si lo creían capaz de encomiable empeño, el semblante les cambiaba: “no, no creo que pueda con eso”. Entonces, ¿por qué que alguien nos quiera no es razón suficiente para hacerlo acreedor de nuestros bienes materiales mas sí de nuestra responsabilidad? Alguien tendrá una respuesta bien sesuda; aunque la finalidad es hacernos, al menos, la pregunta.

Mi último encuestado dijo: “Le dejaría mis bienes a quien más me quiere no a quien yo más quiero”. Por qué, continué. “Porque sé muy bien quien es la persona que yo quiero y no merece el esfuerzo que he hecho en la vida para brindarle lo que tengo, eso no me quita quererlo, lo quiero tal como es, sin cuestionar su ser ni su conducta, más la razón me dice otra cosa. Me dice que mi esfuerzo corresponde a quien más me quiere, esa persona le da un valor a mi vida y a lo que he hecho con ella”. ¿Y la responsabilidad, también se la dejarías?, continué. “Esa no se la dejaría a nadie, a ninguno de los dos, cada quien decide qué cargar en la vida y esa, mi carga, se acaba conmigo”.
Tú, ¿qué harías?, ¿alguna vez te has preguntado por tus querencias?
Comentarios: majuescritora@gmail.com