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Antes de publicar Cien años de soledad

Relato de un náufrago era ya una obra maestra de García Márquez, asegura Juan Villoro

El éxito del reportaje publicado en 14 partes en El Espectador fue enorme, el periódico tuvo que doblar el tiraje por la demanda de lectores que querían coleccionar la historia, asegura el escritor mexicano

Nelly Sánchez

Aunque para muchos Gabriel García Márquez escribió su primera obra maestra al publicar Cien años de soledad, que lo volvió mundialmente famoso, previamente había escrito al menos dos obras maestras: El coronel no tiene quien le escriba y Relato de un náufrago, de la que no calculó que tuviera esta dimensión, aseguró Juan Villoro.

Durante la quinta sesión del taller Gabriel García Márquez, De la crónica a la ficción, organizado por la Fundación para las Letras Mexicanas, a través de la Casa Estudio Cien años de Soledad, el escritor y periodista mexicano aseguró que esta es una de las obras capitales del colombiano.

Se trata del relato que escribió por entregas en 1955 para El Espectador, a partir de la noticia que se produjo el 28 de febrero de ese mismo año, sobre ocho marinos de la armada colombiana que cayeron al mar en las proximidades de Cartagena de Indias, provenientes de Estados Unidos.

“La noticia era que 8 marineros cayeron al mar y aparentemente todos murieron, y lo más relevante es que 10 días después apareció uno que había sobrevivido, Luis Alejandro Velasco. ¿Cómo pudo este hombre estar 10 días en altamar en esas condiciones de precariedad absoluta? Fue una noticia digna de ser seguida”, apuntó.

Entonces, la armada estableció una especie de blindaje para que no se diera información sobre el caso, salvo la de rutina, que aseguraba que a causa del mal tiempo los marinos habían caído por la borda.

$!En la quinta sesión del taller, Villoro habló de Relato de un náufrago.
En la quinta sesión del taller, Villoro habló de Relato de un náufrago. ( )

Pero un periodista audaz se hizo pasar por médico, llegó hasta él, cuando estaba siendo atendido, le hizo preguntas, le pidió hacer un dibujo de la situación en cómo se encontraba durante el naufragio y lo publicó, por lo que la armada cercó aún más el caso, señaló Villoro

“Luego se volvió famoso, le pedían hacer anuncios... hasta que el caso se agotó y dejó de ser noticia. Fue cuando él se acercó a El Espectador porque quería contar su historia”.

Aunque en un inicio, Guillermo Cano, el director del periódico no le pareció buena idea, su intuición le hizo llamar a José Salgar, el jefe de redacción, para pedirle opinión y entonces asignaron a García Márquez escribir sobre el náufrago.

Se decidió que sería una noticia contada por el propio náufrago, que la publicarían en primera persona. La condición del colombiano fue que no apareciera su nombre y fue firmada con el nombre del náufrago. Sólo 15 años después este reportaje apareció en forma de libro y asociado al nombre del Nobel de Literatura.

$!Villoro hizo algunas lecturas.
Villoro hizo algunas lecturas. ( )

Ese trabajo, aseguró Villoro, fue un desafío para García Márquez, pues empieza a hablar con el náufrago, a tratar de registrar su voz, y a entender que el periodismo es la escuela de la escucha.

“Un buen periodista tiene que oír a los demás, se les puede interrogar pero no están obligados a decir lo que uno quiere que diga. Gabo adiestra su oído escuchando voces muy distintas, registra los tonos del habla”.

A diferencia de La Hojarasca, su primera novela, en la que intercepta monólogos interiores, cuya voz que es un tanto similar, en Relato de un náufrago se aprecia una evolución extraordinaria respecto al uso del monólogo interior, tanto que que la gente creyó que en verdad se trataba de algo escrito por el náufrago.

“El éxito del reportaje fue enorme, se publicó en 14 partes en El Espectador y el periódico tuvo que doblar el tiraje por la demanda que tuvo de lectores que querían comprar y coleccionar esta historia maravillosamente contada”, destacó Villoro.

“Vemos ahí la conquista de una voz y eso es significativo en un periodista que ganó enorme versatilidad, la versatilidad y la escucha es decisiva en Relato de un náufrago”.

Hablando con el náufrago pudo escribir como si él mismo fuera el náufrago, agregó Villoro y en ese diálogo no utilizó grabadora, pues entendió que ésta impide que quien está escuchando piense suficiente.

“Al no estar procesando lo que se dice, el reportero no tiene el mismo grado de atención y se vuelve un poco zombie. Gabo siempre desaconsejó el uso de grabadora. De pronto es útil, más como respaldo, que se pueda consultar en caso de duda, pero si Relato de un náufrago se escribió sin grabadora, podemos prescindir de ella para casos menores y esa es otra lección del libro”.

De ese encuentro, surgió una pieza clave del periodismo, dijo, ayudó que el náufrago tenía una memoria prodigiosa, pero las preguntas de García Márquez lo obligaron a contar cosas que no había dicho antes.

“En la cuarta sesión se supo la causa del naufragio, el náufrago cuenta la verdadera historia. Dijo que el barco estaba mal estibado, que llevaba una carga excesiva, porque los marinos habían cobrado dinero atrasado y compraron muchas cosas en Estados Unidos, como lavadoras, refrigeradores, lo que hizo que el barco se inclinara y con un golpe de viento ocho marinos cayeran al mar”, compartió.

“Esta carga no fue declarada pues era contrabando y el periódico para publicarlo y protegerse pidió fotografías a los marinos sobrevivientes. Aún así, fue fatídico para El Espectador, pues vivían tiempos de una dictadura que había ejercido censura en algunos medios”.

Años después y ya siendo famoso Gabriel García Márquez este reportaje se publicó en Los cuadernos marginales de Tusquets. Y lo que en El espectador se llamó La verdad sobre mi aventura, como libro se llamó Relato de un náufrago y las regalías las cedió el Nobel a Luis Alejandro Velasco durante 14 años.

Finalmente se las retiró, luego de que éste emprendiera una batalla legal para exigir el pago de derechos de autor por la venta, edición y distribución del libro en todo el mundo, aludiendo que él había contado la historia. Pelea que perdió pues los jueces determinaron que fue García Márquez quien le dio la forma literaria.

Ante aproximadamente mil espectadores, en las transmisiones de Facebook Live y YouTube, Villoro recordó que García Márquez dijo alguna vez que un personaje literario tiene tres niveles de vida.

“Una vida pública, una privada y una secreta, en el periodismo de la escritura sin ficción se queda con lo fundamental, en el caso de las figuras públicas atisba un poco en la vida privada, la vida secreta de los personajes se limita al trabajo de ficción”, apuntó.

“Y en el caso del periodismo cuando se habla de esta zona misteriosa de nuestras vidas lo hace como conjetura, como posibilidad, una especulación, como vimos en la crónica El asno del circo”.