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Columna

Soltar con amor

    En algún momento de nuestra vida, creo que todos, o la mayoría, experimentamos algo de miedo de que se terminara una relación de amor... y esta situación en sí, genera malestar y sufrimiento emocional. Por lo general se inicia las relaciones ilusionados de que esta “es la buena”, y le entramos con mucho entusiasmo, en ese momento todo es perfecto y queremos que sea eterno. La realidad sin embargo es diferente, ya que todo lo que comienza es susceptible de terminar, de cambiar, o de transformarse.

    Es lamentable que para algunos amar es sinónimo de poseer o de atar..., pero es muy diferente, amar implica libertad, armonía y reciprocidad. La posesión y el miedo son contrarios a lo que significa amar. Para vivir este sentimiento con plenitud es necesario aprender a soltar, dejar ir, liberarnos de aquello que no es nuestro, que no nos pertenece, o aquello que no está funcionando y se ha convertido en una relación que ya no es sana.

    Cuando amamos nos cuesta aprender a dejar marchar a lo que nos hemos aferrado. Es algo para lo que no estamos preparados hasta que pasamos por la experiencia. De pronto nos encontramos ante una situación de la que somos dependientes, y que hemos ido alimentando sin darnos apenas cuenta.

    Culturalmente nos han ido enseñando a ilusionarnos de que hay cosas permanentes y, por lo tanto, actuamos como si lo fueran. De que las relaciones son “hasta que la muerte los separe” y en realidad debería de ser hasta que exista amor entre las dos personas. Y no estoy de acuerdo en estar desechando parejas, existen relaciones en donde caen “en un bache” y podemos trabajar en equipo para solucionarlo y llegar a fortalecernos como tales, pero cuando se ha intentado varias veces y ya no existe amor, o ya hasta experimentamos violencia, lo mejor es soltar.

    El amor, es una de las experiencias más maravillosas por las que podemos pasar, pretendemos atesorarlo, retenerlo y seguir sintiéndolo de forma eterna. El amor es así, es eterno mientras dura; aunque es necesario aceptar que se transforma, y llegar acuerdos para que fluya como el agua de un río.

    Estoy en contra de esa frase “el amor duele”, no, no es así, el amor no debe de doler, es un sentimiento que se disfruta y que se vive con entusiasmo, con ilusión, y con la calma de que estamos con la persona que queremos. Supone una gran paz interior y una liberación en la expresión de nuestro ser. Ante este sentimiento, el sufrimiento no tiene espacio.

    ¿Qué sucede cuando amamos y no somos correspondidos?, esta situación habitual que genera tanto dolor, nos sirve de ejemplo para entender que no hemos aprendido a amar. Nos frustramos no porque amemos, sino porque hemos aprendido a amar con condiciones, con las expectativas y las pretensiones de la posesión.

    Nos resulta muy difícil aceptar cuando el amor acaba, cuando otra persona no siente lo mismo, nos sentimos heridos y angustiados. Esas sensaciones forman parte de nuestra idea del amor, de los pensamientos en los que nos juzgamos como poco valiosos. Al hacer valoraciones personales que nada tienen que ver con el amor caemos en la autodestrucción.

    Dejar ir es nuestra mejor prueba de amor, y en primer lugar de amor a sí mismo. Y nos da la oportunidad de no enseñar a los hijos a aferrarse a relaciones en donde ya no hay amor o respeto y que en poco tiempo caerán en relaciones tóxicas, y en el infierno de la codependencia.

    Definitivamente una ruptura amorosa es también una pérdida, y viviremos un duelo, y la vamos a pasar mal un tiempo, pero si nos resistimos al dolor, y lo evitamos “como que no está pasando nada”, Podemos llegar a vivir las consecuencias de un doloroso duelo y la factura emocional podría llegar hasta la frustración.

    Aprender a soltar nos libera, nos deja espacio para que el amor siga fluyendo. Y a su vez facilitamos el proceso para que la otra persona siga su camino, el que haya decidido, el que necesite seguir. Esta es la más honesta prueba de amor que podemos hacernos a nosotros mismos y a las demás personas.