Reflexionan sobre el dolor en ‘La plaga de los Encinos’
Como si fuera aquel insecto que echa a perder miles y miles de sembradíos, así se tocó el tema de la plaga más injusta, que por años ha llegado a muchos seres humanos y que hasta el momento no tiene cura: el cáncer.
Así, se presentó este tema tan doloroso para muchas familias en la obra de teatro “La plaga de los Encinos’”, que se llevó a cabo como parte del Festival de Teatro Escena Mazatlán que organiza el Instituto Municipal de Cultura, Turismo y Arte de Mazatlán.
La obra del dramaturgo Daniel Serrano, con la que se dio el cerrojazo del festival, hizo reflexionar y analizar las situaciones por las que de repente, pasan muchas familias con esta enfermedad.
Como un parasito, como ácaros o gusanos que de repente llegan y te lastiman, así presentaron la historia de la compañía Dramared y La Tropa de Dédalo, los personajes de Amalia (Miry Rodríguez), Olegario (Adrián Fritsch) y Georgina (Marvel Génesis).
De manera extraordinaria, reflexiva y muy cómica, con diálogos muy sinceros y característicos de un pueblo alejado de la ciudad, pequeño, y en donde de todo se enteran sus habitantes, así se narró la historia.
Se trata de una mujer que deja todo para irse a la incertidumbre y explorar lo que contamina la vida y lo que infecta la muerte. Amalia, quien aparece sentada en una estación de autobuses, se quiere ir... o más bien se va a ir... va a dejar todo atrás... todo... todo era cuestión de que llegara el autobús, ese autobús que maneja su conocido, “El papayo”.
La ruta sólo pasa los martes y viernes, y a veces no llega, y es porque no hubo nadie que lo tomara hacia su pueblo. Al enterarse de que se suicidó el chofer, y entre sus pertenencias encontraron una lista de nombres en donde aparecía el de Amalia, destapó el trasfondo del quererse marchar. El chofer le vendía sus jarabes para mitigar la enfermedad.
Previo a eso, tanto Olegario como Georgina no entendían el porqué de la decisión de Amalia, incluso intentaron persuadirla de no hacerlo. Ella, de manera sarcástica les informó que ya sabía sobre su aventura, pero que al final, ya no tenía importancia. Ella tenía razones más poderosas para irse.
Con toda su desazón le explicó a Olegario, su marido, la situación y el porqué de su decisión. Ella no quería que sus hijos se enteraran de su enfermedad. Quería que la recordarán sana.
“Y no le hace que los encinos estén llenos de plaga, lo importante es que puedan seguir frondosos”, expresó ante su marido, quien cuando se ponía nervioso cantaba. Y así, abrazados sobre una banca se dejó escuchar el cantó de Olegario.
La plaga de los encinos no solo explora lo que contamina a la vida, sino también lo que infecta a la mismísima muerte.