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Columna

¿Qué tanto sabemos pensar?

FACTOR HUMANO
22/07/2023 13:46

No se trata de saber más, se trata de tener más conciencia de nuestra ignorancia y de abrir los ojos y cerrar más la boca.

¿El derecho de opinar?

En la sobremesa, en el café, en las reuniones, en las salas de consejo y en las juntas empresariales, observamos un hecho que nos ha llamado mucho la atención, la gente no suele pensar con objetividad ni suele razonar con rigor lógico, y lo peor: no se da cuenta.

Vemos que la gente suele opinar de un tema basado más en su percepción, en lo que cree saber y entender, que en el conocimiento real del tema; es raro el hábito de tomarse la molestia de verificar si lo que se dice está basado en los hechos; creerlo porque lo oyó, lo leyó o por un slogan mañanero no es suficiente. Es grave darle más peso a la percepción que a la realidad, confundiéndola, creando así controversias innecesarias.

¿Rigor lógico?

Observamos que la gente salta de un tema a otro y que alguien menciona un tema inconexo a lo dicho anteriormente, creando una maraña de temas inconclusos y que pasa por alto o desprecia los hechos mencionados si no encajan en su ideal, percepción o en sus creencias. ¿Es fácil cambiar de opinión?

El empleado suele acudir a las juntas a defender su postura, o sea su trabajo, justificándose y si es posible culpando a otros y al sistema. Muchas juntas se convierten en una cacería de brujas en vez de resolver las raíces y de usar el consenso compartiendo responsabilidades.

La participación busca validar, entre otras cosas, la veracidad de lo expuesto enriquecida por distintos puntos de vista aun opuestos. Pero lo emocional y el ego meten su cuchara.

Lo emocional

No todo es racional, reunirse con los amigos es emocionante, el acierto juega un rol clave y motivador en los deportes por las emociones que desata un gol o en la frustración al fallar. Acertar y sentir van de la mano.

Además se siente bien tener la razón. Esto facilita y dificulta el dialogo ¿Qué es más importante: ganar la discusión o alejar al cónyuge? Darle por el lado tampoco funciona.

Asimismo en las juntas y en clase, demostrar que se “sabe más” alimenta el ego, así como callarse y obedecer al jefe para no errar es más cómodo y quizás mediocre. Jugar un rol sensato implica razonar bien y sobre todo escuchar y comprender muy bien.

La gente sale de la universidad sin saber pensar sin darse cuenta, acumular diplomas no reemplaza el saber gestionar los pensamientos, clave para dirigir.

Esperar siempre certeza de la incertidumbre es una ilusión que paraliza, en cambio tirar los dados desafía.

¿Qué es pensar bien?

Hemos observado que pensar bien implica:

1. Conocer y abrirse, eso nos obliga a salir buscando lo desconocido e insospechado; contrario a casarnos con la hipótesis, quien busca lo que quiere encontrar termina encontrándolo. Esto es muy peligroso y ha provocado muchos conflictos basados en “evidencias” que no explican ni comprenden toda la situación y menos a la persona.

2. Entender bien. ¿Cuántos conflictos frecuentes y serios se deben a los malentendidos? Muchos, esto se reduce al fortalecerse el hábito de verificar si lo entendido es fiel a los hechos y al tomar consciencia de nuestro margen de error. La confusión mental crece si confundimos conocer con interpretar, cosas distintas. La conciencia de nuestra subjetividad nos conduce a la objetividad. La base es muy simple: partir de certezas, no imaginarlas. Cuando la mente se aferra a una creencia, a un afecto, a una sospecha, es difícil que se abra, que verifique lo que no quiere ver ni quiere entender.

3. Claridad de ideas. Es la clave de las personas exitosas sin estudios, denota grandeza intelectual quien continuamente procura distinguir entre lo que sabe e ignora, entre lo que sabe y cree saber. Lo desarrolla quien observa atentamente sin juzgar, quien silencia la mente, medita lo que piensa y hace, escucha su corazón, observa su lenguaje corporal y el del otro. La conciencia de lo mucho que ignoramos nos facilita cerrar la boca en principio.

4. Rigor de razonamiento. Saltar de un tema a otro, no concluir, divagar, soltar ocurrencias, cosa festejable si nos hacen reír, pueden reflejar falta de rigor lógico, algo muy poco atendido. Esta tiene sus causas en: a. confundir una cosa con otras, b. reducir el todo a lo conocido y c. creer captar algo que no acabamos de entender por lo complejo. La lógica nos lleva de lo conocido a lo desconocido y a decisiones más congruentes.

5. La empatía. Es la más importante de todas: abrirnos a conocer la realidad del otro sin juzgarle ni calificarle. Comprender es más un acto de caridad, de respeto profundo y de las diferencias personales, a ver su grandeza en vez de reducirlo a nuestro entendimiento.