¿Sabes qué hice hoy en la mañana? Me senté en el patio a fumar un cigarro. Sacaba despacito cada bocanada. Un filito largo de aire blanco pasaba entre mis ojos y poco a poco me aplacaba el ansia. Ya te he dicho ¿verdad?, que mi abuelo se sentaba en cuclillas y rayaba la tierra con un palito seco mientras fumaba, debe ser que también así se aplacaba las congojas. Creo que está bien que así sea, que uno tenga su método de apaciguarse, de tomar aire y calmarse, tragar saliva las veces que se necesite, sin arrebatos, algo así como fumar un cigarro, una caja o dos, rayar la tierra, surcarla, contar venados... lo que sea prudente antes de tomar una navaja y mostrar el filo delgadito y fino que corta en dos y abre en canal con exacta y precisa belleza. Sí, hacer eso de respirar tres veces, contar borregos y tocar su lana esponjocita es algo que se agradece, digo yo, y me lo digo mucho, me lo repito en susurro para que nadie se entere. Bien que se lo aprendí a mi abuelo, se sentaba en la silla y no tenía prisa de que el bolero le diera el golpecito en el zapato anunciándole que debía cambiarlo y subir el otro; el viejo bien que sabía que lo despacharía disparejo como siempre: con uno limpio y el otro lleno de estiércol, “ya la trae muy seca”, le repetía el hombre, pasado un buen rato. Qué tipo era mi abuelo. Heme aquí haciendo un recuento entre bocanadas, ¿porque sabes?, hay algo que está empezando a olerme mal. Y sabes que una vez que me convenzo... Nomás te recuerdo que otro cuento como aquel, de que no llegaste a la fiesta porque ayudaste a parir a una perra que encontraste en la calle y que la pobrecita estaba sola echando perros desamparados al mundo y que dónde había quedado la sociedad protectora de animales que nunca aparece cuando se necesita y que aunque a ti no te gustan los cachorritos tuviste que ayudarlos porque sin abrir los ojos bien que te miraban y te pedían ayuda..., otro de esos y nomás no sé...
Se queda callada. Toma su cajetilla de cigarros, la abre despacio, la pone boca abajo, saca uno, se lo ofrece, él lo toma, ella lo enciende. Ambos aspiran, tiran la bocanada, ella lo ve entre el humo... ¿Qué te traes con Marina?